miércoles, 23 de diciembre de 2009

NIEVE

Ayer, finalmente, decidimos ir en busca de la nieve. No la nieve deportiva de las estaciones de esquí, ya que la rigidez de nuestras osamentas ya no la resiste, sino la nieve contemplativa de los paisajes rurales y urbanos. Tomamos el tren de las nueve cuarenta con destino a Teruel, pero solo vimos, por el camino, manchas aisladas de nieve vieja sobre la superficie del suelo de turba, que comenzaron a aparecer en el llano de Barracas y se hicieron mas frecuentes y extensas en el tramo del recorrido a partir de Sarrión.

Al llegar a la capital turolense, pudimos comprobar que una ligera llovizna y el suave viento del suroeste habían hecho desaparecer los cúmulos de nieve que, en nuestra desinformación, esperábamos encontrar en nuestro destino turístico de un día. Pasamos las horas pateando Teruel bajo la llovizna intermitente, hasta que dejé a mi mujer que siguiera su ruta turística libre de mi compañía --solo teníamos un paraguas-- y me refugié en la biblioteca pública, para cobijarme del clima, solo relativamente desapacible, pues la temperatura no era desagradable.

Entré en la sala de la biblioteca rotulada con el cartel de Hemeroteca, pero allí no había ni un maldito periódico. Me acomodé junto a una mesa y tomé de los anaqueles un ejemplar de la revista científica Investigación y Ciencia. Uno de sus artículos trataba de LUCA, nuestro último antepasado común universal, una vida unicelular que al parecer ya existía hace tres mil quinientos millones de años.

A mi, la verdad, me dicen una cifra como esa, 3.500 millones, y tanto si se trata de años, como de Euros, soy incapaz de entenderla, tan lejana está de mis experiencias cotidianas, pero los científicos que firman el artículo afirman que han estudiado genes y proteínas de aquel ancestro, han establecido comparaciones con la vida celular actual, han formulado hipótesis, han calculado probabilidades y estiman que la vieja hipótesis de que la vida primigenia se desarrolló en una sopa
ancestral muy rica en nutrientes, debería ser corregida, pues algunos elementos que se daba por supuesto encontrar en aquella vida unicelular primaria pueden haber aparecido después, como consecuencia de complejos procesos que mi ignorancia en la materia me impide comprender.

Terminé de leer el artículo con la sensación de que hay una división del trabajo en el quehacer científico, unos se dedican a escudriñar el pasado mas remoto y otros investigan para establecer hipótesis que se aproximen a lo que nos podría deparar el futuro en el siglo en que vivimos.

Ambos enfoques tienen líneas de coincidencia, si consideramos que los oceanógrafos y los paleoclimatólogos recogen muestras de sedimentos marinos muy antiguos y esas evidencias aportan mucha información sobre lo que ocurriría si la corriente del golfo, que sale del estrecho de Florida y pasa por el Atlántico Norte, y tiene, al parecer, una influencia notable en el clima, se interrumpiera.

Un documental emitido anoche en la 2 trataba, precisamente, de esa hipótesis. Al parecer, las muestras sedimentarias marinas incluyen fragmentos de rocas precipitadas a los fondos marinos por los numerosos icebergs que en otros ciclos de calentamiento el deshielo aportó a los océanos.

Lo curioso del asunto es que ese aporte masivo de agua dulce a la corriente del golfo, pudo haber disminuido su salinidad, su densidad, y tal vez interrumpió ese aporte de agua cálida al Atlántico norte y contribuyó a crear las condiciones para las glaciaciones que asolaron Europa en épocas pretéritas.

Uno había oído hablar de la corriente del golfo, de las glaciaciones, --un viejo libro de Günther Grass, 'El Rodaballo', editado mucho antes de que la conciencia ecológica fuera visible en los medios de comunicación, repite de modo casi obsesivo la expresión 'la próxima glaciación', a lo largo del texto, lo que parece indicar que Grass tenía una noción geológica del tiempo, lo que no era muy frecuente por entonces-- pero para mi es un descubrimiento –tardío-- ver expresada la relación entre calentamiento global y glaciación de una manera tan clara.

La hipótesis que mostraba el documental se puede sintetizar así. La corriente del golfo influye en el clima, aportando aguas cálidas a zonas del planeta próximas al Atlántico Norte. Un calentamiento excesivo, como el que se está empezando a constatar, afecta a las masas de hielo que existen en ambos polos, en los glaciares y en ciertas costas que, al disminuir, aportarían ingentes cantidades de agua dulce a los océanos, que afectarían a la salinidad y a la temperatura de la corriente del golfo que, en algún momento que no es posible determinar aún, podría detenerse, rompiendo el ciclo de su circulación y se estima que esa eventualidad haría disminuir en diez grados la temperatura de las tierras que ahora disfrutan de un clima mas benigno gracias a sus efectos.

O sea, nieve. Inviernos siberianos mas acá de Siberia. Nieves perpetúas en tierras ahora habitadas. Nieve, nieve, nieve, esa nieve que ayer buscamos, sin encontrarla, podría ser el paisaje, no deseado, de nuestros nietos.

Algo así podría ocurrir, pero, para nuestra suerte, no parece que vaya a ocurrir mañana. No obstante, a quienes tenemos una noción geológica del tiempo y apreciamos la idea de que nuestros nietos puedan vivir en un entorno climático no degradado, nos gustaría que toda esa tropa de presuntos inútiles que gobierna el planeta asista a un curso acelerado para aprender a conciliar lo urgente y lo importante y, si a pesar de todo no se aclaran, como parece haber sucedido en la conferencia de Copenhague, nos pregunten a nosotros.

Un referéndum climático extendido a todo el planeta comienza a ser necesario, para que los ciudadanos expresemos nuestras prioridades, nuestras necesidades y nuestra percepción sobre lo que consideramos verdaderamente importante y urgente, al margen de las infiltraciones de escoria que suelen habitar el debate político.

Nieve. No vimos nieve en Teruel, excepto los restos amontonados por las quitanieves, pero en un bar del óvalo pudimos tomar unos huevos rotos con jamón y rabo de toro, con vino y postre, por diez euros por cabeza, luego compramos una longaniza de Aragón en Muñóz. Teruel, con nieve o sin ella, tan acogedor como siempre.

FELIZ NAVIDAD.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN.COM) 23-12-09.

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