jueves, 26 de agosto de 2010

INFILTRADOS

'Un talibán infiltrado mata a dos guardias civiles y un traductor español en Afganistán', cuenta Levante en su ejemplar de hoy, página 26. Es una trágica paradoja que los mismos a los que estás adiestrando para la lucha antitalibán, te liquiden de un balazo en la espalda en nombre de la causa que decían combatir.

Afganistán es un avispero y debe ser complicado saber si los insectos voladores son de los tuyos, o pertenecen a otra subespecie imposible de identificar, hasta que te pican.

La primera noticia que tuvimos de los talibanes fue la destrucción de unos restos arqueológicos que eran patrimonio de la humanidad. Con esa acción declararon su voluntad destructiva de todo aquello que no encajara con su visión medieval de la realidad y desde entonces no han parado de demostrar, ellos y sus aliados, su capacidad de destruir bienes y personas, tanto en su territorio, como en el nuestro.

La guerra de Afganistán no se puede ganar, sobre todo porque no es una guerra en el sentido estratégico militar del término. No hay dos ejércitos regulares enfrentados con frentes definidos y enemigos reconocibles, sino unas fuerzas que se ocultan en feudos de las montañas, inaccesibles sin el permiso de los señores territoriales que ejercen de autoridad única en cada taifa, y cuando lo consideran oportuno, se mimetizan entre la población de los llanos, para poner una bomba, o matar a un guardia civil, sin que las defensas preventivas se muestren eficaces para evitarlo.

No se puede ganar en el terreno militar, pero se puede hacer mucho en el terreno diplomático y financiero, si se llama a las puertas adecuadas.

Tengo la impresión de que solo habrá un cambio en esta situación que se prolonga demasiado si, quien puede hacerlo, se pasa una temporada en Arabia Saudí y en Teherán, persuadiendo a los sátrapas de esos países y de algún otro, de que financiar el extremismo religioso y guerrero puede volverse contra ellos mismos.

Cortar las fuentes de financiación de los talibanes, dificultar el suministro de armas, y negarles la legitimidad que hasta ahora, de modo mas o menos solapado, les
confieren las actitudes de los poderosos que se arrogan la representación mas purista del islamismo radical, serían medidas mas eficaces que patrullar el desierto
en vehículos militares en busca de un enemigo que, cuando quiere, se vuelve inexistente, y cuando menos se le espera, reaparece, se infiltra y mata.

Claro que esto ya deben saberlo todos, los militares que saben que no pueden ganar, y los políticos que conocen que deberían ocuparse mas intensamente de cegar las fuentes financieras y de armas de esa secta destructiva, y utilizar a fondo los canales políticos y diplomáticos para disminuir un problema que no tiene solución militar.

¿Por que no lo hacen? Para mi es un misterio. Puestos a enunciar una hipótesis de política ficción, tal vez sugeriría que quizás los talibanes están ya infiltrados en las mas altas cancillerías del planeta.

En fin. Infiltrados.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN.COM) 26-08-10.

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