"Cuando llegamos a los cines Lys, la película ya había empezado. Yo había leído, cuando fuimos a consultar las pelis que hacían,
que la sesión comenzaba a las cuatro treinta, pero ayer comenzó a las cuatro y cinco minutos. O sea, que no vimos las imágenes del principio, pero, según comprobé después, daba igual.
Antes de comentar la película, me referiré al comentario que hice en voz alta, una vez vista la historia de La Chica del Tren, y que debió escuchar, a juzgar por su sonrisa cómplice, un empleado del cine que me oyó, 'Este cabrón, podía haber optado por contar su historia a través de una narración lineal, y nos hubiéramos enterado enseguida de lo que pasaba'.
Pues no, el tío ha hecho un puzle incomprensible, donde nada es lo que parece, sobre todo para los mayores de setenta, de modo que hasta los últimos minutos de la película no comienzas a entender algo. Encima, en el casting, ha elegido a tres actrices que se parecen entre sí, de modo que nunca sabes quien es la muerta, quien la esposa del maltratador, quien la ex esposa. Es que todas se parecen, oiga, lo único que queda claro, aunque solo al final, es que la protagonista no está loca, aunque sea alcoholica, y que todas sus visiones, sus angustias, son provocadas por el hijo de puta de su marido cuando lo fué, luego su ex marido.
O sea, maltrato, pero maltrato chungo, con cadáver incluído.
La historia de la Chica del Tren, contada de un modo tan confuso por Tate Taylor --tate quieto, chico, para, no ves que la estás cagando con tanta complicación-- que, hasta el perfil de los personajes va cambiando a lo largo del relato, de modo que quien parecía un marido virtuoso,
resulta ser un asesino, un maltratador, que además se tira todo lo que se menea, la chica inocente que hace de niñera al principio de la película resulta ser menos inocente.
La protagonista, que pierde su trabajo por sus problemas con el alcoholismo, de quien su marido
se divorcia, y que visita al psiquiatra periodicamente, porque tiene lagunas en sus recuerdos y no sabe lo que ha hecho, ni lo que han hecho los demás, hasta el final de la película, toma todos los días el tren para Nueva York, como si siguiera trabajando, en una especie de autoengaño que, sumado a sus otros problemas, ofrece al espectador un perfil casi psicopático, que el tal Tate cambia de un plumazo al final, conviertiéndola en una chica normal.
Hay un asesinato, sí, pero eso no justifica, creo yo, que una historia de maltrato se haya tratado como si fuera un thriller y que no te enteres de nada hasta el final.
La Chica del tren es, me parece a mí, una buena historia, y la peli seguro que gustará, pero no entiendo porque ciertos directores, en lugar de ceñirse a la linealidad al presentar una buena historia, la trocean en el montaje de tal manera, que durante la mayor parte de la proyección
no hay modo de enterarse de quién es quién, qué está pasando, hasta que en los últimos metros de la película te han de contar, de manera atropellada, todo lo contrario de lo que has estado viendo todo el rato. Intriga, dicen que es eso.
No. Afición a los puzles,
ganas de joder a los de más de setenta, que dicen que somos un poco más lentos de comprensión, no sé.
La sesión de cine de ayer no estuvo mal, en realidad, es solo que discrepo del tratamiento que ha dado el director a esa historia.
Al salir del cine, nos acercamos a la plaza de la Almoina, donde se encuentra el museo que contiene los restos arqueológicos de la Valencia romana y, aunque eran las seis y media, nos dejaron entrar a verlo, previo pago de 2 euros, por ser, dije yo, jubilados y estudiantes a un tiempo. Bajas unas escaleras y te encuentras con la mayor concentración de arquitectura románica que te puedas imaginar. Algo espectacular. No tengo espacio para describirlo con detalle. No se lo pierdan
Luego nos fuimos a los 100 montaditos, el que está frente a las Cortes y, mientras verificamos que nuestros políticos más progres salen a las siete de trabajar, como si no hubiera faena para hacer horas extras, yo me papeé unos aros de cebolla, unas patatas fritas con queso y bacon y una jarra de cerveza y mi mujer unos quesitos rebozados que estaban la mar de buenos, dijo, con una caña. Total, cinco euros y medio.
O sea, la tarde de ayer, muy guay. La mañana de hoy no tanto, he debido ir a despedir a un tanatorio al último primo que me quedaba de una de mis ramas familiares, y al salir se me ha estropeado el coche. El cambio de marchas, solo iba la tercera, las demás anuladas, todavía
no entiendo como he llegado al taller con una sola marcha funcionando.
Menos mal que lo he pasado bien esta tarde en la clase de teatro. El profesor nos pidió que escribierámos un Ditirambo, una loa y una petición a los dioses greco latinos, como he estado líado con lo del coche y otras cosas, me he limitado a decir, cuando ha llegado mi turno, ' Virgencita, que me quede como estoy'. Al profesor no le ha parecido suficiente, me ha dicho que eso no es lo que él había pedido,
pero como otras veces doy más de lo que me pide, pues, una cosa por otra."
En fin. La Chica del Tren.
LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN) 10 11 16.
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