lunes, 14 de noviembre de 2016

OLORES

"·El mundo olfativo siempre me ha parecido muy interesante. Tuve un perro en casa durante trece años, Lucas, que trató de enseñarme la importancia del sentido del olfato, sobre todo para los de su epecie, pero también, cómo no, para la nuestra, aunque yo no aprendí esa lección y he dejado que se degrade mi sentido del olfato, a causa de un consumo excesivo de tabaco, de modo que, cuando vamos a la casa de la sierra y nos internamos por el bosquecillo cercano a la casa, mientras mi mujer puede disfrutar plenamente de los aromas herbáceos, yo, es que no me entero.

No obstante, me apetece teorizar hoy un poco sobre el mundo de los olores. Desde que leí el salvaje libro de Patrick Süskind, 'El Perfume', hace la tira de años, --de todo hace ya la tira de años-- en el que se cuenta la historia de un perfumista que despelleja a sus víctimas para fabricar con sus esencias los productos que luego vende en el mercado, aprendí que una cosa son los olores, por ejemplo el que durante meses se notó en mi barrio procedente de las alcantarillas desde que dejaron de baldear las calles, otra los aromas, sobre todo en cuestiones de cocina, luego los perfumes, nunca los he usado, aunque debería, y por último, algo más etéreo, los efluvios que desprende, en ocasiones, el complejo aparato de señales de los humanos, como un medio de comunicar al otro su disponibilidad para el amor físico.

Hoy me voy a ocupar de esto último, de las señales odoríferas vinculadas a la sexualidad humana, porque anoche tuve una rara experiencia que solo sucede de uvas a peras. Le dije a mi mujer, ¿porqué no te vienes esta noche a mi cama?. Ella contestó, --venga ya, si ya no estás en forma como antes, la otra noche lo intenté, ir a nuestra antigua cama común, porque me apetecía, abrí la puerta de tu cuarto y ya estabas roncando, a pesar de que hacía cinco minutos que habíamos apagado la tele.

Entendí el punto de vista de mi mujer, pero me acosté un poco excitado. Al parecer, los mecanismos que propician nuestra disponibilidad para el sexo, sobre todo si has visto un poco de porno antes de acostarte, van a su bola.

Lo cierto es que terminé masturbándome, algo que hacía meses que no sucedía, y fué un desastre, por la rapidez con que eyaculé en mi calzoncillo, sin apenas tiempo para disfrutar de la maniobra consoladora de la ausencia de mi mujer.

Y ahora viene el núcleo del asunto. Cuando me sucede lo que me sucedió anoche, no me cambio de ropa interior, al día siguente, me paseo por la terraza de La Fuente con la esperanza de que el olor de mi esperma seco en los calzones atraiga el interés de alguna hembra.

Una tontería, pero desde que leí El Perfume, me interesé luego por la importancia en nuestras funciones biológicas, y en nuestras experiencias relacionales, de los mensajes odoríferos que emitimos.

La prueba de que lo que digo tiene base científica, la deduzco de la persistencia en mi recuerdo del perfume de violetas que llevaba aquella mujer a quien abrí la puerta, cuando trabajaba de meritorio, a los doce años, que me trasladó de la infancia a la adolescencia, no solo con su perfume, claro, sino con las enormes tetas que tenía.

Escribo esta página tan rara, que no sé donde guardar, la pondré en Experimentos, para hacer tiempo antes de bajar hoy a La Fuente y comprobar si el olor de mi semen reseco tiene algún efecto en mi relación platónica con C., quiero ver si se siente atraída por mi olor, y dejamos nuestra relación de colegiales, en dirección a una experiencia más adulta. No sé."


En fin. Olores.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN) 14 11 16.

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