viernes, 30 de julio de 2010

AGOSTO

He bajado al Maravillas y el repertorio de chistes era algo singular, como cada fin de mes. En realidad no se trataba de varios chistes, sino de variaciones sobre uno solo. Cada nueva versión omitía una palabra, hasta llegar a la última, constituida por una expresión meramente introductoria, que dejaba el resto sin construir. Una regresión aritmética de grado menos uno, (existe tal cosa?), un tema sinfónico que se repite, obsesivo, restando cada vez una nota. Terminada su demostración matemático lingüística, Tony ha dado la noticia. Este año abrimos la primera semana de Agosto.

Agosto es el mes de los polos de horchata y de los cruceros, pero mi mujer jamás consentirá que nos apuntemos a uno de ellos, porque se marea.

Se marea no solo sobre el mar sino en tierra. Reconozco una parte de responsabilidad en su síndrome de aversión al tráfico, sea marítimo o terrestre, porque soy un conductor indeciso, de esos que nunca saben si deben girar a la izquierda o a la derecha, y a veces dan varias vueltas alrededor de la isla de una rotonda antes de
encontrar la salida.

En mi descargo diré que, una vez resueltas esas indecisiones, circulo por las vías interurbanas sin aceleraciones ni frenazos, manteniendo una velocidad regular de crucero (nunca mejor dicho), no hago adelantamientos bruscos o inesperados, sino que tengo un sentido innato de la anticipación para evitar esas maniobras inadecuadas y, de hecho, mi mujer nunca se marea conmigo en la carretera, lo que si le ocurre con otros conductores amigos.

Que no se maree no significa que nuestros viajes sean placenteros. Como algunas personas que han conducido hace años, y lo han dejado, ha desarrollado una seria fobia al tráfico que parece derivarse de un pánico irracional unido al hecho de que no es ella la que controla el volante, y el resultado es que sus contínuos avisos de supuestos peligros llegan a poner al conductor al borde del ataque de nervios.

En esos casos, lo mejor es detener el vehículo, hasta que ambos nos calmamos, y ofrecerle dos altenativas, que ocupe el asiento de atrás, donde su percepción del tráfico en la carretera sobre el que no tiene ningún control es menos amenazante, o sugerirle que vuelva andando a casa. La primera alternativa es la mas adecuada.

La tendencia al mareo de mi mujer es legendaria, conocida por todos nuestros amigos con los que hemos compartido durante décadas viajes por las carreteras nacionales
cuando la red de autovías no era tan extensa. Recuerdo un viaje a Albarracín, en un coche ajeno, compartido, en el que las molestias físicas comenzaron a manifestarse cuando aún estábamos en Bétera o por ahí, un pueblo muy cercano a Heliópolis.

Los episodios mas graves de esa tendencia de mi mujer se manifestaron en dos escenarios distintos. Subiendo en autobús a la ermita de El Remedio, con un grupo de aficionados al vino, hubo que parar en una curva, poner su cuerpo medio inconsciente por la lipotimia sobre un banco y esperar a que se recuperara. La etapa de quinientos kilómetros en autobús, por el interior de Marruecos, recién desembarcados en Ceuta en un viaje turístico por las cinco ciudades mas emblemáticas del Reino Alahuita, fue la otra prueba severa para su escasa resistencia al mareo. He de decir que mi mujer tiene un temperamento heróico y jamás ha renunciado a viajar por esa fragilidad suya, que combate con pastillas, pero es comprensible que, consciente de esa fragilidad, se oponga frontalmente a apuntarse a un crucero.

Antes de sentarme a la mesa del ordenador he ido a buscar un litro de horchata, sin azúcar, porque esta tarde vienen un par de amigos, uno de ellos con problemas de diabetes, a echar unas manos al Continental, pero la horchatería solo abre por las tardes, así que he tenido que aplazar las labores de aprovisionamiento. Antes de ir
a buscar la horchata he pasado por el banco a retirar la totalidad de mi pensión para pagar una nueva nevera Taver que me traen el lunes a la casa de la sierra.

Hago observar que he escrito Taver, no Taber, como en la página del blog 'La Nevera'.
No se trata de un lápsus de mi memoria ortográfica, sino de una estratagema que seguí
en la página citada, para no referirme literalmente a esa marca, pues acusar de homicidio frustrado a su servicio técnico, aunque fuera en el marco de la ficción, podría haber derivado en algunas molestias legales, de las que no me gusta ser objeto.

Agosto es el mes de los cruceros, de los polos de horchata, de la horchata sin azúcar (solo por las tardes), de los baños en las aguas de los pantanos, este año con unas altas tasas de mortalidad, de los veranos calurosos o insoportables, como dijo un experto en meteorología el otro día, del aire cargado de yodo a la orilla del mar. Según mi médico, el punto de la costa mediterránea mas rico en yodo es la playa de Malvarrosa de Corinto, también llamada Almardá, al norte de la costa de Heliópolis, donde veraneamos durante veinte años.

Este año pasaremos parte del mes de Agosto en la sierra, pero, de momento, seguimos aquí. Agosto, que ustedes lo disfruten.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN.COM) 31-07-10.

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