Me ha dado por elogiar a todo el mundo, en particular, a quienes mas lo merecen. Ya se que no es habitual, que chocará a los usuarios del blog acostumbrados a mi retranca y mala leche, pero es parte de mi programa de regeneración --no creo que se prolongue en el tiempo-- en el contexto de la necesidad de risorgimento de esta comunidad humana donde resido, a la que llamo Heliópolis, mas conocida como Comunidad Valenciana que, a pesar de la mucha pesadumbre que cae sobre ella por el mal gobierno desde hace demasiado tiempo, y de la plaga del fuego que ha arrasado una parte de sus tierras estos días, tiene un capital humano de un valor incalculable, al que no siempre se hace justicia.
En lugar de buscar glorias muertas para comunicar a todos la valía de nuestro espíritu, de nuestras gentes pasadas y presentes, me propongo el elogio a quienes están vivos, porque me parece de mal gusto esperar a que se mueran para dedicarles un homenaje.
Ayer dediqué ese homenaje a Antoni Llop, pintor del Cabanyal que expone hasta el día 20 su obra en el Ateneo Mercantil. Hoy le toca a Juan José Millás, un paisano de una saga familiar uno de cuyos ilustres miembros tiene dedicada una placa en una calle del barrio histórico, aunque creo que se crió en Madrid, como yo, que de jovencito solo leía El País, un producto madrileño que dedica unas páginas a la Comunidad Valenciana, con el que me crié. Ahora, de mayor, leo a Millás en 'Levante'.
No me creerán, pero ayer me zampé las 63 páginas de 'Levante', una a una, incluidos los anuncios de contactos por si aparecía ya el mío, y no pude encontrar nada del nivel del artículo de Millás en las páginas de opinión, 'Ya somos guardeses'
Las primeras líneas de ese artículo son, en si mismas, una muestra de la brillantez, la originalidad, la difícil facilidad de Millás para construir imágenes sorprendentes a partir del lenguaje. 'Hubo un tiempo en el que lo primero que hacían los cadáveres por la mañana, al despertar, era pasarse la punta de la lengua por la dentadura, para comprobar que no les faltaba ninguna pieza de oro...'
Esas 37 palabras, por si solas, no solo justifican gastar el dinero que cuesta comprar el periódico, en lugar de leerlo por ahí gratis, sino que, si el lenguaje, como otras formas de arte, fuera objeto de subasta en Christie's, como lo ha sido el famoso Constable de Tita Cervera, en lugar de regalarlo por poco mas de un euro, como algo de poco valor, tal vez el magnate yanqui a que se refiere Millás, que quiere convertirnos, siempre según Millás, en los guardeses de su finca, con su astucia financiera, en lugar de invertir en casinos, habría pujado por esas líneas y se hubiera vuelto a Las Vegas, a esperar tranquilamente que el mercado del arte escrito le proporcionara las plus valías que busca, sin necesidad de corromper a las autoridades que deben autorizar sus extravagancias.
Entre los muchos valores sólidos que tenemos en casa, Millás es uno de los que siempre cotiza al alza, cada vez que lees algo suyo, adviertes como va creciendo su cotización, y baja la prima del riesgo de que su lectura no te satisfaga.
No es la primera vez que elogio a Millás, otras lo trato con indiferencia, pero que quede claro, el elogio de hoy tiene una intención muy determinada. Que seamos conscientes, que todo el mundo sepa, que nuestro capital humano tiene un valor muy superior al que se le atribuye, que esta no es una tierra solo de políticos abúlicos, cuando no algo peor, habitada por incendiarios inconscientes, sino que somos todo un ejército artístico, literario, intelectual, productivo, dispuesto a emerger del desánimo, de la concepción apocalíptica de nuestra realidad, y que la necesaria regeneración de nuestras fuerzas sociales, no solo es posible, ya ha comenzado.
Que nadie vea en esta especie de manifiesto una proclama de orgullo nacionalista. Estoy convencido de que la capacidad de regeneración de las personas, su aptitud para superar las desgracias, es una característica universal de los humanos. También pienso, a riesgo de equivocarme,que esa capacidad aflora, sobre todo, en situaciones excepcionales.
A pesar de que he usado repetidas veces el término apocalípsis estos días, como muchos otros, creo que ya es hora de sustituirlo por el de excepción. Estamos en una situación de excepción, creo, pero disponemos de suficiente, y muy cualificado, capital humano, para enfrentarla.
Solo hace falta que escritores, artistas, intelectuales, trabajadores productivos, empresarios, se junten y se pongan a ello. Con los políticos, de momento, no contaría demasiado, basta con que no estorben.
En fin. Millás.
LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN) 5-7-12.
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