viernes, 8 de febrero de 2008

STYLNOX

Al parecer, hay un medicamento, Stylnox, un hipnótico muy potente, usado por sus efectos somníferos, que hace furor entre los deportistas de elite. Tomado en dosis superiores a las recomendadas para su uso como ayuda para dormir, sus efectos en el sujeto cambian de signo, y aquellos que se encuentran sometidos a situaciones de alta tensión competitiva afrontan con su ayuda las expectativas de un partido importante y saltan al terreno de juego liberados del pánico escénico que a veces entorpece su rendimiento deportivo.

El efecto euforizante de su principio activo, tomado en dosis determinadas, ayuda al deportista a enfrentarse a la alta exigencia de su profesión con éxito, pero luego deja su memoria arrasada, de modo que si algún periodista deportivo le pregunta por los detalles de su gesta en el partido de la tarde, seguramente no recordará absolutamente nada.

Cuento esto, porque anoche presencié la entrevista de Gabilondo en la 4, al candidato que la conferencia episcopal recomienda votar en las próximas elecciones, y quedé asombrado de la lucidez, la coherencia, la presencia tranquila, la habilidad dialéctica y la solidez argumental a las que llegó este personaje que, en otras apariciones públicas, nunca había alcanzado.

¿Le habrán dado algo?, me pregunté, al finalizar el show. Enseguida me acordé del Stylnox. Es evidente que llevaba aprendida la lección y que seguramente había ensayado previamente su comparecencia ante las cámaras, pero ese trabajo actoral no explica, por si solo, tamaña transformación.

Algunos actores eminentes han declarado que para alcanzar las cumbres interpretativas que les han dado la fama y el reconocimiento del público, han debido incorporar la piel del personaje a la propia, con tanta intensidad, que les ha costado luego largo tiempo desprenderse de ella.

Anoche, el señor Rajoy parecía la encarnación de un personaje ajeno. Tal era la naturalidad de su presencia, que solo podía ser fingida. Esa presencia fue tan fuerte, segura y convincente que daba a entender que su auténtica piel de persona quedaba completamente oculta bajo la superficie de un personaje público completamente nuevo.

Intuyo que, un cambio así, solo puede deberse al efecto combinado de dos elementos, el esfuerzo actoral, digno de aplauso, y la ayuda química.

El problema del Stylnox, de uno de sus efectos secundarios, la pérdida de la memoria, no es grave en un deportista. En un político ya es otra cosa. Imaginen que, a la hora de aplicar su programa, el candidato no se acuerda de nada.

Es urgente que los responsables de campaña del candidato recomendado por la conferencia episcopal nos aclaren que ayuda química le han proporcionado para afrontar las entrevistas y debates celebrados o por celebrar. Queremos saber si le han dado Stylnox o algo más suave, por ejemplo, Tranquimazin.

Por cierto, Pepiño, no estaría de mas que nos dieras la misma información respecto del candidato socialdemócrata.

Para saber a que atenernos.

Lohengrin. 8-02-08.

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