Anoche vi, en el canal del cable Cinemateka,'Abajo el telón',una obra maestra del cine que recrea la época heroica del teatro combativo en la Nueva York de los años 30, en plena depresión económica, con el macarthismo interrogando a intelectuales y artistas sobre su pureza de sangre ideológica,los intelectuales neoyorkinos decantándose a favor de los republicanos o los fascistas en la España en guerra, un Orson Wells joven en la dirección del Grupo de Teatro Federal, una experiencia genuinamente norteamericana auspiciada por el gobierno de Rooswelt, que movilizó a tres mil actores en un proyecto teatral sin precedentes, abortado por las fuerzas conservadores antes de su consolidación.
Tim Robins, quien cuenta estos hechos históricos pasados por su visión ideológica e ideologizante, trasciende la carga militante de la historia y consigue que el espectador se emocione, con un reparto de lujo que, sin nombrar a todos, incluye, nada menos, a Vanessa Redgrave, Susan Sarandon, John Turturro, Jhon Cusack --en el papel de Nelson Rockefeller-- Bill Murray y Rubén Blades, entre otros.
Esta enorme película tiene un carácter poliédrico, y se puede ver desde muchos puntos de vista. Como una demostración escénica de lo que es el teatro total, un ejemplo de arte comprometido, con su carga panfletaria, si se quiere, pero que en una época de fuerte conflicto social apuesta por el valor individual y el enfrentamiento con el poder.
Lo mejor de la película, en mi opinión, son las escenas que muestran el cinismo del poder de un modo descarnado. Nelson Rockfeller, un mecenas del arte, encargando a Diego Ribera un mural para su Fundación, que luego es destruido porque Ribera no se pliega a las exigencias de los ricos en la realización de su obra.
Una burguesía neoyorkina mostrada con su rostro mas atroz, en unos diálogos crudos que tratan a los artistas de prostitutas y a los ciudadanos de carne de cañón, pensando en los beneficios de la guerra que está por llegar, que financian el arte, a la vez que reciben desde Italia cuadros robados por Musolini, a quien le hacen llegar financiación a través de Marguerita, la cínica marchante de arte que se ha acostado con el fascista, interpretada por la Sarandon.
Quizás la escena mas hilarante de la película sea la del Comité de Actividades
Antiamericanas que presidió Mc Carthy, interrogando a la gestora del Teatro Federal, intentando averiguar si un tal Marlow (el dramaturgo que fue el maestro de Shakespeare) que figura entre los papeles investigados, es un comunista al servicio de Moscú. Al aclarar la interrogada que se trata de un personaje del siglo XVII, los comisionados para defender la pureza de sangre de la sociedad americana no se cortan en afirmar que Aristófanes, como el resto de los trágicos griegos, también fueron comunistas.
Mucho se ha escrito sobre la Inquisición en España, pero el episodio del macarthysmo
en los Estados Unidos de los años treinta, tuvo todo el hedor de la intolerancia y de la quema de brujas que, como muestra la película, no fue exclusivo de nuestra historia negra.
Contra esa intolerancia rancia, se rebelan los actores del Teatro Federal, y cuando el ejército clausura el teatro poco antes de la representación, después del desánimo y la vacilación, porque los sindicatos les prohiben representar la obra, bajo la amenaza de no volver a trabajar nunca mas, deciden llevar la representación a otro teatro y desafiar las prohibiciones gubernativas y sindicales, en un final épico que es una epopeya libertaria, por mucho que los actores levanten el puño, afirmando con ese gesto sus simpatías comunistas, la película es, toda ella, un canto a la libertad, mas que una expresión ideológica. Al menos, así me lo ha parecido a mi.
En estos tiempos de conformismo pesimista, de invidualismo feroz y ausencia de conciencia libertaria, de desbandada en los movimientos obreros y sindicales, y de crudo totalitarismo del dinero, la odisea de los actores del Teatro Federal en los años treinta, es una bocanada de aire fresco, en favor del coraje individual y colectivo, de la resistencia al ataque feroz de los poderosos, ahora tan cínicos, tan despiadados, como la camarilla que lidera Rockefeller en la película, y es que
si quieres conocer el verdadero talante de los poderosos, de los mecenas del arte, tienes que ver esta película.
Muy recomendable para los aficionados al teatro, y para los actores y directores teatrales. No veo mucho cine en pantalla pequeña, pero esta vez ha valido la pena. Para compensar, esta tarde veré dos películas en pantalla grande. Si merecen la pena, lo contaré.
En fin. Abajo el Telón.
LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN.COM) 28-12-10.
No hay comentarios:
Publicar un comentario