martes, 20 de julio de 2010

EL PODER

En su artículo de hoy en 'Levante', 'El Hilton de la desmesura', Vicent Álvarez cita tres cadáveres de la política fallida de grandeur urbanística del barrio en que vive, el Hilton, el nuevo estadio de fútbol y la destruída huerta de Campanar, y se hace una pregunta retórica, de esas que se formulan sin ser contestadas.

'¿Pot el poder actuar d'una forma tan poc seriosa sense escoltar altres opinions? Al avanzar en el texo, encuentras su valoración, 'Aquest ha estat el resultat de unes previsions basades en el cement i no en el seny, de un creiximent raonat'

'Raonat', razonado, racional, este es el término clave que permite reformular la pregunta, ¿Es el poder racional?, o si se prefiere, ¿En las relaciones de poder, que incluyen las de los poderosos entre sí, y con quienes no lo son, prevalece la racionalidad, o la irracionalidad?

Si centramos todavía mas la pregunta en el poder político, en situaciones de incertidumbre, y la contrastamos con lo que el poder deja percibir al vulgo de sus actuaciones públicas, a pesar de la limitación que supone observar desde fuera de los entresijos donde se cuecen las decisiones de los poderosos, el panorama que se percibe es que esas decisiones están mas influidas por las pulsiones, las emociones y el miedo político a perder ese poder, que por algún plan racional.

Es decir, que el poder político se muestra en su comportamiento, como irracional, tomando esta expresión como algo que predomina en un conjunto de decisiones, que no excluyen una racionalidad subjetiva.

Para el político en situación de riesgo, las decisiones que toma con el propósito de exorcizar sus miedos, tienen un carácter racional, en términos subjetivos, puesto que están destinadas a la perpetuación de su poder, que es como decir de su ser mas íntimo. Estas decisiones, sin embargo, pueden ser percibidas como irracionales por quienes están fuera de ese ámbito, cuanto mas alejadas estén, y lo están a menudo, de sus intereses y necesidades ciudadanas.

Esta diferente percepción de los actos de gobierno, de las decisiones que afectan a colectivos ciudadanos, por parte de minorías políticas, en situaciones de incertidumbre, como la que ahora vivimos, abre una distancia cada vez mayor entre la demanda de expectativas de los electores, y la oferta que se les transmite, distorsionada en gran medida por factores subjetivos de los decisores, miedo, pulsiones, emociones, motivadas, sobre todo, por factores de corto plazo relacionados con la permanencia de su estatus.

He visto en la prensa de hoy dos ejemplos, bien significativos, de la irracionalidad del poder. Doce páginas ocupan las listas con la relación de admitidos en las universidades públicas de la C.V.Un pequeño gran ejército de potenciales licenciados ,diplomados, doctores, en diferentes disciplinas, que se supone se tendrán que integrar en un plazo relativamente corto, en el tejido industrial de Heliópolis.

Al mismo tiempo,recuerdo haber leído un artículo, hace muy poco, que destacaba el
escaso peso de la innovación,la investigación y la ciencia aplicada en el conjunto de las empresas de aquí, salvadas las excepciones de las empresas ligadas con actividades universitarias y científicas,o con conglomerados tecnológicos exteriores.

Ese desajuste, conduce a la irracionalidad los esfuerzos finales de los muchos jóvenes que, debido a que los políticos están entretenidos en otras cosas, no encontrarán un sitio adecuado, pese al sacrificio de otras actividades alternativas que van a realizar.

Las relaciones de poder son así de extrañas, y de imprevisibles. Me he quedado con la boca abierta al leer un cuadrito que informa, de modo sucinto, del patrimonio de Bono, el Presidente del Congreso, pero no por la naturaleza y entidad de sus bienes, sino por el hecho, que me ha parecido asombroso, de que la editorial Planeta le haya
firmado un contrato por una cuantía 4,4 veces mayor que su sueldo de parlamentario.

Quienes estamos fuera de los entresijos del poder, somos tan ingénuos, que nos asombramos de cosas que son inherentes a esas relaciones. El atractivo del poder político para sastres o editores, es evidente, pero no parece tener nada que ver con la racionalidad o la irracionalidad, sino con la lógica del mercado que crece con la cercanía entre políticos y lobistas.

A una pregunta unívoca,rara vez se puede dar una respuesta simple.Hay que componerla ,hacerla compuesta, para intentar un mínimo de racionalidad en la respuesta.

A la pregunta,¿Es el poder racional?, yo contestaría, hoy, que las relaciones de poder hay que descomponerlas, relaciones entre poderosos, relaciones entre poder político y ciudadanos que solo participan de el mediante el voto, y luego quedan al albur de las decisiones subjetivas que toman las personas que dominan los centros de poder.

En el primer caso, mi impresión es que la racionalidad está prácticamente ausente, a menos que consideremos racional una conducta subjetiva marcada por jerarquías y miedos, en una situación de incertidumbre.

En el segundo caso, la percepción de los ciudadanos sobre la racionalidad de las decisiones que les afectan a ellos, hay que relativizar un poco mas la respuesta. Decisiones que hace unos años aparecían como racionales, ahora se perciben como desastrosas, como es el caso de la grandeur inmobiliaria a que se refiere Álvarez al contemplar su barrio. La situación ha cambiado.

No obstante, a pesar de ese relativismo, intuyo que el peso de la irracionalidad en
las relaciones entre poderosos, se desliza, inevitablmente, hacia las decisiones que nos afectan a todos, cada día, así que he de concluir que, hoy, en esta situación de incertidumbre, las relaciones de poder están marcadas, sobre todo, por la irracionalidad, y esto afecta a todos los ámbitos de poder, cualquiera que sea el espacio geográfico donde operen.

Tal vez, cuando se reduzcan las incertidumbres de todo tipo que marcan este momento
podamos esperar una vuelta a la racionalidad, si es que tal cosa ha prevalecido alguna vez.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN.COM) 20-07-10.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Comentarios