lunes, 13 de septiembre de 2010

ABANDONOS

Mas de cuatrocientos animales pueden quedar en situación técnica de abandono por el cese en la actividad del Safary Park, en Vergel. Abandono es una de las situaciones mas crueles que puede experimentar un ser vivo, sea humano o animal, porque está marcada por la incertidumbre. Vivimos intentando alcanzar alguna certidumbre, una suerte de muleta sin la que nos sentiríamos en permanente zozobra. La relativa certidumbre de que, cuando insertamos la llave en la cerradura, al traspasar el umbral nos encontraremos con nuestra pareja.

Los animales en trance de abandono del Safary Park puede que carezcan de raciocinio
pero están dotados de instintos y emociones. El instinto de supervivencia, común a todos los seres vivos, activa la emoción del miedo para escapar del peligro en situación de incertidumbre.Seguramente, habían establecido una relación de confianza con sus cuidadores, con quienes les facilitaban la comida, con los veterinarios que cuidaban de su salud. Esa era su muleta para no sentirse en permanente zozobra, aún en las condiciones de cautividad en las que vivían.

Los humanos, también abandonan y son abandonados. Una de las formas mas crueles de
abandono tal vez sea la de ir a por tabaco, porque deja al abandonado en la mayor incertidumbre, sin saber del motivo del abandono, si quien abandona lo hace de un modo temporal o definitivo. Si solo lo volverá a ver en ese programa de televisión, 'Españoles en el mundo', declarando, desde una playa polinesia, que está allí porque un día, de pronto, sintió la necesidad, la pulsión irresistible de romper con su vida anterior.

Pero, hablamos del abandono animal. Una vez cometí la torpeza de dejar olvidado a mi perro Lucas, atado al tronco de un arbol en un seto urbano. Me fui a hacer un recado, que me ocupó durante varias horas, y me olvidé de Lucas. Al regreso, me preguntaron por Lucas. Ahi va, se me ha olvidado. Bajamos al lugar donde lo había dejado y no estaba. Afortunadamente, el perro no estaba lejos. Una niña se lo había llevado. Iniciamos la búsqueda y enseguida, al ventear el perro nuestra presencia, se deshizo de quien lo sujetaba y vino hasta nosotros a galope tendido. Fue un reencuentro afortunado, y la expresión alegre de Lucas parecía indicar que se había sentido abandonado, y ahora se sentía feliz de habernos encontrado. Éramos su muleta,
la mínima certidumbre necesaria para no sentirse en permanente zozobra.

Hay otras formas de abandono temporal. Resido ocasionalmente en una casa en un medio rural, situada en el ámbito de un coto de caza. Junto a la casa hay un cobertizo, y dentro, en situación de cautividad casi permanente, hay cinco galgos, o podencos?, no los distingo, no soy cazador, que viven allí encerrados, entre sus propias heces, aunque veo que sus dueños les proporcionan comida y, de vez en cuando, los sacan del encierro. Los aullidos lastimeros de esos animales cuando su soledad se prolonga durante varios días, parecen la expresión del desasosiego que les causa la incertidumbre de ignorar si su abandono es temporal, o definitivo.

No soy cazador, pero cuando estoy en esa especie de refugio apartado del mundo, veo pasar a un furtivo con su todo terreno en direccción al monte. Digo yo que será un furtivo, por la nocturnidad y el sigilo de sus incursiones, seguramente dedicadas a
capturar algún jabalí, o algún otro animal, atrapado en los cepos que dispone, seguramente para atender algún encargo. Estoy seguro de que el no se siente furtivo, porque ha nacido allí y considera aquel entorno su territorio natural. También estoy seguro de lo del cepo, porque cuando compré la casa, que era de su familia, dejó olvidado uno de esos crueles artilugios y cuando quiso recuperarlo, le dije con la
mayor sangre fría que no estaba allí, aunque cuelga de una pared. En lugar de un instrumento de tortura, ahora es un objeto que cuelga de la pared, como la cornamenta de un venado que cuelga encima de la chimenea, porque es un obsequio de otro cazador.

No soy cazador, pero por el azar de uno de los muchos desempeños durante mi larga vida laboral, tuve que supervisar, durante un período de unos quince años, las finanzas de una finca vitivinícola participada por un grupo exportador, en la que
vivía como amo y señor uno de los partícipes, con quien tuve el privilegio de compartir, al correr de los años, una buena amistad. Fue el quien medió para que me vendieran aquella casa en la sierra, y quien se empeñó en que colgara allí aquella cornamente, que aún sigue allí, aunque mi amigo ha vendido su finca y se ha mudado a otra parte.

Durante esa década y media que anduve todos los años por allí, aunque no soy cazador, fui objeto de las atenciones de aquellos cazadores, que lo mismo me obsequiaban con un lomo de venado, una pierna de jabalí, o me invitaban a un arroz con liebre --bien desangrada-- o a un gazpacho de liebre y perdíz.

Aunque no soy cazador, he comido carne de caza. La carne de jabalí me pareció demasiado ácida y salada, en cambio el lomo de venado horneado, acompañado de una salsa de ciruelas claudias, es uno de los platos mas exquisitos que he probado.
En fin. Aunque no he desdeñado comer animales de caza, considero que el abandono animal, al que ahora mas de cuatrocientos ejemplares del Safary Park, están en trance de ser sometidos, es una crueldad no menos censurable que el abandono entre humanos.

Hay formas de abandono entre humanos que no son estrictamente voluntarias. Aquellos que, después de la derrota militar que sufrieron quienes defendian la legalidad republicana en España, abandonaron su entorno familiar para resistir la ola totalitaria del fascismo, en su mayoría no volvieron, y dejaron en la incertidumbre de no saber que había sido de ellos a sus allegados. Los parientes y amigos que ahora buscan sus restos en las fosas comunes, observan perplejos la causa que se sigue contra el juez Garzón porque, dicen, ese asunto jurídico no era de su competencia.

Todas esas personas que han llevado una vida de incertidumbre, llena de zozobra, sabiendo que al abrir la puerta de su casa encontrarían el vacío de una presencia ausente, deben sentirse ahora, además, en una situación de abandono colectivo, porque la justicia española, a diferencia de otras, no solo es ciega, sino además sorda a las justas demandas de ese colectivo que clama reparación sin recibirla.

El abandono es una de las situaciones mas crueles que puede experimentar un ser vivo
sea humano o animal. Una sociedad que,a través de sus instituciones, no se cuida con diligencia de reparar los abandonos de cadáveres anónimos en las cunetas, para que, a través de su identificación, se sanen las dolorosas incertidumbres de esas ausencias, ni pone en marcha mecanismos mas eficaces, para prevenir y erradicar el abandono y el maltrato animal, es una sociedad con un grado de crueldad impropio del
carácter civilizado que se atribuye.

En fin. Abandonos. Ha salido así.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN.COM) 13-09-10.

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