lunes, 9 de agosto de 2010

XÀBIA

"El camino flanqueado de adelfas y tamarindos conduce a Cala Blanca, un rincón de la costa al abrigo de un entrante calizo habitado por una colonia de aves, donde reposan al sol de la tarde buena parte de las embarcaciones ligeras que pasean el mar de Xàbia
perseguidas por las gaviotas.

Desde algunas de esas embarcaciones, sorprendidos navegantes avistaron ayer la travesía emergente de un grupo de ballenas rourcales frente a la costa del Arenal. Esta tarde hemos permanecido un buen rato en esa costa, pero no se ha producido ningún avistamiento.

En el cercano puerto, a oscuras por una avería eléctrica, un grupo de turistas ingleses cultiva su ocio junto a los veladores de las terrazas y un poco mas allá, en el malecón que se interna en el muelle de pescadores, posados en una baranda, hemos contemplado la flota pesquera dormida en sus amarres, y la luz declinante de la tarde que le da un tono ocre al hormigón portuario.

La tarde adquiere, con una gradualidad demorada, el mismo aspecto de oro viejo que ofrecen las islas Cícladas iluminadas por el sol poniente. El mar y la luz se unen en el crepúsculo con la complejidad y la complicidad de la belleza y las simples aves que compartimos la experiencia de su contemplación, damos gracias a los dioses
por nuestra presencia aquí, en esta hora mágica.

Nos alojamos en el palomar de la casa residencial de nuestros anfitriones, dos palomos deportivos, los más rápidos a este lado de la costa. Dos acacias gigantescas
enmarcan la vista suburbana que se divisa desde el porche del palomar. Un enorme gran dogo, de pelaje negro azabache, dormita indolente en la terraza. Otros dos perros, sutchis, de pequeño tamaño, se mueven alrededor del mismo espacio, sin aparente conflicto con el animal de gran alzada, cuya cabezota, cuando se incorpora,
asoma por encima de la mesa redonda dispuesta en el patio. Procuramos mantenernos alejados de la jauría doméstica, por si acaso.

Antes de aceptar la invitación para ir a Xàbia, teníamos ciertas dudas sobre su clima en pleno mes de agosto. Esperábamos un calor húmedo, agobiante, pero no ha sido así. El viento de levante ha suavizado ese supuesto calor y durante los días de nuestra estancia ha soplado de un modo benéfico, convirtiendo este lugar en un autentico paraíso aviar.

Nuestros anfitriones, los palomos deportivos, cada vez mejor cuidados por su entrenador, nos han ofrecido unos alimentos suculentos. Han abandonado su preferencia por el arroz largo y hemos compartido con ellos unas bien sazonadas cazuelas de trigo hervido, el primer día. El segundo día lo arreglamos con un arroz hervido con carlotas cocidas. Una oportuna visita al muelle nos permitió arreglar el menú del tercer día con los restos del pescado sobrado de la subasta.

La tarde del tercer día fué especialmente ventosa. El levante arreció haciendo audible desde lejos el estruendo del mar al golpear contra las rocas y el cielo de Xàbia se llenó de aves que huían del temporal. Flotando en el aire tomaban el sol,
mientras se alejaban de la inclemencia de la costa.

Durante un tiempo, contemplamos el insólito espectáculo. El número de aves aumentaba sin cesar, hasta cubrir el sol. Tomamos impulso, aprovechando las rachas de viento mas violentas y, con un enérgico batir de alas, alcanzamos las corrientes de aire que
se desplazaban en dirección norte y, acompañados de una docena de gaviotas que volaban junto a nosotros en formación de flecha, pusimos rumbo a Heliópolis, mientras
los palomos deportivos que nos habían acompañado hasta ese momento, viraron en dirección sur.

Aterrizamos después de tres horas de vuelo suave en la bóveda del Hemisféric, adonde residimos habitualmente, dando fin a los tres dias de estancia en Xàbia, un paraíso aviar de la Costa Blanca, que hemos visitado gracias a la generosa acogida de nuestros anfitriones, que nos han ofrecido su palomar, en lo alto de una lujosa villa
residencial cercana al mar, rodeada de palmeras."

En fin. Xábia.

Hola, de nuevo.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN.COM) 9-08-10.

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