martes, 21 de octubre de 2008

A/SIMETRÍAS

Los banqueros desconfían unos de otros, no se prestan dinero entre ellos, y a los depositantes nos piden que confiemos en los banqueros. Si esto no es una asimetría perfecta, que venga aquel y lo vea.

Villas, el cargo mas surrealista del partido popular en Heliópolis publica un artículo en “Levante” dedicado a Zapatero. Le echas un vistazo y en seguida percibes que es perfectamente simétrico con cualquiera de las entradas del Blog dedicadas a Camps. Solo cambian los nombres.

Blanco, el portavoz de los socialistas cuya nariz recuerda sospechosamente a la de Pinocho, dedica una diatriba al partido de la oposición, la comparas con la de Ricardo Costa, cuya nariz no crece a menor velocidad que la de Blanco, dedicada al partido en el gobierno y percibes la misma simetría.

Si un partido político nacional impone a su homólogo local una política contraria a los intereses de ese ámbito de actuación, vuelve a aparecer la asimetría, que casi siempre implica que los mas débiles se tienen que tragar esa forma geométrica, aunque se les indigeste.

Cuando formas parte de un grupo de debate integrado por personas con diferentes preferencias políticas y distintos valores, y sale un tema conflictivo, enseguida surgen dos bloques de opinión con una asimetría irreconciliable, que no suele resolverse con el intercambio de intervenciones, sino que termina por languidecer ante el cansancio de quienes oponen con insistencia argumentos opuestos.

Si ese mismo grupo se ve privado de la asistencia de una de las partes discrepantes, la homogeneidad de posiciones de quienes permanecen en el hace aparecer un comportamiento simétrico y relaja el sentido crítico que le daba otro carácter.

Sospecho que la condición que subyace en la mayoría de esas simetrías y asimetrías no es otra que el prejuicio sectario. El sectarismo tiene un aroma negativo, porque impide el acuerdo con el otro, pero su opuesto, la uniformidad, no parece que sea del todo posible en una país extenso y poblado, con distintas raíces y experiencias históricas traumáticas. Creo que un cierto grado de sectarismo, mal que nos pese, es inevitable, porque no somos un país de tres millones de habitantes con una cultura única, sino un conglomerado con elementos comunes de identificación en permanente tensión, donde conviven, en las últimas décadas con cierto éxito, simetrías y asimetrías que se mantienen en un relativo equilibrio, sobre todo, por las aportaciones no sectarias a esa convivencia.

Políticamente, si he de ser sincero, he de declararme sectario, porque por la larga experiencia de dominio de la derecha en este país, por mis influencias familiares, por mi edad y por mis preferencias políticas, he cultivado una hostilidad hacia la derecha de la que espero se vean libres las nuevas generaciones.

Por mi condición de agnóstico, y por la conciencia de haber vivido en un régimen nacional católico impuesto no tienen mis simpatías las jerarquías eclesiásticas. En cuanto a mi posición sobre la religión y el agnosticismo, me la planteo mas como una cuestión de sensatez e insensatez que como un asunto doctrinario.

Naturalmente, en este país hay millones de personas que tienen otras preferencias políticas y otros valores distintos a los que yo declaro. A mi modo de ver, esto solo confirma lo que estoy argumentando todo el tiempo, que somos un país asimétrico.

Por eso es tan importante la existencia de numerosas personas no sectarias, o que, aún habiéndose dejado llevar por ese impulso, lo hayan superado. Personas capaces de la negociación y el acuerdo, que sientan empatía, la capacidad de situarse en la posición y los argumentos del otro. Gentes ecuánimes capaces de juzgar una situación y alcanzar propuestas y soluciones libres de apasionamientos impulsivos.

Seguramente es gracias a ellos que, a pesar de nuestras asimetrías históricas hemos funcionado razonablemente bien en este país en las últimas décadas.

Ni Blanco, ni Costa, ni Villas, ni yo, pertenecemos, por desgracia, a ese selecto grupo.

Lohengrin. 21-10-08.

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