AVE

Confundir tecnología con progreso es un grave error de punto de vista, que hace decir a políticos municipales, autonómicos y nacionales, a dirigentes empresariales y a monarcas, muchas sandeces.

Son dos nociones distintas, funcionan a diferentes velocidades pero, sobre todo, tienen efectos distintos en la población a la que va dirigida la retórica de los discursos grandilocuentes que hemos oído estos días con motivo de la puesta en servicio del tren de alta velocidad, que se empeñan en repetir que acercará Heliópolis a los madrileños, cuando son los valencianos los que van a visitar Madrid con mayor frecuencia, aunque solo sea porque la vida teatral allí es muy intensa y variada, y aquí, gracias a la nefasta política cultural de Camps y su gobierno es poco menos que una mierda.

Un avance tecnológico se puede corresponder, o no, con un progreso social y humano
de la mayoría social en cuyo seno se produce. Un avance tecnológico en medicina, por ejemplo, puede tener el efecto de aumentar la salud y la longevidad de poblaciones enteras, sin excluir a nadie de ese disfrute. En este caso, estaríamos hablando de progreso.

El hecho de viajar de una ciudad a otra, a mayor velocidad y con mayor comodidad, es un avance tecnológico cuyos efectos directos se limitan a aquellos que están en disposición de tener tiempo y dinero para usar ese medio de transporte, que no son, ni mucho menos, la mayoría de la población. En cuanto a los efectos indirectos en la economía de servicios de las dos ciudades conectadas, está por conocerse cuales van a ser los flujos reales de viajeros, no vaya a ocurrir que sea la economía madrileña la mas beneficiada.

Pero, además, cualquier inversión pública tiene un coste de oportunidad. Es decir, cuando se invierte en algo, se deja de invertir en otra cosa. En este caso, las inversiones en la alta velocidad, deben valorarse teniendo en cuenta la pérdida de inversión alternativa en cercanías y trenes regionales, que usa mucha mas gente, y cuyas necesidades están relativamente desatendidas.

Me ha llamado la atención en los discursos que apenas he escuchado, la alusión enfática a la colaboración entre las distintas administraciones que han intervenido de algún modo en el proyecto. Estos tipos, alcaldes, ministros, presidentes y políticos autonómicos, se ve que están todos los días a la greña, mas ocupados en peleas barriobajeras que en servir a los ciudadanos, de otro modo no entiendo el énfasis que se hace al subrayar algo que debería ser normal. Ya sospechaba yo algo de esto, pero el contenido de los discursos escuchados, lo confirma.
Un ejemplo de progreso sería que el entendimiento entre administraciones fuera algo normal, cotidiano, en lugar de tener un caracter raro o extraordinario.

No se si ha quedado clara la diferencia entre progreso y avance tecnológico. En la página de anteayer ya me refería a mi sensación de que vamos a velocidad tecnológica de vuelta hacia el mundo antiguo, en el sentido de que la brecha entre poder y ciudadanía se agranda de un modo preocupante. No pensaba en el AVE cuando escribí eso, pero ahora veo que este acontecimiento tecnológico, al que se le ha dado una importancia política extraordinaria, es un ejemplo de lo que dije.

Cuanto mas rápido viajamos --noten esta contradicción-- mas nos estamos alejando del verdadero progreso social y humano, que no se puede concebir como tal, si los avances tecnológicos no se extienden a la inmensa mayoría de la gente y si a esa población se la está privando de derechos básicos, se aumenta su jornada laboral, se reduce su salario, se recortan sus pensiones. ¿Que mierda de progreso es ese?

Lo único que se me ocurre añadir a las muchas sandeces escuchadas a ministros, presidentes, alcaldes, dirigentes empresariales, y monarcas, es, --AVE César, lo que no será obstáculo para que algun fin de semana tome ese tren y vaya a Madrid a ver algún espectáculo teatral, porque a Heliópolis, los políticos autonómicos de los discursos triunfalistas, la han convertido en un erial cultural.

En fin. AVE.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN.COM) 19-12-10.