Además del toro ensogado, hay un montón de motivos que aconsejan dejarse caer por allí en estas fechas. Uno de ellos, aunque parezca paradójico, es el clima. Teruel tiene justa fama de lugar frío, pero si vas preparado con ropa adecuada y sale el sol, como suele hacerlo en estas fechas, la sensación de frío, debido a la escasa humedad del clima serrano, es menor que la que experimentas en lugares con un alto grado de humedad.
Mezcla de exhibición medieval, teatro de calle y tentaciones para el gusto, el enorme mercado que se extiende por las calles turolenses es, a la vez, una feria alimentaria donde se exhibe una enorme variedad de quesos y embutidos, extremeños, gallegos, aragoneses, pirenaicos, castellanos, con sus texturas aromáticas abiertas a la curiosidad, el olfato y el gusto de los viandantes, junto a una afición por el disfraz que cada año se generaliza más.
Este año he visto a muchos Ludovico el moro, tocados con el gorro característico del veneciano que fue mecenas de Da Vinci, incluso alguna nariz verdadera, no fingida, que parecía extraída de los retratos que pintó Leonardo a sus ricos patrocinadores. Junto a esa muestra de sofisticación en el disfraz, algunos cruzados, con sus rostros barbados de facciones cortadas a cuchillo, ofrecían una sensación de autenticidad que contrastaba con el descuido ligero del disfraz de muchos otros, mas atentos a la juerga que al rigor medievalista.
En su conjunto, las calles, plazas y puentes atestados de gente, ofrecen un inequívoco aire festivo. Los muchos miles de visitantes y familias enteras de gentes de Teruel que contribuyen con sus disfraces al aire medievalista del acontecimiento, se conjugan con el nuevo aire marcado por la monumentalidad mudéjar de la ciudad que, después de los procesos de rehabilitación y limpieza a que han sido sometidos sus edificios emblemáticos, ofrece un aspecto renovado, lejos de la decadencia de suciedad y abandono que los cubrió en otra época.
Si tienes más de sesenta años y una resistencia limitada al esfuerzo, el único inconveniente son las colas que debes hacer para acceder a un asiento donde tomar tus vituallas, debido a las aglomeraciones, pero el esfuerzo vale la pena, pues son mas las ocasiones lúdicas de disfrutar de la visita, que los inconvenientes de las esperas y los tumultos.
Hay que señalar el alto nivel alcanzado por las tiendas de delicateseen que han surgido, o resurgido, en años recientes, en el casco viejo. Mientras compras una trenza mudéjar, un dulce no apto para diabéticos, en Muñóz, puedes tomar un café en la excelente cafetería que han puesto en la trastienda, y si pasas por Roquelín, el catálogo de exquisiteces que puedes encontrar allí no desmerece del que te pueden ofrecer en establecimientos similares de cualquier gran ciudad.
En resumen, la fiesta turolense de Las Bodas de Isabel de Segura, ha pasado de una etapa incipiente, a una evidente consolidación. Su ambiente multitudinario, su oferta para los sentidos, sus actividades de teatro callejero, la monumentalidad de la ciudad, el escenario medieval construido a golpe de disfraz, cada vez mas sofisticado, mas riguroso, mas generalizado, su clima serrano, la caricia del sol invernal, las emociones del toro, son argumentos que, en su conjunto, desmienten el tópico que llevó a sus habitantes a popularizar el lema –Teruel existe. Teruel no solo existe, sino que, además, se divierte, y nos divierte a todos los que nos dejamos caer por allí, en estas fechas.
De nada.
Lohengrin. 17-02-08.
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