Ayer leí un artículo en 'Levante' que defendía los derechos de autor, frente al uso libre de los contenidos en Internet, mal llamado piratería, que hacía referencia a la votación en el parlamento que ha echado para atrás la aprobación de la llamada Ley Sinde. Para no saturar el blog con cuatro entradas seguidas he guardado este artículo de opinión en borrador, para publicarlo hoy.
(...) Vamos a ver. Para empezar, la SGAE, Sociedad General de Autores de España, que está detrás, junto con otros grupos de presión --dicen incluso
que estadounidenses-- de ese proyecto de ley, es un bunquer opaco, con un patrimonio inmobiliario que te cagas y unos ejecutivos vitalicios con unas indemnizaciones abusivas, del tamaño de las de los consejeros bancarios de Neguri, cuya sede podría representarse, como en aquella película de Monty Phyton, como un buque corsario lleno de piratas.
Vaya por delante, que no es mi costumbre bajarme películas, libros, ni música, de Internet. Cuando quiero ver una película, voy al cine, porque la pantalla del ordenador me parece una mierda para ver cine. Prefiero un concierto de Jazz en directo a la música enlatada. Por cierto, el último al que fui, en la Sala Octubre,
lo jodió un batería epiléptico que, con su exceso de entusiasmo, tapó la música de sus colegas. En cuanto a los libros, las bibliotecas municipales están llenas, aunque conviene evitar los del último premio Nobel, porque La Ciudad y los Perros
de Vargas Llosa, que supongo que se reeditará ahora, es uno de los peores bodrios que se pueden encontrar en los catálogos editoriales.
Dicho esto, añadiré que, puesto que los autores de libros, música y películas, ya perciben sus ingresos por sus exhibiciones y actuaciones en directo, y por sus ediciones en papel, no me parece mal que se extienda el conocimiento de su obra en otros soportes, y deberían estar agradecidos por ello, porque Internet tiene un efecto de difusión de su obra que, en ausencia de las llamadas descargas ilegales, no se produciría.
Llegaré mas lejos. El autor no debería gozar de derecho alguno, sino cumplir con su obligación vocacional de expresar su vena artística o literaria, sin pedir nada a
cambio. En particular, en la literatura, que hace el escritor? Recibe un acervo sobre el que no tiene propiedad alguna, el lenguaje, que le ha sido legado sin ningún mérito por su parte para recibirlo, y lo devuelve transformado por su talento personal.¿A quien debería pagar ese autor los derechos por el uso de un lenguaje que es patrimonio de todos y el se apropia?
La noción misma de autor está desfasada. Proviene de una realidad social antigua basada en un país de analfabetos, donde el uso del lenguaje estaba reservado a unas élites minoritarias, que eran aclamadas por una habilidad de la que carecía el vulgo. Nada que ver, por fortuna, con la realidad actual.
Puedo entender que la gente del cine, que hace grandes inversiones para la realización de una película, trate de evitar que intermediarios que controlan determinadas páginas web, se enriquezcan a costa de perjudicar su inversión.
Mas o menos, ese es el argumento que dió Alex de la Iglesia cuando le preguntaron por la Ley Sinde, pero generalizar esa defensa de intereses legítimos, incluyendo productos escritos, o musicales, y arbitrar mecanismos legales para cerrar páginas web que no les sean simpáticas a los filibusteros de la SGAE, o pretender estirar los derechos de las ediciones en papel, o de la creación musical, que ya han retribuído a sus autores, es un abuso de posición dominante por parte de las editoras y de las compañías discográficas.
Tanto los editores musicales, como los literarios, han de asumir que los tiempos han cambiado, y los autores, que la fuente de sus ingresos, legítimos, viene, de sus actuaciones en directo, en el caso de los músicos, y de las ediciones librescas en los demás casos. Y que nadie se apropia nada por el hecho de acceder a la cultura, literaria o musical, por medio de un soporte que tiene un caracter complementario, y que tiene una función expansiva de la obra de los autores, que nunca soñaron con tener esas audiencias. En realidad, en una sociedad como la actual, son ellos quienes deberían pagar por introducir sus creaciones en la Red.
No se si queda claro que yo no soy partidario de la gratuidad, sino de que se cobre a quienes se promocionan en el ciberespacio con un alcance universal.
Piratas. Para piratas, los de la SGAE, los de las discográficas que han chupado la sangre a los músicos durante decenios, y los que, con la excusa de proteger los derechos de otros, maquinan el modo de silenciar a un medio de expresión sobre el que no tienen control político ni ideológico.
Por una vez, debemos estar agradecidos a los diputados que han frenado ese proyecto de ley. Aunque no faltarán nuevos intentos. Habrá que estar al loro.
Por cierto, feliz Navidad a todos. Autores. Artistas. Editores. Usuarios de Internet.
LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN.COM) 24-12-10.
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