"He bajado al Maravillas, después de un breve paso por La Fuente, porque me he quedado sin tabaco y necesitaba con urgencia una ración de Ducados rubio largo, que es la marca que me mola ahora, y tomar algo caliente, porque hacía un frío de cojones.
En el Maravillas me he encontrado con José Luís, el chaval que duerme en la calle y además sufre un trastorno bipolar, como yo. Hemos quedado en ir el lunes al Casal de la Pau, para tomar un café y hablar con sus responsables, a ver si yo
puedo ayudar algo en esa Institución, dada mi larga experiencia con la bipolaridad, desde hace cuarenta años, pues supongo que entre las personas que allí atiendan habrá, aparte de José Luís, más de uno y más de dos jóvenes con ese trastorno y desde hace días me ronda la extravagante idea de que yo puedo ayudar con mi experiencia personal en el tema
Se trataría de dar una charla divulgativa, y voy a aprovechar esta página para tratar de diseñar su contenido.
Primero, la presentación. Un relato de mi infancia y primeras experiencias.
"Nací en el seno de una familia dual de anarquistas y carboneros. De ahí creo que viene el carácter dual de mi personalidad adulta. Mi abuelo materno, Vicente Catalá fué impresor y periodista. Por su condición de anarquista militante, fué compañero del Noi del Sucre, vivió los tremendos sucesos de la Semana trágica en Barcelona y el conflicto con Marruecos marcó su vida. Publicó un artículo en la prensa, llamando a las madres a que se opusieran a la leva de sus
hijos para la guerra con Marruecos. Como consecuencia de aquello tuvo que emigrar y estuvo bajo la protección de Abd el Krim. Murió antes de los cuarenta, de un tiro en la cabeza. Nunca supe quien disparó, la versióln familiar es que fué un accidente involuntario con un arma cargada. Vaya usted a saber. Antes de desaparecer, tuvo cinco hijos, Sigfrido, Genoveva, Helenio, Walkyria y Alpina --mi madre-- al parecer le gustaban los nombres wagnerianos.
La rama paterna se dedicaba a quemar encinas en la Sierra de Espadán para hacer carbón. Cuando mi tía Pepica enfermó, se vinieron todos a Valencia y abrieron una carbonería en el barrio de las putas, en la calle Guillém Sorolla, cuando paso por allí, ahora, veo que hay un jardín en el lugar donde estuvo la carbonería de mi abuela Cármen. Mi padré se dedicó
a la carga y descarga y perteneció a varias collas, la última la de abastos
Yo nací en el año de gracia de 1943, cerca del mercado de Russafa y cuando he evocado mi educación algo salvaje en las calles de ese barrio, lo cuento así:
"En el espacio sin tiempo de nuestra infancis, vivíamos ajenos a todo aquello que no formaba parte del escenario lúdico
de nuestros juegos, hasta que una tarde lluviosa de noviembre, un caballero con polvo en la levita nos leyó en el barro de las calles los avatares de nuestras vidas adultas, y la fecha exacta de su término, en algún caso ya cumplida..."
Ahora, una referencia a mi currículo, por si puede interesar a quienes han de decidir si les interesa o no mi aportación voluntaria al casal:
"Comencé a trabajar por cuenta ajena, a los doce años, en una consultoría fiscal. Cumplido el servicio militar, me entró el gusanillo, la curiosidad, por las empresas de verdad y busqué y encontré trabajo en una empresa tecnológica, dirigida por un ingeniero industrial, que se dedicaba a la calafacción para naves industriales. El mismo ingeniero, un par de años después, creó una empresa gasística y me destinó allí como director financiero, yo debía tener veintisiste años y ninguna titulación académica que avalara ese puesto. La empresa quebró enseguida y encontré, sin mucha demora, un trabajo en una empresa familiar exportadora de vinos en la calle Arquitecto Alfaro, de Valencia,.
LA BIPOLARIDAD.
Fué entonces cuando comenzaron mis problemas, que se han prolongado hasta la actualidad, aunque no con la misma virulencia ni mucho menos.
Mi jefe se metió en un proceso de fusión de media docena de empresas vinateras del grao, que incluyó, como es lógico, una reestructuración de sus plantillas, lo que originó muchas tensiones de todo tipo. Lo cierto es que yo acabé de director financiero en la nueva empresa que aglutinó a todas las demás, y fué en esa etapa cuando comencé a hacer cosas raras, como cantar coplillas con mi guitarra comprada en el Corte Inglés, a los directores de Banco con los que me relacionaba por mi trabajo, hasta que uno de ellos llamó a mi jefe y le contó lo que yo estaba haciendo.
Fué la primera vez que tuve que ir al psiquiatra, además de mis tonterías con los Banqueros, por las noches, a las 3 de la mañana, salía de casa provisto de un talonario de cheques gasolina, convencia a los gasolineros para que me dieran dinero efectivo por los cheques, y me iba de juerga por ahí.
La primera vez que me pusieron en tratamiento por esas extravagancias, estuve dos meses en cama mientras me inyectaban
antipsicóticos en vena, de día y de noche. Al término del tratamiento, después de unos días de adaptación, continué con mi vida. Por entonces, ya había aido admitido en la universidad, por la puerta de los mayores de 25 años sin bachiller superior, así que reanudé mis estudios, interrumpidos por la crisis maníaco depresiva, y me incorporé de nuevo a mi trabajo, aunque en otro puesto más divertido que el que ejercía antes de la crisis.
Aquello debió suceder un mes de Noviembre. Recuerdo que, en los primeros años que siguieron a aquel suceso, entraba en un cuarto de casa donde habia una pizarra, escribía Noviembre, y contemplaba esa palabra con cierta ansiedad y algo de terror, con el temor de que se fuera a repetir aquella crisis que tanto influyó en mi vida.
Y se repitió, claro que se repitió, no todos los años, y por supuesto con menor intensidad, porque la bipolaridad, también llamada psicosis maníaco depresiva, se llama además, ciclotimia, es decir que tiene un carácter cíclico, repetitivo.
Es posible que no podamos hacer nada para impedir que, a lo largo de la vida, estas cosas sucedan más de una vez.
En mi caso, después de cuarenta años desde que me diagnosticaron la primera vez, se ha repetido varias veces, pero lo que si podemos hacer es aprender de la experiencia de cada episodio, detectarlos a tiempo, solicitar ayuda médica,
siempre en los inicios de la crisis, no cuando ya se han consumado sus efectos, recurrir al carbonato de litio que,
pese a sus efectos secundarios, tiene un efecto estabilizante del ánimo, de las emociones, yo lo uso desde hace más de treinta años, haciendo litemias periódicas para controlarlo, a pesar de sus efectos secundarios, a mi me ha permitido
una vida laboral activa, con uns sola interrupción, en toda mi larga carrera profesional. La bipolaridad no me ha impedido licenciarme en Economía,hacer un Máster y progresar en mi vida laboral y personal, igual que no le impide a Juanjo Millás, que sospecho por sus textos que también es bipolar, escribir cada día en los medios públicos.
Solo una vez me despidieron del trabajo, y no fué por estar sumido en una crisis. Cuando trabajé en el vino, lo dejé para ganar más dinero en una industria de fabricación de maquinaria para panadería -el espabilado ingeniero que la dirigía se iba a las ferias alemanas, copiaba los modelos de máquina que veía allí, luego las fabricaba y las vendía aquí-- donde solo duré un mes.
Eso fué porque el listo ingeniero tenía un hermano tonto, y cuando yo entré allí con demasiado ímpetu queriendo comerme el mundo de la gestión de aquella empresa, no reparé en los celos que provocaba en el hermano del jefe, en cierto modo apartado por mi fogosidad, quien terminó exigiendo a su hermano mi despido, pues vió peligrar enseguida su estatus en la empresa.
Tuve la guasa,antes de irme, de organizar un partido de fútbol de empresa.
La plantilla permitía formar dos equipos, y así lo hicimos. Me alinié con uno de ellos, en cuanto marcamos el primer gol me pasé al otro, y conseguí que marcaran. Salí despedido de la empresa, pero creo que le mostré al hermano tonto del jefe en que consiste la dirección de equipos, aunque solo fueran de fútbol."
La conclusión de todo esto es que la bipolaraidad puede ser una putada, pero la repetición de sus crisis es una gran oportunidad para aprender de ellas, cómo tratarlas, cómo vivirlas, pero sobre todo, como conseguir minimizar sus efectos y que se distancien en el tiempo todo lo posible.
Se que seré bipolar hasta el día de mi muerte, pero ya no me preocupa, puedo hacer vida normal con esa singularidad. Para cuando llegue ese momento, el de mi muerte, tengo dicho en un papel que me incineren junto a un cartón de Ducados rubio largo, es la marca que me mola ahora.
En fin. El Casal de la Pau.
LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN) 17 11 17.
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