miércoles, 27 de febrero de 2008

ANIMALES

“He bajado al Maravillas, después de un baño caliente con ducha fría. Mientras tomaba un café con leche le he preguntado a Tony por el tiempo a las seis de la mañana. Doce grados. Esa suave temperatura confirma que he elegido bien el vestuario. Vaquero, dos prendas superpuestas que olvidaron mis hijos en el armario cuando se medio emanciparon y una chaqueta ligera.


Junto a la barra, dos caniches que acompañan a sus dueños visten con elegancia perruna sus abrigos de buen paño. En el Maravillas está todo permitido, es algo así como un espacio de libertad sin límites. Se puede fumar, entrar con el perro o pasar a la cocina para asar la mabra que has pescado, con la única condición de liquidar a fin de mes la deuda registrada en el libro mayor.


Los canes adoptan una actitud elegante y discreta, su modo de estar junto a la barra contrasta con el griterío y la zafiedad de algunos clientes humanos. Ayer, un defensor de los animales lanzaba una arenga apasionada, desde los micrófonos de la SER, en favor de todos los seres vivos no humanos que tienen alguna forma de sistema nervioso y sufren y gozan como nosotros, en contra del Biopark recién abierto en Heliópolos que mantiene a los bichos en cautividad, para satisfacer nuestra frívola curiosidad.


A continuación, el invitado de la radio condenó nuestros hábitos alimentarios, que incluyen el cani-balismo, en especial en Corea donde se comen a los cánidos por miles, pero también nuestra afición al jamón, propugnando una dieta humana libre de proteínas animales. Hizo esa defensa con tanta vehemencia, que los periodistas radiofónicos ofrecieron su Web a los oyentes, convencidos de que la elocuencia de su invitado en la defensa de sus tésis, provocaría la polémica entre la audiencia.


Una vez al año, Manolo Vicent nos ofrece su ya clásica columna antitaurina, criticando el salvajismo del sacrificio público de los toros de lidia, y Rosa Montero hace lo propio, con su estilo compasivo, cuando afloran las noticias de las muertes crueles que algunos energúmenos infligen a los perros que ya no sirven para cazar o para las riñas que tanto dinero mueven en apuestas ilegales en las peleas caninas.


Un amigo mío, antitaurino, está escribiendo una versión de El Mercader de Venecia, en la que un actor, disfrazado de toro, recita un texto parecido a este, --”¿Acaso no sufrimos y gozamos como vosotros?” --”Si nos golpean, no sentimos dolor?” --”¿Si nos herís, no sangramos?”


Esos alegatos, en favor de la solidaridad compasiva de los humanos con otras especies, merecen todo el respeto, pero suscitan algunas reflexiones.


En primer lugar, es un hecho que los animales no humanos se devoran entre ellos, aunque no todos lo hacen. Existen numerosas especies hervíboras que sobreviven sin ejercer la crueldad instintiva para su supervivencia. Lo que propone el vehemente invitado de la SER, en realidad, es que nos hagamos hervíboros. Mucha gente ya milita en esa cofradía.


La siguiente reflexión es que, los humanos, aunque a veces se olvida, también somos animales. Animales destructivos y sensibles, contradictorios. Sujetos crueles y delicados, con comportamientos instintivos modificados por el aprendizaje y la cultura. Seres frágiles, proclives a la confusión y sujetos a la incertidumbre.


Disponemos de cerebros y sistemas nerviosos mas desarrollados que los de nuestros colegas en la animalidad. Esa ventaja evolutiva es a la vez una fragilidad, porque nos hace mas conscientes de la confusión en la que vivimos.


Lo que más humaniza al animal superior y lo distingue de otras especies es, entre otras cosas, su capacidad de confusión emocional cuando se encuentra en una situación de enamoramiento y a veces se ve como seductor cuando en realidad suele ser el seducido.


La entrada en tromba de los desvaríos del enamoramiento y el deseo en el frágil equilibrio de nuestro sistema emocional, altera nuestra percepción de lo real, nos confunde y fragiliza, actúa sobre nuestra animalidad racional y nos convierte en sujetos imprevisibles, y por tanto, profundamente humanos.


Cualquiera que haya tenido una experiencia de enamoramiento, conoce la complejidad de esa rara mezcla de pensamientos, emociones, sentimientos, ilusiones, obsesiones y despistes que suelen acompañar esa rareza que nos hace auténticamente humanos.”


Termino de transcribir este texto, escrito casi en su totalidad sobre la barra del Maravillas y me dispongo a asistir a clase de Medios de comunicación, cuando suena el timbre de la puerta.

Abro y una guapa joven me dice, sin preámbulos, --Estoy buscando a una mujer, de entre treinta y cuarenta años de edad, para una encuesta. Le contesto sin vacilar –Yo también.


Bajo por la escalera escuchando los ecos de la carcajada de la joven, y caigo en la cuenta de que la risa es la facultad humana que mas nos aleja de la animalidad.


Lohengrin. 27-02-08.





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