"Me incorporé, salté de la cama, me puse las zapatillas y al mismo tiempo permanecí en la cama con los ojos abiertos. Ahora que lo pienso, no se si era yo el incorporado, quien soñaba a la figura tendida y despierta que dormía y soñaba, tampoco quien estaba vivo o muerto, quien era el cuerdo y quien no lo era.
No está en mi ánimo confundir a mis improbables lectores, sobre todo a los mas jóvenes, con el viejo asunto del doble, sobre todo porque esto no es, en absoluto,la enésima variación sobre el viejo tema del doble, sino un relato realista, de quien ya es suficientemente viejo y, tal vez, no suficientemente cuerdo, una expresión de la anticipación de un acontecimiento inevitable. Levantarte un día de la cama y comprobar que aún permaneces en ella, con los ojos abiertos. Algo así.
El reloj de la cocina da las seis y media en la vieja casa campesina y mientras permanezco en la cama del cuarto cerrado con los ojos abiertos, veo a través del ventanuco de la cocina el origen de los lastimeros aullidos, golpes, y ruidos de patas rascando sobre algo metálico, que parecen las protestas de una jauría de animales desesperados.
Los dueños del cobertizo de al lado de la casa, que mantienen allí en cautiverio a cinco galgos en situación de abandono casi permanente, tienen su vehículo todo terreno pintado de blanco con una franja horizontal roja, estacionado delante del cobertizo y meten a los animales en un remolque. La visualización de esa escena real añade información para entender de un modo completo algo que la percepción meramente auditiva del suceso no explicaba en su totalidad.
Lo que mis oídos habían escuchado había sido una comunicación emocional directa desde la expresión de desesperación animal, a la percepción sensitiva de algo que parecía un sufrimiento ajeno, pero sin la imagen que ahora lo sitúa en una realidad completa.
Esa percepción incompleta de la realidad que viene dada por el fraccionamiento de los sentidos, cuando solo la percibimos a través de uno de ellos, vuelve a manifestarse cuando, aún teniendo todos los sentidos despiertos y en acción, intentamos ensanchar los límites de la realidad observada, permaneciendo en la cama con los ojos abiertos, y a la vez, andando despierto por la cocina de la vieja casa serrana. No se puede. ¿O sí?
Se puede, con la imaginación. ¿Es la imaginación otro sentido perceptivo, o es solo una elaboración mental, mas o menos involuntaria, de la información que recogemos a través de los sentidos corporales? No sé.
Lo cierto es que mi intención era descubrir, y contar, las sensaciones que proporciona la contemplación de la Vía Láctea desde la altura serrana, pero un ciclo de luna entera, con su luminosidad extendida, pone un paraguas de luz que dificulta
la observación de las constelaciones, y aquí me tienen, elucubrando sobre el sueño y la vigilia, la realidad y su percepción, la cordura y su ausencia, la vida y su término, y el sufrimiento de los galgos en situación de abandono, cuando la luz del amanecer entra por los lucernarios, y la geometría celeste de la Vía Láctea hace horas que desapareció. La noche serrana, se ha extinguido."
En el interior de la vieja casa campesina, estuve revisando, hasta altas horas de la noche, una caja llena de papeles viejos, entre los que he encontrado, para mi sorpresa, una aseada carpeta de plástico, con su cierre metálico, que contiene la única copia de un relato que presenté a un concurso literario en abril de 1.989, firmado con el seudónimo 'Vicente Catalá' cuya existencia mi memoria había borrado completamente.
La última página del relato lleva la fecha de once de marzo de dos mil veinticinco lo que indica que no solo se trata de ficción, sino de una ficción situada en un tiempo futuro, que nada tiene que ver con la ciencia ficción, aunque se sitúa en un distrito urbano, VIDS, de una ciudad indeterminada.
Junto a la fecha que aparece en la última página, se cita el lugar indicado con siglas en la primera página, con su nombre completo. Viejos Irrecuperables con Demencia Senil. Dos dimensiones, tiempo y lugar, no parecen suficientes para un relato. Al leerlo, la debilidad de la historia, en realidad una acumulación de microhistorias mal hilvanadas, me ha conducido a romper en trocitos sus veinte páginas y arrojarlo a la basura.
En el año de 1.989 sucedieron tantas cosas en la política internacional y doméstica, que esa sucesión de acontecimientos terminó por sepultar bajo los escombros de la candente actualidad la intención de los patrocinadores de aquel modesto certámen
literario, que tuvo su sede en C'an Bermell, un restaurante del Barrio del Cármen en Heliópolis. Nunca se supo el desenlace de aquel concurso interrumpido y, ahora, al releer aquel relato, antes de destruirlo, agradezco que permaneciera inédito.
Veinte años de empeño literario deben dar, al menos, para forjarse un criterio sobre lo que merece, o no, ser expuesto a los ojos de los lectores. Pues eso.
LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN.COM) 27-07-10.
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