sábado, 21 de agosto de 2010

EL RUÍDO DE LA RED

Acabo de terminar el rape a la marinera y he apagado el fuego. Bueno, en realidad lo acabaré con diez minutos mas de fuego cuando se aproxime la hora de comer. Hay cosas que no cambian, como el modo de cocinar el rape a la marinera, mientras que el cambio tecnológico de los últimos veinte años ha descolocado a mas de uno.

Enrique Gil Calvo, --creo que es sociólogo-- firma hoy un artículo de opinión en la 19 de 'El País'. Le he dado un vistazo antes de meterme en la cocina y me ha dado la impresión de que Gil Calvo es una de esas personas que confunden el final de su mundo personal, con el fin del mundo. Algo que le ha sucedido a mucha gente, desde las clases aristocráticas en los albores de la democracia, hasta los partidarios de las universidades elitistas cuando el conocimiento sa abrió al común de las gentes.

Su apresurada conclusión de que 'en la Red se construya por agregación de microrrelatos un cuento coral de terror carente de significado; una cacofónica historia de zoombis iletrados que está causando la ruina colectiva de la comunidad civil' pone de manifiesto, antes que nada, su profunda ignorancia de los contenidos de la red. Hay que decir en su favor que, dada la extensión casi inabarcable de los nodos de comunicación de Internet, no digamos de la variedad de contenidos que incluyen, no es fácil pronunciarse sobre el valor cultural y comunicacional de este nuevo soporte, sin haberlos leído con cierto detenimiento.

La inseguridad que se extiende entre los creadores culturales tradicionales, sean músicos, escritores, cineastas, o provengan de cualquier especialidad académica, ante
la brutal expansión de los nuevos soportes, que cuestionan las estructuras mercantiles en las que se apoyaban todas esas expresiones artísticas, culturales o cientificas, conduce a algunos de ellos a negar la legitimidad y la validez de las aportaciones a la Red.

En lugar de acercarse a ese nuevo medio para integrar su tecnología como un medio mas de exposición de sus quehaceres al criterio público, adoptan una posición reaccionaria semejante a la de las clases aristocráticas cuando se vieron amenazadas por las nuevas formas de organización social; en lugar de saludar los cambios tecnológicos como una oportunidad de extensión de la democracia, con sus distintos niveles de excelencia, naturalmente, pero sin que las formas menos exigentes excluyan a las mas rigurosas, se cierran en un actitud negativa, negándose la oportunidad de aportar a ese nuevo mundo comunicacional sus saberes tradicionales.

Esa actitud corporativa es fácilmente perceptible, la han hecho pública diversas personalidades del mundo de la cultura, escritores, músicos, sociólogos, intelectuales, periodistas, y todas tienen en común una visión estrecha, lastrada
en el pasado común de todos ellos, y una cierta incapacidad de adaptación al mundo tecnológico, del que solo aprecian su lado menos interesante, el acceso indiscriminado que permite a cualquier expresión de la cultura, lo que puede permitir
que gentes que los exquisitos consideran de bajo nivel ocupen esos espacios en demasía.

Es el mismo argumento que quienes tenían una concepción elitista de las instituciones formativas, oponian a la democratización de la formación universitaria. El resultado de esa apertura es que hay mas licenciados, no menos
profesionales excelentes.

No puedo creer que el acceso mayoritario y democrático a la Red, produzca un mayor número de estúpidos. Probablemente los estúpidos ya existían, otra cosa es que ahora tengan mas foros donde expresarse, pero eso no reduce el número de las aportaciones interesantes a la red de gentes que antes no tenían cauces para expresarlas.

En fin. Puede que en la red haya ruído, pero nada nos impide buscar en ella las delicadas notas de la música de siempre. Con eso, creo, salimos ganando, no perdiende.

Es una opinión.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN.COM) 21-08-10.

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