lunes, 25 de febrero de 2008

RUTINA

La rutina es la sustancia que se introduce en la apariencia de lo real que, sin esa aportación, deviene en pura ficción. Los usos y costumbres sociales, las convenciones, creencias y valores que en apariencia sostienen el devenir cotidiano, no podrían operar sobre la realidad sin los pilares físicos que los sustentan, la rutina y el fraccionamiento del tiempo que gobiernan la vida cotidiana.

La rutina opera de modo continuo o discontinuo, pero siempre reaparece en la vida de las gentes. En situaciones o lugares donde quedan suspendidos, de modo provisional, la uniformidad de los efectos de la rutina y el fraccionamiento convencional del tiempo, los sentimientos de aventura y plenitud que, frecuentemente, procuran esas situaciones y lugares, no proceden únicamente de la belleza y exotismo de los paisajes geográficos o humanos, o de la emoción de lo desconocido, sino de la ausencia de rutina que, al mismo tiempo que proporciona agarraderos para la supervivencia, encorseta la vida.

La rutina no consiste únicamente en pautas de conducta cotidianas y generalizadas, como desayunar, trasladarse al lugar de trabajo y realizar tareas, mas o menos tediosas, sujetas a un horario fijo y repetitivo. Malcolm Lowry, en su camino a través del infierno se sometió, para escribir Bajo el Volcán, a la rutina cotidiana del Metzcal, en un solo lugar, Oaxaca. Esa rutina creativa le permitió acabar su mejor obra, y de paso, también con su vida.

Scott Fiztgerald eligió dos lugares, que eran uno solo, la noche y París, para dar fé notarial de que la nocturnidad y el lujo, aderezados con el mejor Bourbons, eran su rutina favorita que con tanta elegancia estilística como desesperación alcohólica le permitieron redondear una de las mejores novelas de aquel tiempo, Suave es la noche, un testimonio de toda una generación de escritores norteamericanos disuelta entre las brumas de la nocturnidad compartida. Se puede aventurar que, tanto Fitzgerald como Lowry ejercieron, sin saberlo, solo formas mas lujosas y desesperadas de la misma rutina, aunque en su caso se tratara de rutina creativa.

La rutina física de las horas, las repeticiones y las cosas, puede insertarse de tal modo en los automatismos del pensamiento que llegue a condicionar las ideas, excediendo lo que, en principio, es una pura necesidad de supervivencia en lo cotidiano, hasta transformar ese soporte material de la existencia en rutina mental.

Algunos oponen la imaginación a esa tendencia a la rutina mental, por medio de la repetición creativa. Las series geométricas de los artistas plásticos, las trilogías de los escritores, o las páginas cotidianas en el blog, son manifestaciones de una combinación variable de imaginación y repetición. Rutina creativa.

Maruja Torres, en su artículo del dominical de El País de ayer, tocado por una cierta melancolía, alude a la desaparición del periodismo y a la transformación de los periodistas, convertidos en seres virtuales que deambularán por el ciberespacio ofreciendo a una amodorrada y obsesiva clientela, sobresaltos, en lugar de noticias.

Evoca Maruja a los internautas, infinitos y enfermos ante la vastedad del vacío que deben rellenar a diario para no dejar de existir.

Maruja, quienes tenemos la manía de escribir, desde mucho antes de que los militares norteamericanos inventaran la Red y Guillermo Puertas, alias Bill Gates la popularizara, no escribimos para existir. Escribimos porque existimos. Para nosotros, escribir es el ejercicio de una función biológica, como respirar. Pura rutina.
Gracias Maruja, por existir.

Lohengrin. 25-02-08.

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