martes, 13 de julio de 2010

GRISES

"La belleza es gris en la tarde de julio. La suave transparencia de la lluvia blanda --te atravesó la lluvia y supe que eras recuerdo-- acentúa la brillantez de la vida vegetal en el patio del viejo cuartel abandonado.

El árbol da flores amarillas en la copa mojada que se eleva por encima de los tejados y todo el aire está saturado de una textura húmeda que impregna la ciudad quieta tras la ventana.

Un contínuo de nubes que se oscurecen, con su carga liviana, conforma un paisaje aéreo que se extiende sobre el mar y la tierra. Por debajo de ese telón con apariencia de unidad, las gaviotas extienden sus alas y se mecen en las corrientes del viento, buscando alejarse del centro del temporal.

Miro desde arriba de las nubes, sin abandonar mi asiento cotidiano y se me antoja que lo que ocurre aquí abajo, imposible de percibir desde ese punto de vista, es bastante enigmático. Soledades, rutinas, encuentros, abandonos, todo permanece invisible, si tomas altura, a la mirada aérea imaginaria, pero resulta próximo al ojo de los sentimientos.

Toda la vida invisible de las gentes, allí abajo, se percibe como un derroche emocional, una aglomeración de conflictos individuales que, aquí, sobre las nubes, inmerso en la belleza de los grises, parece excesivo, innecesario.

En este plano contemplativo uno se envuelve, sin querer, en la soledad apacible de la ausencia de deseos. Hay algo angelical en ese estado. Basta elevarse un poco, por encima de la superficie cotidiana, para percibir una rara sensación de equilibrio imposible de alcanzar cuando vives inmerso en el inevitable conflicto entre la realidad y el deseo.

En la tarde de julio, la belleza es gris y las aves vuelan en pareja, al dictado de sus ciclos reproductivos. La lluvia ha cesado --te atravesó la lluvia y supe que eras recuerdo, escribió un poeta a su hija perdida-- pero los grises permanecen.

Permanecen las flores amarillas en la copa del árbol y las palmeras quietas, --ya no hay viento-- los álamos mojados y las calles desiertas. Heráclito y Parménides, todo permanece, pero solo un instante. La belleza es gris en la tarde de julio, la suave transparencia de la lluvia blanda, la vida vegetal en el viejo cuartel abandonado, la ciudad quieta tras la ventana. Las nubes se oscurecen. Por encima de ellas he volado."

(De un papel recuperado de hace cuatro años)

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN.COM) 13-07-10.

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