Releo la primera entrada del día --hoy tocan tres-- y me pregunto si algunos de quienes la lean la consideraran incongruente. Comenzar un discurso con un alegato anticolonialista y finalizarlo con una pincelada fetichista puede parecer poco congruente.
A quienes tengan ese punto de vista dedico estas reflexiones, mas que nada porque fuera sigue haciendo calor y tras la ventana de mi gabinete se divisa el paisaje arbolado del viejo cuartel abandonado y esa visión proporciona una sensación agradable.
Según Enrique Gil Calvo, sociólogo al que recurro ahora casi cada día para rebatirlo,
la expresión del pensamiento intelectual debe seguir una trayectoria diagonal ascendente de flecha, en busca del progreso y la superación, abandonando esas trayectorias circulares del discurso que vuelven al principio.
Si Gil Calvo hubiera dividido su tiempo entre la Historia y la Sociología, en lugar
de buscar el camino de la especialización, habría aprendido que esa trayectoria de flecha es imposible de sostener porque la historia, que no tiene un movimiento exactamente circular, sino en espiral, enseña que en cada nueva circunvolución del tiempo histórico, la trayectoria de flecha se quiebra, el artilugio cae al suelo y hay que volver a empezar, no desde el principio, sino desde el punto en el que la flecha se quebró.
Los grandes conflictos bélicos europeos del siglo XX fueron rupturas de esa trayectoria a la que alude Gil Calvo, imposible de mantener en la práctica de la vida de los hombres.
Esto, en lo que se refiere a la sociología, pero si nos atenemos a lo puramente literario, la belleza de las construcciones narrativas circulares será una cuestión de gustos, pero a mi siempre me han producido mas placer estético que la seca linealidad.
Por otro lado, la mente de los hombres, al menos la mía, creo yo, es un lugar complejo donde residen toda clase de experiencias, impulsos, capacidades, incapacidades, respuestas a toda clase de estímulos, y maneras de contarlas tan individuales como único es el individuo que las cuenta.
Así, todo el mundo reconoce que Shalinger fue uno de los mas grandes escritores de todos los tiempos y a la vez, que era un sujeto adicto a la soledad compulsiva, incapaz del mas minimo contacto humano con su semejantes.
Es esa diversidad de los impulsos y los sentimientos, cuando no está mediatizada
por una disciplina narrativa convencial, la que fluye en plena libertad ante la tarea cotidiana de la escritura, entendida como la libre expresión que no atiende a convenciones, formatos o necesidades editoriales.
Es lógico que esta concepción libérrima de la escritura le choque al lector acostumbrado a la tiranía de los géneros, que quiere encontrar un ensayo, cuando lee ensayos, novela negra cuando se acerca a ese género, o historia si se trata de la novela histórica, como también es inevitable que un sociólogo como Gil Calvo mire los contenidos de Internet con las anteojeras del especialista, pero si algo tienen los Blogs, el mio en particular, es que escribo lo que me da la gana, y esa es, creo yo, la mayor virtud de este soporte.
Por otra parte, no recuerdo haber buscado nunca en mi vida la coherencia, la superación de mis contradicciones y esas monsergas que se estilaban entre los intelectuales pro soviéticos hasta no hace mucho. Me siento encantado viviendo con mis contradicciones, son algo mio, tan personal como el color de mi cabello, ya encanecido, y me place que otros disfruten de ellas, cuando armo un discurso anti colonialista, seguido de una pincelada fetichista.
En otro tiempo, habría prescindido de esta argumentación y habría escrito ¿Que pasa?
¿Tienes algún problema, o que? El tiempo me ha enseñado a prescindir de actitudes chulescas, y a sustituirlas por argumentos. No es un intento de superar contradicciones, es solo, una contribución a la buena educación, a la circularidad de las formas.
En fin. Congruencia.
LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN.COM) 24-08-10.
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