Durante los últimos años, en tiempos de vacas gordas, se repetía hasta la saciedad por los voceros de la prosperidad que esta era un país rico. Un viejo papel de 2006, titulado 'Fascismo Hipotecario' contenia mi afirmación de que, mas bien, el país es de los ricos. La riqueza agregada de un país es un signo de su prosperidad relativa en relación con otros, pero si no descendemos al detalle de que grupos de población y en que proporción participan de esa riqueza, carece de sentido medir el progreso de sus gentes con el parámetro de la riqueza bruta.
Nunca como ahora, en toda la historia económica de este país, la dependencia del endudamiento de los jóvenes para acceder a una vivienda ha alcanzado una proyección vitalicia, a causa de la oleada hipotecaria de los ultimos años.
Los jovenes han comprado una infinidad de viviendas, si, pero no son sus propietarios. Son de los bancos, de la oligarquía bancaria, en función de la cláusula de reserva de dominio que incluyen los contratos hipotecarios.
Una vista aérea del país ofrece la impresión de opulencia inmobiliaria,a la vez que de degradación del territorio, pero lo que en realidad esconde esa realidad física del aumento de ese patrimonio, es la falta de libertad económica de generaciones enteras, atrapadas en la red mas tupida tendida nunca por el poder financiero, con un alcance temporal inaudito.
Visto desde el punto de vista de la riqueza bruta del país, el avance es innegable.
Si nos paramos a ver como está distribuida esa riqueza, y en particular cuales son los efectos de la crisis y su repercusión en los precios, en esa distribución, el cuadro es bastante patético.
Son cientos de miles de millones de Euros los que se han prestado a compradores de viviendas que solo disponían de sus rentas del trabajo futuras para pagarlas, que las compraron a un precio un veinte por ciento mayor que su valor actual.
El complejo financiero inmobiliario, que se ha revelado mas letal que aquel complejo militar industrial del que advertía un ex presidente norteamericano, se ha embolsado
el importe de esos precios sobrevalorados. que los deudores deberán seguir pagando durante toda su vida, mientras que el valor de lo comprado ha descendido de manera abrupta.
Este solo hecho ha producido un bocado en el conjunto de las rentas del trabajo, presentes y futuras, en relación con las del capital, que ha producido una pérdida neta de decenas, si no de centenares de miles de millones de euros.
Si a esto añadimos, los menores ingresos percibidos por los trabajadores activos
que han ingresado en el desempleo, y los ajustes a la baja que se están produciendo entre los trabajadores activos con menor poder de negociación, la dentellada a las rentas de trabajo es de tal magnitud, que afectará de modo considerable a la parte relativa de capital y trabajo que componía nuestra imágen de país rico, tan extendida por los voceros en la época de vacas gordas.
Esto quiere decir, claramente, que el país es de los ricos, si atendemos al parámetro que justamente define la participación relativa de las rentas del trabajo y las de capital, en el conjunto de la riqueza del país, a su situación anterior, a su evolución y a su tendencia y realidad actual.
Lo dramático de todo esto es que se dice que se quiere salir del estancamiento, pero en una sociedad basada en el consumo masivo, es técnicamente imposible salir del estancamiento si las rentas del trabajo están hipotecadas de por vida, y lo poco que queda aún se rebaña mas mediante recortes.
Alguien debería explicar como se sale del estancamiento estrangulando la demanda futura como lo ha hecho el complejo financiero inmobiliario por medio del 'fascismo hipotecario', y con las políticas de agresión a las rentas del trabajo que estan instrumentando los gobiernos, algunos incluso se hacen llamar socialdemócratas, solo con su vista puesta en la deuda pública y los inversores extranjeros.
Esta situación de dependencia, desposesión latente y presión del sistema hasta ahogar, mediante condicionamientos económicos. la libertad de los individuos, en favor del complejo financiero inmobiliario, se puede reconocer, gráficamente, como 'fasciscmo hipotecario'. Ningún régimen, sea autoritario o parlamentario, puede anular la totalidad de las libertades. Pero puede hacer mucho daño suprimiendo algunas muy importantes. Los fascismos históricos anularon las libertades políticas.
El neofascismo hipotecario, con la dependencia vitalicia de sus deudores, tiene un grado de influencia notable en algunas de sus decisiones, como cambiar de trabajo,
de ciudad, de pareja, incluso dejar de trabajar temporalmente para hacer algo mas interesante, porque el matrimonio con la hipoteca es indisoluble y vitalicio.
Una condena. Cuando la situación lo permita, deberíamos salir a la calle, otra vez,
para reivindicar la amnistía de esa condena.
(De una papel de 2.006, reescrito)
LOHENGRIN (CIBERLOHENGRION.COM) 29-08-10.
No hay comentarios:
Publicar un comentario