jueves, 2 de septiembre de 2010

MAGDALENAS

Marcel Proust escribió mas de mil páginas a cuenta del aroma y el sabor de las magdalenas de sus desayunos de infancia y sobre esa metáfora edificó una construcción literaria épica muy singular. El poder evocador de las magdalenas es sorprendente. Hoy, El País lleva dos páginas enteras de información, la 8 y la 9, sobre asuntos presuntamente ilegales que afectan a las burocracias políticas que malgobiernan Heliópolis, y en la letra pequeña se puede leer que la alusión 'Magdalenas' denomina, presuntamente, a una persona o empresa que pagaría las deudas del PP.

El PP de Heliópolis ha emitido un comunicado --algo patético-- en el que acusa a quienes vigilan actividades presuntamente ilegales, de vigilarlas, cuando se les paga para eso. Además, 'Se reserva su derecho a actuar contra quienes impunemente intentan atacar el honor de este partido o se hagan eco de (ese mensaje) sin dejar claro que se trata de una nueva manipulación política'. Que miedo. Tamaña amenaza aconseja situar esta patética historia en tiempos del primer emperador de la dinastía Qin, por si acaso.

"En las extensas planicies de la China milenaria, los ejércitos de Qin arrasaron los antiguos dominios de los Cinco Tiranos y los Siete Reinos, y sobre esas cenizas el primer emperador estableció su poder omnímodo, valiéndose de mandarines, cónsules y una extensa y compleja casta de funcionarios imperiales, en la primera experiencia histórica de gobierno centralizado sobre una extensión de dimensiones continentales.

En su momento, pudimos ver las representaciones en terracota de aquellos ejércitos
que acompañaron en su sepulcro al primer emperador de la dinastía Qin, quien tuvo el buen gusto de no hacer sepultar con el a los soldados vivos que sirvieron a los artesanos de modelos, abandonando así la costumbre establecida por sus antepasados.

Menos espectaculares que las figuras de dos metros de altura, los objetos de jade y ágata nos muestran en las vitrinas la sensible delicadeza y el gusto por el adorno de la moda de la época. Los objetos de uso cotidiano informan con elocuencia de las viejas costumbres puestas en valor por los restos arqueológicos, pero, lo mas sorprendente, es el sello imperial que tiene forma, ¿lo adivinan?, de magdalena.

Hay otro detalle, no menor, que expresa con total evidencia la organización jerárquica del imperio, y es el hecho de que algunos generales ni siquera llevan coraza, lo que parece indicar que mandaban sus ejércitos desde una oficina burocrática instalada en una jaima, sin mancharse siquiera con el polvo de los caminos.

Es lógico imaginar a esos generales impartiendo órdenes a través de sus segundos, enviando los escuadrones, los arqueros y la caballería hacia posiciones de primera línea, mientras su bella espada de bronce, forjada con aristas para favorecer la muerte del contrario, con su funda recamada con apliques de jade, permanece inactiva.

Nuestro general, como corresponde a su posición en la escala jerárquica de las burocracias imperiales, solo depende del emperador, que vive lejos, a quien se limita a enviar de vez en cuando despachos escritos, con el marchamo de autenticidad del sello de la magdalena.

Al parecer, ese invento de las jerarquías burocráticas, ha varíado poco, dos milenios después."

En Heliópolis, tenemos unas jerarquías en la burocracia política que, cumplen, a mi juício, las características típicas de ese invento de los chinos, pasado por el tamiz
de la evolución de los siglos.

En primer lugar, quienes ocupan el máximo nivel en la escala jerárquica de la política responden al tópico de ser los mas incapaces.

El desprestigio social de esa actividad en los últimos lustros es tal, que ha conseguido que las personas realmente valiosas se dediquen a la investigación, prefieran ser empresarios de éxito, artistas, cualquier cosa con la que poder expresar su talento, porque la política ha quedado reservada a quienes exhiben una escandalosa falta de talento.

En segundo lugar, a su incapacidad manifiesta, unen la ductilidad, la facilidad para ser manejados por otros, en beneficio de intereses mas o menos oscuros. Además de incapaces, han de ser manejables.

En tercer lugar, no menos importante, han de tener una fuerte dosis de vanidad, de soberbia, que les impida darse cuenta de que son manejados, de que son incapaces. Han de creerse el gallo del corral, sin apercibirse de que son el cerdo de la pocilga.

Cuatro. Deben gustarles las magdalenas. No solo su aroma o su sabor, deben papearse tres o cuatro al día, para tener contentos a quienes se las suministran.

Hace mucho tiempo que la política en Heliópolis huele a estercolero, donde los burócratas de mas alto rango se revuelven todos los días en su propia mierda, y el hedor es tan grande que ya se percibe desde fuera, aunque los que lo perciben declaran no entender lo que aquí sucede.

No sucede nada especial. Solo que Heliópolis se ha convertido en un lugar extraño, una rara mezcla del imperio de Qin, perfumado por el aroma de las magdalenas de Proust, que disimula el olor a mierda.

De nada.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN.COM) 2-09-10.

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