lunes, 28 de noviembre de 2016

LAS CRECIDAS DEL NILO

"He bajado a La Fuente, me he acomodado en la barra y, mientras tomaba una manzanilla doble, miraba la pantalla de la tele, sin escuchar las chorradas que dicen todos los días en 'los desayunos' de la cadena pública.

Antes de eso, me ha parecido entender que hoy, en Heliópolis, alcanzaremos 16 grados de temperatura máxima y, aunque estos días se han registrado lluvias, con una intensidad que no se daba aquí desde hace siete años, y va a seguir lloviendo hasta el miércoles, me he asomado a la calle y, eureka, no llueve, que es lo que suele pasar cuando los pronósticos afectan a grandes extensiones geográficas, no llueve en todos los sitios, claro. Después de este razonamiento de pero grullo, cambio de canal.

Me he acomodado en una silla, junto a una mesa doble, con la sombrilla en el centro, una disposición diferente de la que seguían hasta ahora para montar la terraza, justo un minuto antes de que apareciera Cármen.

Me gusta ver venir a esta mujer, con su andar pausado, su gesto sereno, su actitud ante la vida, que tanto admiro, una actitud que ya quisiera yo para mí, pero no creo que pueda aprenderla, aunque lo intento desde hace un par de meses observando a Cármen mientras tomamos café y charlamos durante una hora, casi todas las mañanas.

Después de saludarnos, hemos improvisado la charla informal de cada día.

--Cármen, por la tele han dicho que hace siete años que no llovía tanto por aquí, a tí que te parece, es eso exacto, fiable?

 --No sé. Solo te puedo decir que, hace siete años, yo trabajaba en los servicios de mantenimiento y limpieza de la Ciudad de las Artes y las Ciencias, y estuvo lloviendo casi quince días seguidos, aquello se inundó completamente, hasta el punto de que el interior del casetón de los arquitectos --entonces estaban de obras-- parecía la plaza veneciana de San Marcos cuando hay crecida.

 --Siete años, eh?...es curioso..todo esto me recuerda las crecidas del Nilo y esa expresión bíblica, siete años de vacas gordas, siete años de vacas flacas. Al parecer, en tiempo de los faraones, la prosperidad del pueblo egipcio dependía de los niveles del Nilo, mientras que ahora, al parecer dependemos de Rajoy y sus sicarios para asegurarnos el cobro futuro de las pensiones.

 --A mí, eso de los siete años me parece una chorrada, es verdad que las cosas en el mundo ocurren de manera cíclica, pero no creo que se puedan atribuir sus cambios, su evolución, sus aparentes repeticiones, a un viejo refrán bíblico basado en el número siete.

--No creas, Cármen, a mis treinta años --yo también tuve treinta años-- trabajé en una sociedad anónima familiar de exportadores, que luego se convirtió en la mayor empresa exportadora de vinos del país, participada por el BBVA, y el presidente de la firma se refería con frecuencia, para explicar las variaciones en el entorno económico, financiero, exportador, a lo de los siete  años de vacas gordas, siete de vacas flacas.

Teniendo en cuenta la relativa frecuencia de las crisis financieras de entonces, por la política de stop and go que seguían quienes mandaban en las estructuras económicas y financieras del país, aquellos frenazos bruscos y aquellos acelerones que cambiaban la coyuntura económica, fueron, entonces, el equivalente de las crecidas del Nilo, que sumían a los egipcios, alternativamente, en épocas de prosperidad o de pobreza.

Y, si te fijas, desde que empezó la mayor crisis mundial desde 1929, hasta que Rajoy ya se ha atrevido a decir que volvemos a crecer, han pasado, lo adivinas? siete años.

 --Me sigue pareciendo, lo de los siete años, lo de las vacas, una pura superstición cabalística, nada que ver con los ritmos y los ciclos de las cosas que suceden como consecuencia de las decisiones que toman los poderosos, quienes están en la cima de las relaciones de poder que, si ellos quieren, el Nilo se seca y, si lo desean, inunda con su caudal los campos ávidos de lluvia.

 --Entonces, ¿no te crées nada, ni siquiera los datos estadísticos contrastados que dan cuenta de las frecuencias, de las variaciones, de los fenómenos meteorológicos, económicos o políticos?.

--No es que no me lo crea, es que no presto atención a quienes lo dicen. ¿De que me sirve que me digan que va a llover o no, si cuando salgo a la calle, lo veo con mis propios ojos, esa observación personal, mía, es la que determina lo que voy a hacer a continuación, sentarme en la terraza, como hoy, o pasar al interior.

Además, en cualquier caso, siempre me encuentro, llueva o no, con el pesado de turno, tú, que no sé porqué te ha entrado esta manía desde hace dos meses de sentarte aquí, todos los días.

 --Si yo te contara porqué ha sucedido eso, no me creerías. En todo caso, cualquier día, lo mismo que he aparecido, sin avisar, puede que desaparezca, como las crecidas del Nilo."

 En fin. Las Crecidas del Nilo.

 LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN) 28 11 16.

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