sábado, 10 de julio de 2010

BARES II

He bajado a Valiente, `porque hoy el Maravillas cierra, y el bar de los locos, mas cercano, aún no está abierto. Me han servido un café con posos, como en tiempos de la achicoria. Mientras mi lengua se mueve intentando eliminar la dispersión de sólidos que habita mi paladar, dudo entre escupir en el suelo o tragarme los posos. Por una elemental cortesía hacia los clientes de bar, me he tragado los posos y esa laboriosa deglución ha estimulado mi memoria mas antigua.

Hubo un tiempo, llamado por algunos los años de plomo, en el que tomar una taza de café no estaba al alcance de la mayoría de la población, porque se vivía en la escasez, y el precio en el mercado negro de ese producto era semejante al del buen caviar.

Uno de los sustitutos, junto con la malta, de esa estimulante bebida, era la achicoria, un vegetal desconocido por los consumidores actuales, y los procedimientos domésticos de su elaboración dejaban abundantes posos, que se reducían, sin disminurlos del todo, con el colador.

La memoria gustativa es caprichosa. A medida que cumples años, tiende a volverse mas permanente. Los posos del café me han llevado a evocar los tiempos oscuros, me gusta llamarlos así porque en la época de la dictadura y la achicoria, las ciudades no estaban iluminadas como ahora, y cuando salías a tomar una copa después de las once de la noche, era muy raro encontrar un local abierto.

Oscuridad es la sensación que se me impone al evocar esos años. Para mi, siempre serán los tiempos oscuros, aunque entiendo que otros los llamen los años de plomo, no se si por el mucho plomo que recibían quienes mas se comprometían con la lucha activa por las libertades.

Algunos opinamos que las libertades que disfrutamos ahora son, sobre todo, formales, lo que implica una cierta mirada crítica y una legítima demanda de su profundización, pero cualquiera
que haya vivido en los tiempos oscuros, los de los posos de la achicoria, la ausencia de iluminación urbana, y la falta absoluta de libertades, personales y coolectivas, democráticas y constitucionales, sin abdicar de esa mirada crítica, apreciará como nadie andar por las noches por las calles democráticas, con locales abiertos hasta la madrugada, sin temor a que la policia te coaccione, sin tener que dar palmas para llamar a una dudosa autoridad con chuzo y gorra de plato que tiene las llaves del portal de tu casa, y sin saberte observado por ojos ajenos que se interesan por tus preferencias políticas, por tu identidad sexual, por si eres o no peligroso socialmente.

Deambular en la noche democrática de Heliópolis y recalar en Valiente para tomar un café, aunque sea con posos, es una experiencia gratificante que, quienes venimos de los tiempos oscuros, apreciamos mas.

(continuará)../..

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN.COM) 4-07-10.

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