Me fatiga pedir un café del tiempo en el bar de los locos y tener que insistir para que me pongan limón. Me produce fatiga que los chicles de clorofila aumenten la tasa de alcoholemia y nadie me lo advierta en el envase. Me causa fatiga recoger el coche del estacionamiento y comprobar que me han robado el espejo retrovisor. Me induce todavía mas a la fatiga que la Skôda cobre por un trozo de espejo no mas grande que mi mano una cantidad inapropiada.
Me inclina a la fatiga leer continuamente en los periódicos que este es un país rico, cuando todos sabemos que el país es de los ricos. La fatiga es, en realidad, mas que una sensación, un sentimiento, al que Borges aludió con insistencia en su escasa prosa literaria. No lo he cuantificado, pero creo que es la palabra mas repetida de cuantas utilizó.
Me fatiga una enormidad que los políticos hablen en mi nombre, solo porque algún sondeo les hace suponer que yo pienso como los sondeados. Me fatigan hasta la saciedad esas expresiones, seis de cada diez, ochenta por ciento, porque yo siempre estoy, por definición, en el otro veinte, entre los otros cuatro, porque ese es el universo de aquellos que tienen conciencia de su propia fatiga, los disconformes, los marginales, los críticos, los humillados, los excluidos, los desesperados, los fatigados.
Me fatiga en especial que alguien crea que está cambiando el mundo, porque el mundo, en lo esencial, no cambia. Solo cambia nuestra percepción de lo que está sucediendo, que suele ser distinta de lo que en realidad sucede.
Me fatiga vivir en la sociedad del fraude, sea este grande o pequeño, se trate de una recalificación de terrenos, de una contrata de basuras, de una operación futbolística especulativa, de la malversación de caudales públicos. Que la generalización del fraude se acepte con tanta naturalidad por la población defraudada, como si fuera un fenómeno meteorólogico procedente del Siroco calabrés. --Buenos días ¿que tal? Parece que hoy va a llover fraude, ¿eh?. --Solo aquí, en el norte dicen que va a brillar el sol.
Me fatiga, fisicamente, el grado de humedad de este antiguo pantano, ahora reconvertido, por quienes lo administran, en Jauja, el mejor lugar para vivir --ellos-- del mundo mundial.
Lo que mas me fatiga, hasta la extenuación, es que Fenoll, un tipo patibulario, comprara votos para regalarlos a una alcaldesa del PP --¿Me oyes, Mónica?-- a cambio de la contrata de basuras oriolana, me parece mas lacerante aún que los vendieran por un precio irrisorio, una merienda, aunque eso indique la calidad del voto a la derecha en esta región calabresa que pasa por ser Heliópolis.
Me fatiga la idea de marcharme, de emigrar, porque son pocos los lugares en el mundo libres del expolio, el abuso, el fraude, la corrupción política y civil, la obscenidad de las desigualdades extremas, aunque algunos hay, mucho peores aún que este. Entonces, la idea de marcharme me fatiga, porque, ¿adonde voy a ir?
Me fatiga, mas que nada, mi propia fatiga. Esa sensación, ese sentimiento al que Borges aludió con insistencia en su prosa literaria, escasa, pero fatigada.
(Versión revisada de un papel de hace cuatro años, el último que, de momento, tengo sobre la mesa)
LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN.COM) 14-07-10.
Me encanta, es redondo!
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