He traído de la casa de la sierra una carpeta con viejos papeles. De entre todos, he seleccionado el mas raro, sin título ni fecha, que añado a la entrada de hoy, ante la perspectiva de volver a salir de viaje, para que no decaiga el ritmo de las entradas.
"Anestesia. La fina aguja de la jeringuilla se clavó en el hemisferio izquierdo del glande, haciendóme ver las estrellas. Todo el universo galáctico apareció ante mis ojos; planetas púrpuras, verdes, rojos; incandescentes soles, diminutas y centelleantes estrellas y, en la lejanía, la cola del Halley bailando una danza elegante y lenta, al ritmo de la música de Ludwig Van Beethoven, como en una secuencia de Kubrick.
Bisturí. Ya está. Se lo hemos quitado todo, probablemente será un papiloma. Ahora hay que hacer una histología. Ya se puede ir. Miré. Todavía tenía el glande y en lugar de la pequeña mancha rojiza que había motivado la intervención aparecía ahora la huella de la sutura.
Al día siguiente amanecí con mi pequeño planeta glandar rodeado de un enorme anillo.
Saturno. Devorando a sus hijos. Esto está muy inflamado. Tendrá que guardar cama tres días por lo menos. Así es como me reencontré nuevamente con Joyce. Abrí el libro y mi olfato percibió claramente el olor a cenizas mojadas y palo rosa que surgía, recurrente, de sus páginas.
Vi a Stephen Dédalus y Buck Malligan asomados en la torre de Sandycove, frente a la Bahía de Dublín, observando el bulto hinchado de un ahogado con la cara abotargada blanca de sal, a la deriva en el mar de Irlanda. Con la cara abotargada blanca de sal. Igual de abotargado tengo yo el glande, seis baños diarios en una solución saturada de sal. Blanco y abotargado, igualito que el ahogado de Sandycove.
Seis baños diarios, es para rebajar la inflamación, sabe. El mar de Irlanda, toda la sal del mar de Irlanda, sal por todas partes, sal...y el cetáceo que apareció muerto hace años en la playa de Pinedo, del que saqué una foto a escondidas de los guardias que lo custodiaban.
Todo el cuerpo del bicho mordisqueado, no se supo si por los dientes de algún congénere, o por los efectos de algún desecho radioactivo. Se lo llevaron en silencio para analizarlo y nunca mas supimos nada.
Los baños déselos después de orinar. El olor de los restos de mi propio orin, se confunde con el aroma del riñón de cerdo que Leopold Bloom lleva en su bolsillo.Al amanecer del segundo día un rostro de mujer onírico, tal vez producto de la superposición de los rostros de otras mujeres que han pasado por mi retina, me da un beso. Es un beso onírico, pero táctil.
Ludwig Van Beethoven vuelve a sonar en mis oidos. De pronto me despierto con un agudo dolor en el glande y me precipito al baño para detener la erección. Agua, agua, deliciosa agua, todas las aguas, de todos los mares, de todos los tiempos, desbordadas salvajemente, cubriendo toda la costa mediterránea, arrastrando nuestros fracasos y nuestros triunfos, el pasado de todos los hombres, las miserias de los desesperados, las noches en blanco de los insomnes, los juguetes de nuestra infancia, y toda la tristeza melancólica creada por un cielo de gota fría, que nos envuelve en un puré de niebla.
Consigo dormirme de nuevo. Es ya la hora de la duermevela y una esbelta mujer, vestida de verde, trepa por una fachada mostrando sus nacaradas nalgas, de una redondez perfecta.
Nuevamente me despierta el latigazo de la sutura, tensa como la cuerda de un arco.
Un sudor frío me baña todo el cuerpo.."
LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN.COM) 5-08-10.
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