viernes, 3 de septiembre de 2010

UNA ISLA

Cada hombre es una isla. Los hombres viven juntos, arracimados, pero su profunda individualidad separa a cada uno de los otros, por medio de un espacio insondable que protege y aísla su misteriosa individualidad. Las infinitas posibilidades combinadas de la naturaleza hacen de cada uno de nosotros un raro cóctel con un poso de unicidad personal, sobre el que opera la plasticidad de la vida.

Las encuestas intentan agruparnos, conocer nuestras opiniones, nuestros hábitos, para tranquilizar con la apariencia de la uniformidad a quienes esperan obtener un beneficio acentuando nuestras semejanzas, reduciendo nuestras diferencias, pero los hombres no son iguales, salvo en sus derechos, por imperativo moral.

La plasticidad de la vida opera sobre esa raíz unitaria, singular, con la concurrencia del azar y las fuerzas poderosas que tratan de modelar a los hombres de acuerdo con sus propios intereses. El resultado de esos avatares es impredecible, pero sea cual sea la importancia relativa de cada uno de esos factores, o de otros, como el esfuerzo personal, sobre cada individuo en concreto, el peso de su singularidad continuará presente en su naturaleza. Esa presencia, será mas o menos visible, en función del entorno social en el que habite.

La presión de las sociedades desarrolladas actuales en favor de la uniformidad, se ejerce con tal abundancia y sofisticación de medios por parte de las élites interesadas en obtener beneficios económicos de esa uniformidad ajena, que ha producido una visible dualidad.

De un lado, están los grupos sociales masificados y uniformes, cuya personalidad individual queda oscurecida por su invisibilidad social. Del otro, están los integrantes de las élites que han forzado esa uniformidad ajena, reservándose para sí
una individualización mas rica y reforzada.

Esta visión, digamos, macro social, no implica la total desaparición de la raiz individual de las personas, casi invisible en aquellos aspectos vinculados a los flujos de producción, consumo y beneficio, pero la persistencia de sus rasgos intransferibles, irrenunciables, queda limitada al ámbito mas íntimo de la comunicación inter personal, sin que alcance otras esferas de lo social distintas de ese reducto de su intimidad.

Porque, los hombres no son iguales, son como islas, si, pero su condición humana determina sus necesidades de comunicación, de intercambio de deseos, necesidades y experiencias, y es a través de esos procesos de comunicación como expresa su individualidad residual, la que ha sobrevivido, en cada caso, a los esfuerzos ajenos por uniformizarle.

Es en el ámbito de la producción, el consumo y el beneficio, donde es observable con mayor claridad el proceso de despersonalización de los sujetos, que se encuentran en el lado débil de esos círculos controlados por élites minoritarias. Los procesos de globalización económica, y ultra liberalización de los mercados, de endeudamiento individual casi de por vida de los consumidores, tienen un peso decisivo en ese escenario.

En el ámbito de la producción, la profunda desregulación del trabajo, sugiere la aparición de un concepto económico, antes aplicable a los bienes de consumo, y que ahora afecta a las personas, y tiene mucho que ver con la pérdida creciente de su individualidad. Se trata del concepto de 'Sustitución'. Hay los empleadores sustituyen con mayor facilidad y menor coste que nunca, un trabajador por otro, una parte de su plantilla por inversiones en equipos, una planta ubicada en un determinado país, por otra.

Esta nueva realidad, según sus promotores, dota de mayor racionalidad al conjunto de los sistemas económicos y produce mayores beneficios, lo que se traduce en una mayor prosperidad del conjunto.Este argumento ha sido desmentido por la crisis de las economías mundiales, pero, a pesar de su falsedad demostrada, está afectando al perfil humano de millones de personas, que renuncian a su propia individualidad, para encajar como un guante en los modelos uniformes de comportamiento, diseñados por quienes promueven los flujos de actividad económica sin considerar las pecualiaridades personales, salvo en quellos rasgos específicos vinculados al beneficio.

No se trata de un proceso de adaptación a unos modos de producción, sino de un mimetismo camaleónico, con renuncia expresa a cualquier actitud crítica, como recurso
para tratar de eludir la amenaza de 'Sustitución'. Quienes hacen ese esfuerzo, no suelen participar en las decisiones estratégicas de las empresas, por lo que nada garantiza que su actitud esforzada les rinda fruto alguno, pues al final es el dinamismo del mundo financiero el que decide. En ese proceso de intensa adecuación
a la demanda de uniformización, para intentar eludir su sustitución, habrán relegado
a sus ámbitos mas privados su individualidad, y se habrán integrado plenamente en el dominio de la uniformidad.

En el ámbito del consumo, aunque la expansión informática y electrónica ha permitido una personalización mayor de los bienes y servicios ofrecidos, superando la etapa de uniformidad que supuso la producción en serie en la primera revolución industrial, las economías de escala de esas tecnologías, combinadas con la globalización, obtienen colectivos de clientes que se cuentan por decenas de millones. Así coexiste,
junto a una mayor diversidad, la masificación de servicios como las comunicaciones
que atienden a millones de clientes en diferentes países.

El elemento esencial que, a mi juicio, tiene mas peso en la conducta crecientemente uniforme de los consumidores, es la filosofía global, la estrategia universal de dinero barato y la ideología del endeudamiento, con el objetivo, logrado, hasta que la crisis reventó, de que la gente gaste mas de lo que gana por la vía del crédito.
Esta filosofía global está en la base de los altísimos beneficios que obtuvieron las minorías elitistas que condujeron la evolución económica de las sociedades desarrolladas en los últimos años.

La pregunta, es, ¿Que clase de individualidad personal puede subsistir entre los individuos de los grupos masificados y uniformes, cuyas actitudes vitales están condicionadas por la existencia de contratos que los ligan con las entidades de crédito casi de por vida, y que se sienten permanentemente sujetos a la 'amenaza de sustitución'?

Me temo que solo la que se pueda expresar en el ámbito del insomnio nocturno y de la soledad compartida. No parece suficiente, pero un cierto empobrecimiento de la condición humana, la perdida de la individualidad, seguramente no se cuantifican
en las cuentas de resultados.

El último reducto que le queda al hombre uniforme de nuestro tiempo para manifestarse como persona individual, creo yo, es su ámbito de ciudadano, en tanto que sujeto de derechos políticos que puede ejercer. Y, sin embargo, cada día son menos los que los ejercen.

Como productor y consumidor, ha perdido la batalla de la individualidad. Como ciudadano, puede, está obligado, diría yo, a influir en la política pública y a formar parte de redes, cada día mas numerosas y variadas, en las que manifestar la riqueza de su propia singularidad.

Si los hombres, después de haber cedido dos tercios de su libre albedrio, no reconocen la necesidad de defender, con uñas y dientes, el último reducto de su singularidad, si no lo hacen, esa renuncia no nos conducirá a un mundo mejor.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN.COM) 3-09-10.

(De un papel viejo de 2.006, revisado)

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