sábado, 11 de diciembre de 2010

EL ESPEJO

Dudo que ningún ciudadano de los países democráticos occidentales pensara, antes de las revelaciones de Wikileaks, que los gobernantes por el elegidos le contaran todo lo que hacían, como tampoco que la retórica de sus discursos respondiera a lo que sinceramente creían que era lo mejor para el conjunto de la sociedad que gobernaban, aunque solo sea porque la experiencia personal de cada uno aconseja no ir contando por ahí todo lo que hace, ni diciendo todo lo que piensa. Hace falta una mínima contención para posibilitar la convivencia.

Dicho esto, hay que agradecer a Wikileaks el arrojo demostrado al dar al público conocimiento los secretos de los poderosos, porque la reserva que en un ciudadano corriente no causa mayores daños, en los Estados puede constituir un abuso de poder,
una conculcación de derechos constitucionales y una burla de los principios de la justicia.

Por menos que eso, Jodorkovsky, el empresario ruso que se opuso a la actitud dictatorial de Putin, dió con sus huesos en una cárcel de Siberia, y allí sigue.

Ahora leo en el periódico que un equipo jurídico está preparando cargos por espionaje contra Assange. Esos son capaces de afirmar que nació en San Petersburgo, que forma parte de la generación de niños que fueron enviados a una edad temprana a Occidente para integrarse allí como espías dormidos, y que ahora ha sido activado por control remoto para mostrar las verguenzas del imperio americano y sus Estados satélites, con fines inconfesables.
(...)

En todo este asunto hay algo que me llama poderosamente la atención. Si los gobernantes saben que los ciudadanos saben que hay ocultamiento, mentira y falsedad, tanto en el ejercicio de la acción de gobierno, como en los discursos que dan cuenta de ella, ¿como se explica una reacción tan desmedida como la orden de busca y captura contra Assange, y las imputaciones tan raras, primero por asuntos de faldas y ahora la que se prepara, al parecer, por supuesto espionaje?
¿No estábamos ya todos al cabo de la calle de los límites de la democracia y teníamos ya una idea de como funcionan las relaciones de poder? ¿Entonces, donde está el delito?

Tal vez una explicación a este despropósito tenga que ver con el síndrome del espejo. Imagino a la Reina de las Hadas en el país del Poder, un país sin espejos, enfrentada de pronto a las horribles máculas de su verdadero rostro y la repugnancia que eso le habrá causado, transmutada en cólera al conocer que esa visión se reflejaba en el espejo público.

Una cosa es que vayas por ahí mintiendo un poco, y que esas mentiras nunca sean descubiertas, y otra que te veas expuesto a la acusación de mentiroso en público, que tus mentiras sean expandidas, con pelos y señales, por todo el mundo, que tu discurso tan cuidado, tan pulido de corrección política, se muestre ahora vacío y mendaz, que tu verdadero rostro aparezca, sin afeites, a la pública contemplación.

Todo el apoyo prestado a Assange por los movimientos espontáneos en Internet va a ser poco frente a la cólera de la Reina de las Hadas. Nadie en el país del Poder le va a perdonar que haya puesto un espejo delante de sus rostros, obligándoles a la contemplación repugnante de sus máculas ocultas por el maquillaje de la corrección política.

Deseo a Assange, con toda sinceridad, que no termine en Guantánamo, o peor, en Siberia.

En fin. El Espejo.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN.COM) 11-12-10.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Comentarios