sábado, 5 de diciembre de 2009

REVOLUCIÓN TECNOLÓGICA

El revuelo que se ha armado estos días alrededor de Internet es tan considerable, que casi todos los que se han sentido afectados de uno u otro modo por ese conflicto han dado su opinión en la red, en la prensa y la televisión estos días. Editores, periodistas, directores de cine, músicos, internautas, abogados y políticos se han esforzado en hacer entender sus puntos de vista sobre el tema.

Parece que tal abundancia de opiniones informadas hace innecesario cualquier añadido, sin embargo, hay un par de cosas que no he visto ni oído que pueden ser de interés general.

Comencemos por desmontar el mito de la gratuidad de los contenidos de la red, contra la que han arremetido no pocos opinantes. En la red no hay nada gratuito, lo que pasa es que la pasta de los internautas se la llevan los grupos de telecomunicaciones que han establecido las autopistas que permiten la circulación de 25 millones de internautas, (El País) solo en España, cuyos costes de mantenimiento no justifican, en absoluto, las astronómicas cantidades que cobran mensualmente a los usuarios.

Para mi es un misterio porqué nadie ha pensado en detraer de esos márgenes desaforados las retribuciones por sus contenidos que reclaman, con toda legitimidad, desde su punto de vista, los diversos grupos que se sienten agredidos en sus intereses, aunque hay mucha gente joven que no entiende que una obra creativa lleve aparejada una renta vitalicia.

Los internautas ya pagan, y mucho, por su acceso a la red. No creo que ninguno se oponga a que, de los astronómicos beneficios de las compañías de telefonía, se destine una parte a satisfacer las reivindicaciones de los creadores, sin que eso suponga un aumento de las tarifas, sino que salga de los beneficios extraordinarios que esas compañías obtienen, porque los gobiernos han destinado miles de millones, con los impuestos de todos, a crear las infraestructuras que permiten a esos grupos su facturación actual.

No voy tan lejos como mi hijo menor, que reclama la gratuidad de las comunicaciones telefónicas, en general, porque la tecnología automatizada con la que operan hace que la brecha entre costes y precios que aplican se traduzca en unos márgenes exagerados.

Por lo demás, el asunto es tan amplio, afecta a tantos colectivos de la industria de la cultura, que es obligado ensayar un enfoque particular, para luego intentar una visión algo mas general. Por consiguiente, me voy a centrar, ahora, en las relaciones, los conflictos y las sinergias entre Internet y periodismo escrito.

Internet nació como una red de comunicación exclusiva entre los estados mayores de los ejércitos, blindada contra el acceso de los no iniciados. Entre ese origen restringido y la generalización planetaria de su uso hay un salto tecnológico que recuerda una de las fuerzas a que aludía Sampedro en su libro 'Las fuerzas económicas de nuestro tiempo', que cayó en mis manos allá por los años setenta, la 'aceleración técnica' , que es el antecedente de la revolución tecnológica que ahora está presente en toda su dimensión, y que enmarca los conflictos de los que hablamos.

La prensa escrita es mucho mas antigua. Quienes arremeten contra la 'gratuidad' de contenidos en Internet, conviene que recuerden algunas singularidades de su producto. Los contenidos de la prensa escrita comenzaron a divulgarse en las plazas de los mercados, entre una población mayoritariamente analfabeta, a la que un lector trasladaba las noticias del día.

Ahora mismo, en los mostradores de los bares, en las consultas médicas, en las bibliotecas, hay ejemplares de diversos periódicos que muchos clientes ojean, con mas o menos interés, porque alguien, que no son ellos, ha comprado esos periódicos. Los periodistas, y los editores, saben bien que una cosa es la tirada material de los periódicos, y otra los impactos que esos periódicos producen entre los lectores, mas numerosos que los compradores del producto de sus ediciones.

La publicidad, cada vez mas, retribuye ese número de impactos, que se pueden medir con procedimientos fiables. En la página 'Democracia, Prensa, Internet' de marzo de este año, defendía el enorme potencial de las sinergias entre los medios de comunicación tradicionales y la red, como un medio de amortiguar el impacto en sus cuentas de resultados de la revolución tecnológica.

Desde entonces, observo que algunas empresas de comunicación, la 4, en particular, han incorporado a su negocio esas sinergias, y la presencia de Internet en los telediarios, como la de la versión digital de sus noticias en la red, aumenta progresivamente. Ese es un camino para hacer frente a los cambios tecnológicos.

Aquella página surgió como un intento de sumar argumentos mas positivos, a las recurrentes quejas y protestas de periodistas y creadores culturales contra el fenómeno de Internet. Ahora, con ocasión del conflicto surgido por el proyecto de Ley que incluye medidas de control sobre los contenidos bajados de la red, otra vez vuelvo a leer en la prensa escrita los mismos argumentos.

Coincido con Emili Piera en que, mientras haya periodistas, habrá periódicos, y que sin periodistas y periódicos no habrá democracia. El asunto es como afrontan las empresas periodísticas un cambio tecnológico tan fuerte, sin riesgo de desaparecer. No comparto otras opiniones que he leído, centradas exclusivamente en la gratuidad.

Las revoluciones tecnológicas históricas, nunca han podido ser detenidas. El vapor sucedió a la energía animal, el petróleo al vapor, y las renovables acabarán con el petróleo, así es la cosa. La cuestión es que posición, que medidas estratégicas adoptar para adaptarse a los cambios tecnológicos, y como hacerlo de forma que no desaparezcan los periodistas, ni los periódicos, con los que tenemos una deuda histórica por su defensa de la democracia y su denuncia de los comportamientos abusivos que perjudican a los ciudadanos.

Un camino es el de las sinergias, el del aprovechamiento de las cosas positivas de ambos mundos, el de la prensa escrita y el de la red, de modo que se potencien mutuamente. Si la publicidad es el renglón mas importante de los ingresos de las empresas periodísticas, ampliar el número de sus lectores mediante el soporte de la red, debería ser el acceso a una fuente de mayores ingresos, aunque al parecer, por el momento, no se ha consolidado.

Una campaña agresiva para conseguir mayores ventas por medio de suscripciones, podría ayudar. Seguro que hay un número de lectores fieles que responderían a la llamada. En fin, no soy un especialista en gestión de periódicos. De hecho, nunca he dirigido ninguno, pero percibo en las opiniones que leo y escucho una reacción algo irracional ante un fenómeno puramente técnico. Hay un cambio tecnológico y hay que adaptar las empresas a la nueva realidad. No me parece que los lamentos y quejas contribuyan, en nada, a la solución de ese problema.

Del mismo modo que los periódicos, la producción musical, los cineastas, los editores, se enfrentan al hecho de que unos contenidos que antes tenían un solo soporte de consumo cultural, ahora pueden ser consumidos desde múltiples soportes y con distintos procedimientos. Si yo fuera un marciano, y me dijeran eso, respondería, ¡Eureka!, están ustedes en una senda de progreso. Como no lo soy, escucho y leo a unos y otros, creo que para que ese progreso se materialice, primero hay que pasar por un proceso de ajuste, en el que los intereses de unos y otros encuentren una vía de conciliación, pero que no me digan que Internet es gratis, porque no lo es.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN.COM) 5-12-09.

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