domingo, 5 de septiembre de 2010

LA FIESTA DE LA CERVEZA

En Múnich, la capital de Baviera, celebran todos los meses de Octubre una multitudinaria fiesta de la cerveza, equivalente a nuestras fiestas de la vendimia, donde paisanos vestidos de tiroleses y turistas borrachos se ponen ciegos de la bebida espumosa, sin ningún prejucio sobre su color. Igual les da que sea negra, rubia o cobriza, lo importante es que esté disponible el mayor número de barriles posible para permitir la repetición ritual de esa celebración que consagra el carácter ancestral
de esa bebida que algunos dicen que inventaron los egipcios, aunque con el devenir del tiempo son los abades belgas --es una opinión-- quienes la han elevado a la categoría de arte.

Unos espabilados, presintiendo el tirón de ese reclamo, han montado en Heliópolis, aunque aún no es Octubre, para aprovechar las ganas de fiesta que aún se perciben en septiembre, y como una contribución para retrasar el estrés pos vacacional, un remedo
impresentable de ese acontecimiento en el cauce del viejo río de Heliópolis.

Animados por unos amigos que acaban de regresar de unas cortas vacaciones en Menorca
--Hola, Lola-- donde han disfrutado de una ascensión abacial a los cielos por la mediación de la caldereta menorquina, la torta con sobrasada y miel y otras delicias, además de disfrutar del centro histórico de Ciudadela, la contemplación de la arquitectura colonial de Mahón, las calas de aguas transparentes y arenas caribeñas de la isla y los espléndidos desayunos de su confortable hotel, anoche acudimos a esa supuesta fiesta y esto fue lo que encontramos.

Un recinto cerrado con una valla cutre de plástico, con un solo acceso, y una inmensa cola de gente cuyos rostros expresaban, a partes iguales, fastidio y resignación, por tener que esperar para asistir a una fiesta que tenía todas las trazas de ser una trampa para incautos.

Tras el vallado se adivinaba un conglomerado de mesas, en un entorno mal alumbrado, por no decir bastante oscuro, donde cientos de personas, después de horas de hacer cola, seguramente no podían tomar lo que les apeteciera, sino lo que los organizadores les impusieran, porque ya habían dicho en la cuñas de la promoción que solo servían pintas y litros, pero nada habían advertido de las lamentables colas, el acceso único, y el recinto cerrado.

Como es natural, al advertir el fiasco que era esa supuesta fiesta de la cerveza organizada por cuatro espabilados, a quienes en ediciones sucesivas, los responsables de la cosa debieran denegar los permisos y licencias para tamaña tomadura de pelo, hemos huído del lugar, dejando en la resignación y el cabreo
a las muchas personas que formaban la cola que nos hemos negado a secundar.

Lo bueno fué que, como nos pillaba cerca de Cánovas, fuímos a cenar a casa Roberto
donde todos y cada uno de los platos que nos sirvieron para cenar de tapeo, merecieron una calificación de notable. La ensalada con tomate, atún escabechado y pimientos choriceros, las últimas clotxinas de la temporada, hechas al vapor sin pimentón, laurel, ni ningún otro aditamento, preservando el sabor y el aspecto inmejorable de esos moluscos autóctonos; unos buñuelos de bacalao sensacionales, de una delicadeza en la boca casi de repostería, unos chipirones en su tinta, para contrastarlos con las 'puntillas' que también nos sirvieron, todo acompañado con unas pintas de cerveza para las que no tuvimos que hacer cola.

Después de la cena y la cuenta, igual de equilibradas en calidad y precio, 60 Euros
los cuatro, nos detuvimos en la zumería cercana para pasar el rato y tomar unos mojitos, al estilo de allí, mas suaves de alcohol, pero mas dilatados de consumir, lo que nos permitió ojear, en los cuarenta minutos que permanecimos allí, un auténtico desfile de mujeres muy guapas, tan guapas como las que nos acompañaban, muy bien vestidas, como si la acera de casa Roberto fuera un escaparate de la Fashion esa que se celebra, o se ha celebrado, no se, en Heliópolis.

Le contaba a Lola lo guapa que encontré a Heliópolis en nuestro paseo del sábado por la mañana, mientras esperaba sentado junto a un velador, porque mi mujer me había dejado tirado allí para irse de tiendas. Volvió con un vestidito blanco que no se ha puesto esta noche, porque dice que deja ver sus bragas. Después de intentar convencerla, sin éxito, de que eso no es un problema, la acompañé a dos tiendas de telas para comprar un forro blanco que resolviera la transparencia de su vestido, pero ese forro, blanco, se había agotado. Se ve que todas las tías de Heliópolis se han comprado un vestidito blanco que deja ver sus bragas, y han agotado las existencias de forros de ese no color.

No nos dispersemos. El motivo de esta entrada es advertir a la gente que ahora se encuentra en Heliópolis de que no caiga en la burda trampa de la promocionada Fiesta de la Cerveza, porque es un verdadero fiasco, cutre y desorganizado, por exceso de celo en su organización.

Lo digo a los cuatro vientos de la red, no solo como aviso para navegantes, sino para estimular a la mucha gente con talento que hay en este país, a ver si organizan otra mejor el año que viene, en Octubre, cuando toca.

De nada.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN.COM) 5-09-10.

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