miércoles, 15 de octubre de 2008

TRASTORNOS

“Duermo como un tronco. Me doy un par de vueltas en la piltra y a sobar. Anoche, como casi siempre, me fui a la cama a las once, porque los programas de televisión, los martes, son una porquería. Los martes, los miércoles....etcétera. Antes de acostarme vi, sin prestar atención, algo que trataba sobre los trastornos del sueño. Al parecer, sin ser yo consciente de ello, esa información quedó grabada de modo subliminal en mis registros mas permanentes y he pasado una mala noche.

Soñé que me despertaba a las cuatro de la mañana, después de una primera fase del sueño. Me encontraba ligero, descansado, pero como no había modo de pasar a la siguiente fase, me levanté, fui a la cocina, me senté en un taburete y tomé un vaso de leche. Al levantarme, me pegué una hostia contra una estantería que no recordaba que estuviera allí y se me abrió una brecha en la cabeza.

Mi sangre coagula bien, enseguida se cerró la herida y no tuvo mayor importancia. Como no podía dormir y estaba en Nueva York, donde nada se cierra por las noches, fui al acupuntor del barrio.
El tipo me clavó una serie de banderillas entre el occipucio y ese sitio donde apuntillan a los toros, pero después de comprobar que aquello no surtía ningún efecto, me mandó al curandero taiwanés de la esquina.

El curandero vertió aceite caliente sobre mi cuero cabelludo, me dió un masaje oleaginoso, pero el único efecto visible fue que el cabello que todavía conservo se quedó pringoso y maloliente. Ante la evidencia de que el no podía hacer nada por mi insomnio, me mandó al maestro de tai chi, un genio de la relajación, que estaba dos calles mas abajo.

El sabio chino tenía la habilidad de moverse con la delicadeza de una grulla, pero cuando me puse a su lado para imitar sus movimientos, no pude rebasar el estatus de pato mareado. Me recomendó un grupo de terapia contra los trastornos del sueño y me señaló una ventana de la quinta planta, enfrente de su consulta, donde estaban todos reunidos porque, claro, no podían dormir.

Resultó ser gente muy agradable, bastante normal para lo que cabía esperar, pero yo lo que quería era dormir y no me pareció que allí, con esa cháchara tan animada, pudiera lograrlo. Bajé a la calle, resignado a pasar el resto de la noche insomne en mi apartamento, cuando vi un gran alboroto en el barrio. Una ambulancia, con sus señales acústicas y luminosas a toda viroya, rodeada de fuertes efectivos de policía, se desplazaba por la calzada a gran velocidad. Pregunté a alguien, ¿que pasa?. --Le han disparado a Obama, pero su vida no corre peligro, solo le han arrancado una oreja. Ahora tendrá un aire a lo Van Gogh, en su peor época, pensé yo.

Ya en mi cuarto, sin demasiada convicción, me eché de nuevo en la cama y, al parecer, conseguí entrar en la fase de sueño REM, de movimiento rápido de los ojos, pues mi globo ocular derecho,
demasiado entusiasmado con la velocidad, salió disparado y se escondió detrás de la cortina.

Cuando desperté, me palpé, preocupado, el alojamiento del ojo ausente, y aunque busqué tras la cortina, no encontré nada. Para que no le pasara nada a mi otro ojo, decidí que ya había dormido bastante. Me puse un trapo negro alrededor de la cabeza, para tapar el alojamiento vacío del ojo extraviado, me miré al espejo y encontré un remoto parecido con la princesa de Éboli, luego bajé al parque del barrio. Amanecía.

En un banco del parque encontré a Juanjo Puigcorbé, algo cabizbajo. Le saludé cordialmente y le pregunté por su abatimiento. Me confesó que su última película, “La Conjura de El Escorial” no había funcionado como se esperaba. Le di unos golpecitos en el hombro, para animarle, y luego, me desperté.”

Esta noche he dormido menos de lo habitual, me desperté a las cuatro y no tengo recuerdo de haber dormido mucho mas. Tal vez por eso, he renunciado a asistir hoy a la clase de Medios de Comunicación y me he quedado en casa, a escribir estas tonterías.

En fin. Trastornos.

Lohengrin. 15-10-08.

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