lunes, 9 de julio de 2012

MATA, ME MATAS. RAJOY, ME VOY.

"Me he despertado a las cuatro de la mañana, sudoroso y con la mano en el orinal. Soñaba que yo era un perro, le daba por el culo a Merkel y Rajoy intentaba separarnos. Es tal el follón que hay afuera que, cobarde como soy, me inclino por salirme del guión y contar algo de la Operación Bikini, ahora de moda rabiosa.

 Dejo en suspenso la mini serie de homenajes y anti homenajes que me ha ocupado estos días, de los que el mas redondo me ha parecido el del queso lituano, que ustedes pueden disfrutar leyendo mas abajo, o mas arriba si me leen desde Australia."
(...)  
Mata, como los demás deportistas, no necesita de nuevas rutinas para lucir tabla, Rajoy, en cambio, parece que ha cogido un tablón que no le deja aclararse con los mandatarios? europeos, pero yo me voy a ocupar hoy de la gente corriente, ordinary people; un ejecutivo bancario, un pintor de brocha gorda clandestino y una abuela que lleva a sus nietos a la playa, para una breve reflexión sobre eso que sale en las revistas de moda, y que no se lo que es, la operación bikini, que, al parecer, conviene seguir para lucir el tipo en la playa sin desdoro de la propia imagen y sin agredir la vista de los demás. 

Quienes se dedican a observar, medir, o expresar en cifras estadísticas las demandas de los consumidores habrán advertido, supongo, en mayo y junio, un descenso drástico en el consumo de ciertos productos, en particular los lácteos ricos en grasa --si es que queda alguno cuyos elaboradores se atrevan a reconocer esa condición en su etiqueta, en lugar de disfrazarla con algún ingrediente mágico adelgazante-- además del de otros productos alimentarios señalados con el estigma de que engordan. A la vez, la oferta de productos y servicios tales como material deportivo, zapatillas para correr, camisetas, gimnasios, entrenadores personales,libros de prácticas nutricionales o básculas domésticas,habrá visto crecer su demanda. 

Estos cambios estacionales en los hábitos de consumo obedecen, en gran medida, pese a la debilidad general de la demanda por la situación de crisis, a la fascinación del segmento de la población todavía ocupado por la llamada operación bikini, un invento de marketing destinado a estimular el cuidado del cuerpo para ofrecer la mejor imagen a los demás y a uno mismo, orientado a cualquier género, a pesar de su nombre.

 Imaginemos a un varón ya entrado en los cuarenta, que se levanta a las siete de la mañana, se pone a correr con su vestimenta deportiva por el parque mas cercano, vuelve a casa perdido de sudor, se ducha, toma un desayuno 'equilibrado', baja a que lo recoja su chófer, quien lo lleva al Consejo de Administración de su banco, y a las doce lo traslada hasta el gimnasio, luego se pone en manos de la masajista, otra vez la ducha, toma algo ligero en el restaurante frente al banco, acude a la reunión de la tarde para fijar los objetivos estratégicos de la entidad, una vez adquirida la filial en Londres y luego, venga, otra vez a correr por el parque, sudar, ducharse, y después, una cena frugal con queso fresco y ensalada. Está bien, no?, pero, que quieren que les diga, a mi me parece un poco coñazo. 

 Mientras el ejecutivo bancario se entrega a sus rutinas, el pintor clandestino de brocha gorda que decora con tierras florentinas las paredes del piso de la duquesa merchera del barrio, desayuna en el bar Maravillas --al que hace tiempo que no voy-- un combinado de mistela y anís y, después de una hora de faena, se come un bocadillo de magras con tomate, tamaño especial. Sus rutinas consisten en darle a la rasqueta y a la brocha durante cinco horas seguidas. Después baja al bar, sin ducharse, vestido con el mono de faena, y se come un menú de fritos aceitosos, se tira dos horas jugando al dominó con sus colegas desempleados que también hacen chapuzas, antes de retomar su tarea en la tarde ya avanzada.

 El pintor clandestino y el ejecutivo bancario están flacos como espátulas porque, ambos, cumplen un balance esencial, no ingieren mas calorías de las que consumen en sus rutinas diarias. Y eso, se controla, sobre todo, con la cantidad. 

A quienes no son ejecutivos bancarios, ni pintores clandestinos y además, están jubilados, no me atrevo a dar opinión alguna sobre lo que se debe o no comer. Si me parece razonable, cuando las abuelas llevan a sus nietos a la playa, si además no son nudistas, que se pongan un bonito traje de baño, en lugar de un bikini. Mi mujer lo lleva, y le está de muerte. 

Tengo la sensación de que cada uno envejece como puede. Unos lo hacen engordando, otros adelgazando, y sospecho que no se puede hacer nada. Solo llevar una vida lo mas sana y activa posible, adecuada a las limitaciones de cada uno. En lo demás, intuyo que la genética prevalece. Lo siento por la operación bikini, que me parece, antes que nada, un mito de la publicidad. No sé.

En fin. Mata, me matas. Rajoy, me voy. (Operación Bikini)


 LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN) 10-07-12.

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