jueves, 3 de diciembre de 2009

LAS CUENTAS DEL EMIR

He bajado al Maravillas y Toni servía cafés en la barra como si tal cosa, indiferente al fiasco financiero de la burbuja que ha reventado en el Emirato de Dubai. La vida cotidiana, por fortuna, es refractaria al alarmismo de los titulares de prensa.

Hace unos días, las bolsas de medio mundo han recibido una nueva sacudida porque al parecer, el Emir, el jefe de todo aquello, dice que se llama andana, que no es cosa suya que la corporación mercantil que manejaba todo el tinglado de 'el edificio mas alto del mundo' , las 'islas artificiales' y toda la parafernalia edificada y a medio edificar que contribuyó a hinchar esa burbuja, haya hecho un crack que ha conmocionado, otra vez, las expectativas de la banca internacional.

¿A quien no le gustaría ser, de mayor, como el Emir de Dubai?. Tener una fuente de petróleo en el jardín, una pandilla de cortesanos haciéndole la pelota y un selecto grupo de financieros poniendo la pasta para financiar sus sueños megalómanos, al parecer con la sola garantía del prestigio del Emirato.

El prestigio es una sustancia volátil, mas ligera que el aire, que puede elevarse hasta el paraíso, pero pertenece a esa clase de gases que, por su composición, no pueden transformarse cuando hace falta en papel moneda.

Usted, o yo, vamos a una entidad financiera a pedir un crédito personal y, si no somos emires, por cada pela que nos dan, nos exigen tres en garantías reales, inmuebles y esas cosas. Llamaba por teléfono el emir para pedir unos miles de millones para esa corporación de la que ahora se habla en la prensa financiera y los banqueros perdían el culo para formar parte del sindicato que atendía sus peticiones sin que, al parecer, el emir firmara nada.

Hace un año y medio, una compañera de mi hijo mayor le contaba que el Aeropuerto de Dubai estaba lleno de coches de lujo que sus dueños, ejecutivos que ya no podían trabajar en el Emirato, abandonaban sin mas, porque huían en masa a causa del nivel astronómico de los alquileres que la burbuja inmobiliaria había desatado, y que ya no podían pagar.

Recibí esa información sin darle mayor importancia. Ya la había olvidado, cuando me ha sorprendido la noticia del crack financiero de los negocios con Dubai, así que no puedo reprochar que los analistas no se hayan enterado de nada hasta que la cosa ha reventado.

Recuerdo haber visto en la prensa local de Heliópolis, imágenes de supuestos proyectos para instalar una de sus plataformas flotantes en nuestro litoral. Menos mal que la megalomanía de nuestros gobernantes autonómicos y municipales se detuvo a tiempo, porque de haber contratado con una de esas corporaciones, así como el Emir se inhibe de responsabilidades, aquí tal vez nos habrían caído encima de nuestras administraciones contratantes, las consecuencias financieras de ese crack.

Por otro lado, como la banca es hoy un entramado mundial, falta por saber cuales van a ser las consecuencias de ese crack en nuestro sistema financiero. No sabemos quienes han participado directamente en la financiación de esos proyectos, ni tampoco si a través de los sofisticados mecanismos de financiación internacional lo han hecho indirectamente.

Esperemos que quienes han participado en la financiación de esa burbuja, contribuyan a arreglar su estallido sin mayores daños, no vaya a ser que tengamos que contribuir a pagar, de algún modo, las cuentas del Emir, bien porque la banca española resulte perjudicada directamente, bien porque su morosidad y su liquidez se vean afectadas, aunque sea indirectamente, por el fiasco dubaití.

Cuando ya habíamos embalsamado y enterrado bajo siete llaves a Marx, lo habíamos declarado anticuado y obsoleto, ahora resulta que sus textos más técnicos, menos ideológicos, los que describían con detalle de orfebre los mecanismos que generaban las crisis del capitalismo, son de una actualidad sorprendente, como si hubieran sido escritos anteayer.

Lo que me sorprende de todo esto, mas que la propia crisis, es el hecho de que estando disponibles en las bibliotecas los textos que describen perfectamente el desenlace inevitable de los movimientos marcados por las olas especulativas, las llamadas burbujas, por no mencionar el comentario informal de la compañera de mi hijo cuando pasó, hace año y medio, por el Aeropuerto de Dubai, nadie haya hecho nada para detener a tiempo la locura especulativa mundial, en su momento, ni el reciente fiasco del Emirato, y los Estados solo se hayan sentido obligados a actuar ante la inminencia del derrumbe.

Tal vez esa sorpresa viene dada por el olvido de la historia. A Julio César le advirtieron sus augures, y su mujer, el día de su muerte, que no fuera al Senado. Tampoco hizo caso. La soberbia de los poderosos no tiene límites.

Ahora mismo, el sistema financiero y corporativo mundial está, básicamente, salvo contadas excepciones, en las manos de los mismos que han contribuido al estallido de la crisis. Eso si, nos dicen que van a hacer reformas. Esperemos que sean efectivas.

Por otro lado, hoy se han recuperado las bolsas muy rápidamente. También podría haber ocurrido que alguien haya extendido un rumor, para comprar barato. Cualquiera sabe. En todo caso, una cosa es evidente, estamos a merced de los poderosos.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN.COM) 3-12-09.

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