"A las mujeres hay que darles un par de hostias de vez en cuando, para que no nos coman el terreno" Estaba yo, el narrador de este cuento, sentado en un velador, junto a dos mujeres con las que comparto una hora de café por las mañanas, hoy en este día esplendoroso con un sol radiante que me dá en toda la frente y me jode la piel afectada por dermatitis farmacológica, cuando hemos escuchado, como un trueno, la frase que da comienzo a este relato, que parecía venir de dos mesas más allá.
La indignación de mis contertulias al escuchar tamaño despropósito ha sido expresada de forma inmediata.
--Intenta darme a mí un tio una bofetada, y le doy puerta, antes de llamar a la guardia civil.
--Hay que ver, que animales son algunos.
No voy a reproducir todas las expresiones indignadas que escuché de mis colegas de tertulia, algunas son irreproducibles, pero esa indignación se convirtió en sorpresa cuando me escucharon decir a mí,
--Solo una vez en mi vida he abofeteado a una mujer, pero tenía motivos.
--¿Quien era esa mujer...
--Era, es, mi mujer..
--¿Que dices? ..te puso los cuernos, o qué...
--Nada de eso, lo hice por órden médica, en una situación un tanto especial..
--Me das a mi una bofetada, aunque sea por órden médica, y te doy puerta..
--Os lo cuento, para que no me malinterpretéis.
"Corría el mes de septiembre del año 70 y mi mujer estaba pariendo a nuestro segundo hijo. Fué un parto muy complicado, con placenta previa,
que estuvo a punto de llevarse su vida por delante. Lo recuerdo como si estuviera sucediendo ahora mismo, no por el tópico de que los viejos
recordamos, sobre todo, el pasado más remoto, sino porque fué un acontecimiento tremendo, que podía haber marcado mi vida para siempre, si hubiera perdido a mi mujer en aquel trance.
Mi mujer ya tuvo un episodio de derrames un mes antes del parto, que la obligó a permanecer en cama todo ese tiempo. Cuando ya había sucedido todo, el niño y la madre parecían estar a salvo, y la madre aún permanecía encamada después del parto, un nuevo episodio de pérdida de sangre, que parecía incontrolable, exigió la rápida intervencion de Doña Pepita la partera, que intentaba taponar aquella sangría, mientras mi mujer parecía que se iba.
Su rostro tenía una expresión extrañamente placentera en ese trance y palideció hasta límites que yo no había visto nunca.
Fué entonces, cuando la partera me ordenó, ¡dale dos bofetadas, rápido!.
Así lo hice, ante la expresión alarmada de la madre de mi mujer, que se encontraba con nosotros, asistiendo al parto.
Aquellas bofetadas, tan oportunas, hicieron volver el color, la vida, a la cara de mi mujer, la partera consiguió, al fin, taponar la sangría que salía del útero de mi mujer, y salimos con bien de aquel trance, aunque hubo que hacerle una transfusión, a consecuencia de la cual pilló una Hepatitis C, porque entonces no se controlaban esas cosas, de la que ahora, el mismo sistema de salud que la infectó, la ha curado.
Ahora somos una pareja contenta de tener tres hijos que vienen a comer cada viernes a casa, uno de ellos el coprotagonista de aquella historia con final feliz.
Pensaba yo que este relato haría entender a mis contertulias que respeto a las mujeres, que me gustan más que comer con los dedos, y, si alguna vez abofeteé a la mía, fué por órden médica, en una situación muy apurada, pero C. ha insistido:
--Me das a mi una bofetada, aunque sea por órden médica, y te doy puerta.."
Lo tremendo de todo esto no es este cuento, sino las noticias cotidianas de asesinatos, tan terribles como absurdos, de mujeres inocentes, como la periodista de Burgos, la muchacha de Chella, esa sangría de género que no cesa, sino que está aumentando.
¿Que nos está pasando,
que en lugar de tratar de embellecer la vida de nuestras parejas, las liquidamos con alevosía? .
Me gustan las mujeres más que comer con los dedos, lo he confesado más de una vez en las páginas del blog, se me podrá acusar de veleto,
de picaflor, pero no consigo entender lo que está pasando, no soy sociólogo, criminólogo, ni nada de eso, sencillamente, no lo entiendo.
Si alguien ha estudiado el asunto, si sabe si hay variables culturales, de salud mental, de pobreza legislativa, o lo que sea, que pueden iluminar las causas, y los remedios, de esta lacra social que es la violencia de género, junto a otras violencias, ya está tardando en decirlo.
En fin. La bofetada.
LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN) 4 11 16.
No hay comentarios:
Publicar un comentario