jueves, 5 de agosto de 2010

IGUALES

Hemos vuelto de la sierra y la única novedad allí ha sido un numeroso ejército de moscas al que no hemos podido combatir, porque el repelente del que disponíamos era para mosquitos. Esta tarde iremos a las fiestas de 'El Saler', en las que paricipa mi nieto mayor, y mañana nos vamos a Xàbia. Nos han invitado unos amigos para ver las ballenas. Las he visto frente a la la playa del Arenal, en una foto de 'Levante', mientras tomaba café en el Maravillas.

Depués he dado un vistazo a las páginas de opinión y he visto un artículo que motiva la entrada de hoy. Miguel de la Guardia se refiere al concepto de especie, después de argumentar contra las leyes de discriminación positiva. Con un lenguaje propio de la época en que para todo había que presentar una instancia, dirigida a algún burócrata que se hacía tratar de ilustre, dice (cito de memoria, no con liieralidad) 'Por todo ello .. hay que defender el concepto de especie como un reconocimiento de la igualdad ... que conduzca a un mundo libre de guerras e injusticias'.

Sorprende que un experto en Química analítica, catedrático de universidad, sostenga una tésis tan anticientífica como es la de la igualdad de los seres humanos en cuanto individuos de una misma especie. He olvidado casi todo lo que aprendí cuando estudié economía, pero entre el poso de lo que ha quedado hay una frase de Salvador Giner, sociólogo, que me parece mas veraz que la de la Guardia. Los hombres no son iguales.

Los procesos de la vida son semejantes, no solo entre individuos de la especie humana, sino entre diversas especies. Los resultados individuales de esos procesos
son radicalmente únicos, dejando a salvo excepciones como los gemelos isocigóticos o las clonaciones, por tanto, lo que marca y define a los individuos de la especie es, básicamente, la diferencia, la desigualdad, y lo que los aproxima al objetivo de la igualdad social, es el derecho.

Esa realidad biológica, que algunos científicos suelen ignorar, seguramente porque no se han desprendido del todo de los resabios de la religión, cuando esta prevalecía sobre la ciencia, está en la base de la discriminación legislativa de determinadas normas, que no pretenden discriminar, sino distinguir entre distintos grupos sociales que, aunque son diferentes en su composición, por sus niveles de renta, de formación, de salud, de participación relativa en los niveles de poder de las estructuras sociales, muestran una desigualdad social susceptible de ser atemperada por medio del derecho.

Decir que somos iguales como especie, y despreciar las políticas que tienden a una mayor equidad social, es algo profundamente reaccionario, cuya aplicación solo conduciría a perpetuar las desiguldades sociales, a tratar igual, por ejemplo, a los centros de formación elitistas que a las escuelas públicas, bien privando de recursos públicos a estas últimas, o aplicándolos a ambas por igual,mantener las desigualdades en la retribución de las mujeres a igualdad de trabajo, o no aplicar un tratamiento jurídico y fiscal diferenciado a las personas con limitaciones físicas o psíquicas, respecto a los menos dependientes.

Entiendo que de la Guardia no defiende una política pública semejante, pero su afirmación de la igualdad entre los miembros de la misma especie, conduce, evidentemente, a esa conclusión, puesto que, si todos somos iguales, lo que implica que todos tenemos las mismas oportunidades, las políticas sociales discriminatorias
de los gobiernos, quedan fuera de lugar.

En cuanto a la utopía de que potenciar y reconocer la igualdad entre los individuos
de la especie humana conduce a una humanidad libre de guerras e injusticias, tiene una grave debilidad, no tiene en cuenta las relaciones de poder entre los diversos grupos sociales.

En fin. Reconozcamos que los hombres no somos iguales. A partir de ahí, tal vez tengamos la oportunidad de construir una sociedad mejor. Es una opinión.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN.COM) 5-08-10.

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