martes, 15 de noviembre de 2016

EL MECÁNICO

"Después del antihomenaje que dediqué ayer a Clodomiro Estarlich, tal vez un poco excesivo, he sentido la necesidad de equilibrar con otro relato más constructivo aquel exceso, con un sentido homenaje al mecánico que se ocupa ahora de mi Skoda Octavia, el viejo coche, con signos de la edad en su carrocería degradada por los agentes atmosféricos --lo aparco en la calle-- que alguna vez dije en estas páginas que quiero que me sirva de sudario.

Todavía uso de los servicios de mi anterior mecánico, Ramón, en la Fuente de San Luís, pero únicamente para que vaya por mí a pasar la ITV, todos los años, pero para las averías, este año más frecuentes, ya tuve que llevar el coche al taller para que me arreglaran el cuadro, porque los indicadores de velocidad, de combustible, no funcionaban, recurro al mecánico que tiene el taller en mi misma calle, como he debido hacer estos días, porque se estropeó el cambio de marchas, al salir de un velatorio, solo funcionaba la tercera.

El orígen de este homenaje surge de la llamada telefónica que recibí del mecánico, ayer, mientras tomaba café en La Fuente junto a Isa y Cármen. En esa llamada, mi homenajeado de hoy me comunicó que el coche tenía dos averías, el cambio de marchas y el embrague, y que el coste de la reparación lo estimaba en algo más de novecientos euros, dada la complejidad del sistema de embrague en este modelo.

Contesté diciendo que debía consultar con mi mujer antes de dar mi aprobación a una reparación que me pareció muy cara, y que pasaría por el taller cuando lo tuviera claro. Así lo hice. Mi mujer, algo reacia a gastar tanto dinero en un coche tan viejo, tiene algo más de quince años, --el coche, mi mujer tiene mi misma edad-- aceptó, sin embargo, que yo tomara la decisión después de hablar con el mecánico para estudiar más en concreto la solución a aplicar.

Volví a casa, después de tomar café, estuve un rato trasteando en el ordenador, luego fuí a recoger a mi mujer al lugar donde practica gimnasia las mañanas de los lunes y miércoles. Llegué un minuto tarde, ella salió un minuto antes y no coincidimos. Volví a casa casi al mismo tiempoo que ella, en los díodos del ascensor pude ver el número 4, señalaba la planta donde está el piso que compartimos, lo adivinan?, desde hace más de cuarenta años.

Luego fuí al taller del mecánico para entrevistarme con el, y lo que hablamos es el fundamento de este homenaje. Ya vá.


El mecánico que se ocupa actualmente de las averías de mi coche es originario de algún país que formó parte de la órbita soviética y vivió muchos años en Rusia, con el follón que siguió a la Perestroika su familia emigró.

No lo sabía, me enteré cuando fuí al taller y después de una larga espera, al ser lunes no paraban de llegar clientes para pedir solución a sus averías de fín de semana, el taller estaba abarrotáo, convencí a mi amable mecánico para que fuéramos a tomar café al Parotet, con el fín de renegociar el precio de la reparación, una vez analizados los pros y los contras de las soluciones alternativas, si las hubiera.

Le pregunté, ¿Cuánto hace que vives en Valencia?

 --Seis años, primero estuve en Madrid, que es lo más importante de España, por allí pasa todo. Por Mercamadrid, aunque no lo creas, pasa todo el pescado que se coge en nuestras costas, lo vi descargar mas de una vez de madrugada. Luego viene aquí, todo pasa por Madrid, todo,  antes de llegar a la periferia.

Tenía que emplear dos horas por la colapsada M30 para ir a trabajar, y otras dos para volver a casa. Cuatro horas diarias metido en atascos, por no hablar del olor a diesel del aire madrileño, que notas en cuanto bajas del AVE, hicieron que me trasladara aquí, donde en veinte minutos cruzas la ciudad a pié, tienes la playa al lado, y donde tuve la suerte de hacerme con este taller, que no me vá mal.

--Así que eres casi ruso y has vivido en Madrid. Que bien. Durante una etapa de mi vida laboral, volaba a Madrid todas las semanas, para hacer labores de supervisión, por cuenta de unos vinateros de aquí, en Agrucosa, una empresa de Madrid que ya no existe, dedicada entonces a la importación de tractores AVTO, de fabricación soviética.

Los vinateros para los que trabajé entonces embarcaban millones de hectólitros de vino a granel con destino a los puertos rusos, entonces se bebía mucho vodka, demasiado, y las autoridades de la época estaban empeñadas en cambiar los hábitos de la ciudadanía, preferían que se emborracharan con vino, en lugar de con vodka, como mal menor.

Esas operaciones exportadoras, dado que Rusia no disponía entonces de divisas suficientes, se cobraban por medio de la importación de tractores, cuando estos se distribuían en España, con mucho éxito en las zonas vinateras, aún se puede ver un viejo Avto por algunas viñas, el tiempo que transcurría desde la fecha del embarque de vino, hasta que el efectivo en pesetas procedente del cobro de la venta de los tractores, llegaba a las arcas de los vinateros,  era tan dilatado, que aquella empresa tractorera, que tuvo una base en Requena, terminó por ser liquidada.

Yo no fuí quien la liquidó, no me gustaban esas cosas, solo intervine en un periodo de transición, antes de su cierre. Liquidada la empresa, terminaron mis vuelos semanales a Madrid. Ahora vamos a Madrid todos los años, con Lola y Antoni, en el AVE, pasamos un día o dos viendo las novedades en sus museos, el Prado, el Reina Sofía, el Thissen, la Caixa..luego nos vamos a Huertas a tomar una caipirinya, a una jam session, y acabamos en la plaza de Santa Ana, donde Antoni se pide, siempre, su mojito.

Cuento esto, como contraste a la impresión que puede haber quedado con el relato de mi mecánico de averías, en el sentido de que Madrid es un lugar hostil, contaminado, donde eres esclavo de las congestiones del tráfico urbano. Puede ser, pero si te quedas cerca de Atocha y del Prado, te comes un bocata de calamares en el Brillante, ves un par de museos y luego lo pasas bien en el barrio de las letras, antes de volver a la playa valenciana, pues, no está tan mal, no?.

El camarero del Parotet sirvió el café solo largo para mi mecánico de averías y el cortado descafeínado de máquina para mi, y entramos en materia.

Para no hacerlo más largo. Solo vamos a reparar el cambio de marchas, se trata de sustituir una pieza de plástico, que cuesta 85 euros. Lo del embrague, aunque está algo quemado el disco, puede aguantar, como hago tan pocos kilómetros al coche, solo para ir a la casa de la sierra y ahora vamos menos, no supone ningún riesgo circular con el embrague un poco tocado.

Dado que el importe de la reparación que me había avanzado por teléfono el mecánico fué de casi mil euros, por lo enrevesado de la tecnología de esa parte del coche, saber que me vá a salir la cosa por 85 euros, me ha motivado a ofrecer este sentido, sincero, y barato homenaje, al mecánico que vino del frío de Rusia, vivió en la contaminada Madrid, y ahora dice que se siente aquí, en Valencia, en Heliópolis, como en el paraíso.

Así me siento yo, al saber que me voy a ahorrar mas de 800 pavos. Termino, he de ir a por el coche, ya reparado, hasta la próxima, que será el embrague, seguro."

En fin. El Mecánico.

LOHENGRIN /CIBERLOHENGRIN( 15 11 16.

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