miércoles, 8 de septiembre de 2010

PAREJAS

Siempre me ha maravillado que personajes celebres, como Jorge Luís Borges, Pavarotti, o menos celebres, como Camilo José Cela, se buscaran para transitar por el ocaso de sus vidas, parejas ostensiblemente mas jovenes que ellos. Lo he recordado al ver, desde mi balcón, a una jovencita que caminaba por la acera con la ligereza y la aceleración de un legionario. Ese modo de caminar es ya, para cualquiera que viva bien con sus propias limitaciones, una razón disuasoria de esos caprichos locos.

No comparto esa afición, que me parece algo desesperada, por la eterna juventud, sobre todo si consiste en ir al galope detrás de una moza cuyas facultades físicas son tan extremas que le permitirían aprobar a la primera las oposiciones para ingresar en cualquiera de los muchos cuerpos de seguridad que se ocupan de la protección ciudadana.

En cambio, reconozco que sufro una debilidad de imposible cura por las mujeres de mi edad, por la dulzura de ese ritmo compartido para ver la vida sin la prisa y la precipitación de la energía juvenil. La experiencia me ha demostrado que esas mujeres
que ya no son jóvenes conservan en su interior la misma personalidad fogosa y apasionada de la joven que las habita, matizada por la sabia experiencia precipitada a través del tiempo, pues aunque es cierto que la madurez no implica sabiduría, tambien lo es que la decantación de las experiencias nos hace a algunos
mas capaces de saborear la vida con delicadeza de catador.

En especial, algunas de esas mujeres a las que me refiero, suelen guardar bajo una apariencia tranquila y serena, que ofrece una imagen de equilibrio y sentido común muy notable, un potencial erótico que nunca las ha abandonado, aunque haya sido ignorado por hombres vulgares que tal vez no merecen su compañía.

La pareja progresa, creo yo, mas por complementariedades que por afinidades. El viejo tópico de la media naranja expresa su parte de verdad cuando las cualidades personales de cada emparejado impregnan al otro hasta hacerse mejores juntos que separados.

Es cierto que en ocasiones ese intercambio es desigual, unos dan mas que otros, como también es cierto que la pareja solo es un modo entre otros, cada día mas variados, de andar por la vida, y que hay personas que se sienten fuertes, independientes, y prefieren realizar su desarrollo humano al margen de la pareja. Nada de eso excluye
la existencia de la pareja, ni el hecho de que, cuando tiene éxito, de como resultado
personas relativamente felices que contribuyen con su mera existencia a un mundo mejor.

Si buscara pareja ahora, que no es el caso, miraría entre las mujeres de mi edad.
En particular, buscaría entre ese grupo de mujeres de apariencia tranquila y serena, que expresan un notable equilibrio y sentido común, pero conservan en su interior
la pulsión fogosa y apasionada de la joven que las habita, ese potencial erótico que nunca las ha abandonado aunque algunos no lo hayan sabido descubrir.

Tendría que ser alguien, ahora que lo pienso, como la compañera de la universidad de mayores con quien, desde el primer día en que coincidimos en al aula, confronté nuestras discrepancias en materia ideológica y de costumbres, sin que en ningún momento viera alterado en nuestras discusiones el tono perfectamente controlado de su voz, ni la actitud tranquila y determinada con la que defiende la contundencia de sus argumentos.

Unos días después de clausurado el curso, me encontró por la calle, y me besó tan cariñosamente, que estoy deseando volver al cole, para verla de nuevo.

En fin. Parejas.

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