lunes, 10 de diciembre de 2018

ELOGIO DE LA LENTITUD

"He bajado al Café Maravas, a las 9, aunque solo he tomado un café bien cortado y agua del grifo, he sostenido además una larga conversación con el merchero que me vendió la pulsera de Swarovski, y se me han hecho casi las diez, así que he vuelto a casa, después de un breve intercambio conversacional con mi mujer, que se ha cabreado conmigo al saber a quien compré la pulsera --seguro que será falsa y te habrá costado el doble. Me pone de los nervios que hagas el tonto así-- la he acompañado al lugar donde hace gimnasia los lunes, y luego he emprendido un sorprendente paseo por el barrio.

Antes, he entrado en Mercadona, he metido en mi bolsillo una bolsa de caramelos de menta y limón. Mientras he permanecido diez minutos en cola en la caja, para pagar el euro de los caramelos,pensaba en esas gentes que entran en los comercios, esconden algún artículo en sus bolsillos y se van sin pagar.

Puedo entender sus motivaciones, son gentes que necesitan la adrenalina del riesgo de modo cotidiano, arriesgarse a que una cámara los haya mirado y el segurata de la entrada les pida explicaciones, debe ser parte del juego, algo así como conducir sin carnet en el caso de Pîqué, o decir que reside en el extranjero su compañera, para no pagar impuestos aquí. La decisión de Hacienda de reclamarle 14 millones de euros, debe ser una situación, cuanto menos, emocionante. Lo mismo que dedicarse, de por vida, a conducir vehículos de Fórmula 1, la velocidad, la incertidumbre, el riesgo, puedo pensar que son el combustible de adrenalina sin el que determinadas personas, no sabrían vivir.

Yo, en cambio, he ensayado hoy todo lo contrario, mi paseo por el barrio ha transcurrido con una exagerada lentitud fuera de lo normal. A medida que mis pasos por las aceras se desaceleraban hasta la exageración, es curioso, las neuronas que me quedan se han vuelto más activas, hasta el punto de que al regresar a casa ya tenía escrita la página de hoy, aunque solo en mi cerebro.

Mientras paseaba, evocaba la charla con el merchero, quien me ha relatado su infancia en la calle, como si fuera la mía propia. Aunque la suya fué mas dura al principio. Su familia no tenía casa, se alojaba en las Cámaras de Industria, que no se lo que es, hasta que les dieron un piso en el barrio de la Fuensanta, donde aún reside su hermana.

El accedió después a uno de los pisos de VPO, de las torres construidas en Cuatre Carreres, y allí vive todavía, a un paso del Maravas. Yo estaba equivocado respecto a su origen, pensaba que venía de algún poblado chabolista de otra ciudad, como la mayoría de sus vecinos, pero, no, nació aquí, y al oirle relatar como, de niño, fabricaba sus propios juguetes, y jugaba con piedras, he comprendido que este gitano culto tuvo una infancia como la mía.

Mi lento caminar me ha llevado hasta un lugar en Monteolivete donde la camarera, cuando me vé,dice ¿una manzanilla doble? y yo, cuando la sirve, mientras se enfría, digo, salgo a fumar. Es como una especie de ritual que repito cada lunes, luego me dirijo al centro donde recojo a mi mujer, pero hoy, con tal lentitud, que era ella la que esperaba en la puerta mi llegada, no al revés, como sucede cada lunes.

No sé explicar el bienestar que he sentido en mi ánimo al elegir la lentitud, en lugar de la adrenalina como otros, para estar en el mundo, aunque solo ha sido por un rato.

Luego, al recoger a mi mujer, he debido acelerar un poco. Hemos ido a Carrefour a comprar una batidora, la que tenía se ha roto, y a ver los precios del marisco para Navidad. 90, 60, 44. Bocas grandes, gambas, cigalas 00."

Se me acaba el placer de la lentitud, mi mujer me llama para comer.

 En fin. Elogio de la lentitud.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN) 10 12 18.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Comentarios