sábado, 18 de diciembre de 2010

SIGLO XXI

En el cambio de siglo circuló el rumor pueril, que acojonó a mucha gente, de que los ordenadores no serían capaces de reconocer los dígitos del nuevo tiempo, y caerían las aplicaciones de hospitales, aeropuertos, estaciones de ferrocarril y sistemas de seguridad, hundiendo a la población en una especie de caos milenarista.

Mira por donde no sucedió nada. El caos ha venido después, porque la historia funciona con algo de retardo y hemos entrado en el cambio de siglo unos años después de lo previsto, con lo que la intuición del caos resultó certera, pero algo desfasada en el tiempo y en sus causas y consecuencias. Visto que ahora, si, ya hemos entrado en el siglo XXI, demos un vistazo panorámico, con algo mas de información, a ese cambio.

En este decenio hemos pasado, con una rapidez sorprendente, de la prosperidad de la etapa dorada del capitalismo especulativo, llamado pudorosamente neoliberal, a la mayor crisis de los últimos ochenta años, una nueva etapa, desconocida para las generaciones actuales, que Verdú reconoce como el 'capitalismo funeral'.

La consecuencia mas visible de ese cambio es que los mismos actores que se enriquecieron con la ola especulativa, llamados primero mercados, ahora banqueros y fondos de inversión, luego tal vez se hable de nombres y apellidos, exigen a los políticos, que cada vez mas ofrecen el aspecto de muñecos genuflexos, que adopten medidas draconianas para repercutir sobre la población el coste de la crisis, para que sus inversiones en deuda de los Estados queden a salvo de cualquier merma.

Tal parece que la democracia representativa se encuentra en un estado de excepción
y son los poderes fácticos, esencialmente los financieros y algunos institucionales a los que no hemos votado, quienes hacen y deshacen para determinar cual va a ser nuestra vida diaria a partir de ahora, salarios, precios, ahorro, gasto, pensiones, etc., como si nuestras libertades soberanas fueran objeto de caución, hasta nueva orden.

En medio de ese clima, nuestros banqueros, cuya madre no voy a mentar, porque me estoy conteniendo, presumen de que el sistema financiero español es el mas sólido de Europa, y que no ha precisado ayudas estatales. Pero no dicen que, a efectos de la calidad de sus activos, ya no se puede hablar de sistemas nacionales, porque ellos están tan involucrados como otros en la basura que ha circulado por todas partes, tienen entidades en otros países, están en los mercados globales, aunque, eso sí,
son de los pocos que han echado de sus casas a mas de cien mil familias que, además, siguen endeudadas con ellos a pesar de haber perdido su vivienda.

Ya se ve que lanzar una vista panorámica hacia el nuevo paisaje del siglo XXI da resultados diferentes, según seas parte, o no, de una de esas familias desalojadas.

En plena crisis económica y financiera, nuestros políticos genuflexos se permiten decir que estamos saliendo de ella. Como si no fuera evidente que a la salida de ese túnel nos esperan dos sustos gordos, la crisis energética, y la climática, sin que, ahora mismo, enmerdados con la deuda y el desempleo, sean capaces de vislumbrarlas, como antes les ocurrió con la economía.

El modo en el que hemos entrado en el siglo XXI, parece anunciar que será un siglo convulso y que la experiencia política del siglo XX no vale para el nuevo escenario.
Hace falta gente nueva en la política, en la economía y en las finanzas, para entender los nuevos escenarios y moverse en ellos. Pero las estructuras de poder son tan rígidas, tan poco adaptables a realidades nuevas, que se congelan en el tiempo
mientras lo que cambia es solo lo aparente.

Esta de ahora no es una situación única, sino la evidencia de algo que parece mas recurrente. Es muy elocuente la letra de aquel tango que evocaba el siglo XX. 'Siglo veinte, cambalache, problemático y febril..' Pues eso. Seguimos en lo mismo.

Quizas lo único nuevo es que ahora tenemos a Wikileaks, de momento. Parece que los servicios secretos de USA van a por Assange, espero que pueda quedar a salvo. Esto viene a confirmar que la rigidez de las estructuras de poder es refractaria a la novedad y al cambio.

En fin. Siglo XXI. Un siglo diferente. Un siglo igual. Hay cosas que no cambian.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN.COM) 18-12-10.

1 comentario:

Comentarios