Tendido en la camilla, mientras la odontóloga hurgaba en mi dentadura con esa saña involuntaria que los profesionales de esto ponen en su trabajo, me he relajado, como siempre hago en estas situaciones, hasta quedar casi dormido. Con los ojos cerrados he visto a un tipo ante una ciudad ardiendo, tocando la lira, parecía Nerón, el emperador, pero, horror, al aproximar el foco, la barba y las gafas de sol que llevaba puestas --un anacronismo que solo podía ser onírico-- me ha hecho reconocerme en esa imágen, al tiempo que me despertaba con un sobresalto. --Después del verano, venga, y le pondremos un puente fijo, la provisionalidad ya no vale.
Como me duele la quijada, hoy he pensado no escribir nada, pero como tengo una entrada pendiente en el archivo de textos, cuyo contenido se corresponde con el título de la de hoy, voy a ver si, con el corta y pega, la enchufo en el blog, y mas nada.
"Después de dos días de silencio que
yo mismo me he impuesto, transcurrido el mes de junio que se ha
caracterizado por un número máximo de entradas en el blog, comienzo
el mes de julio con una confesión, aunque sin propósito de enmienda
alguno, y sin intención de someterme a penitencia.
Como dijo Isabel Vicente, a quien he
citado una sola vez en el blog, en la última de 'Levante' del
sábado, 'de cuentas, prima de riesgo y mercados, no sabremos mucho,
pero a retranca y mala leche
no hay quien nos gane'.
Aunque lo dice en el contexto de su
columna dedicada a Sara Carbonero, me parece evidente que Isabel
ha leído mis últimas páginas del blog, en especial, 'Los Méritos
de Rajoy' porque esa frase suya queda claramente fuera de cacho por
la alusión a conceptos económico financieros en un texto
intencionadamente frívolo. Si no la ha leído, es igual, porque
esa frase da pie a que me identifique como sujeto de tan atinado
comentario.
Ahora la confesión. Reconozco
públicamente mi tendencia a .la retranca y la mala leche, a la vez,
lamento profundamente no alcanzar el primer lugar en eso, como nunca
he sido el primero en nada.
Para empezar, nací el segundo, y en lo
demás, pese a mis evidentes progresos, siempre he sido un segundón,
una condición que, al no formar parte de una familia con
posibilidades de reinar, no me parece trágica.
Ser del montón garantiza un punto de
vista y una libertad para exponerlo de la que suelen carecer los
primeros en todo, siempre mas expuestos a los focos de la observación
pública y a las exigencias
de su estatus.
Puede parecer que mi tendencia a la
retranca y la mala leche, sobre todo cuando se trata de opinar sobre
personalidades políticas y sus virtudes públicas, o la ausencia de
ellas, es un intento de obtener mas audiencia para este remoto sitio
de la nube que apenas ha recibido algo mas de veintidós mil visitas
desde su creación, hace cuatro años, y solo medio centenar de
comentarios, pero juro por los duendes de la red-- esos que hacen que
ahora mismo esté usando el tratamiento de textos para escribir la
primera versión de esta entrada, porque mi hijo, que ha vuelto a
casa a los treinta años, como tantos otros, no se que cojones hizo
anoche con el módem que no va-- que no se trata de eso.
Es mi carácter. Tal vez, la ironía,
la retranca, y la mala leche han ido impregnando mi manera de ser de
un modo discreto y silencioso, que yo recuerde, a partir de los
veintisiete años, cuando afloró mi primera crisis que los sabios
atribuyeron a la bipolaridad. Veo fotos en blanco y negro anteriores
a aquel suceso, y no me reconozco en ellas. El sujeto verbalmente expresivo, que
no escribía, afable y cariñoso con todo el mundo, jovial y
simpático, no expresaba ningún fondo de crueldad, amargura,
inseguridad, elementos de mi carácter que, honestamente, creo que
coinciden con otros menos negativos, pero tal vez explican, en parte,
mi tendencia a la retranca y la mala leche.
Para los partidarios de la genética
determinista, confesaré, a la vez, que tal vez el resto de la
explicación se encuentra en la herencia de la rama familiar que
quemaba encinas en la sierra de Espadán, para hacer carbón. Un
trabajo duro que marca el carácter, aunque no tiene nada que ver con los capullos que por el mal uso de
una herramienta, o la quema de rastrojos, han contribuido a quemar
cuarenta mil hectáreas en diez municipios de Heliópolis, o los que sean, que aún
están ardiendo.
Es tal la nube de cenizas que ese
acontecimiento trágico ha desatado que, anoche, en el claustro del
Carmen, el director de Capella de Ministrers, Carles Magraner, se
dirigió al público, en pleno concierto, para explicar que los
instrumentos no funcionaban bien, debido al clima apocalíptico que
los desajustaba.
No sé en los demás, pero retranca y
mala leche son dos elementos presentes en mi expresión escrita,
creo yo, debido a dos factores, uno genético, el otro producto de un
accidente emocional, también de raíz genética pero que a veces no
aflora durante la vida del individuo, y no responden a ningún deseo
de obtener mayor audiencia por medio de la provocación.
En cuanto al conocimiento de las
cuentas y la prima de riesgo, cada cual sabrá. Yo comencé a
trabajar a los doce años en una asesoría fiscal que se ocupaba,
sobre todo, de cuentas falsas. Con el tiempo, me licencié en
Economía en la facultad de Heliópolis, luego hice un máster en
Auditoría Financiera, y puedo afirmar que en ninguna de esas
experiencias formativas, incluida la de las cuentas falsas, se habló
nunca de la prima de riesgo, un concepto que ha aparecido de golpe,
merced a las catastróficas gestiones
políticas de Zapatero y Rajoy, hasta convertirse en una información
de dominio público, semejante al parte meteorológico que informa
todos los días de las temperaturas, del grado de humedad, o, como
diría Carles Magraner, del estado del clima apocalíptico que nos
envuelve.
A estas alturas todo el mundo sabe, o
debería saber, que ese número que aparece puntualmente en nuestras
pantallas, junto al jodido Ibex 35,. es un indicador que explica el
número de veces que el interés que pagamos a los mercados por la
deuda pública supera al que paga Alemania.
No existe, que se sepa, ningún
indicador que mida el número de veces que supera un comunicador de
la Red, en retranca y mala leche, a la media de quienes se expresan
en los blogs o en los sitios que limitan el número de caracteres, y
que alcanzan los trending topic, que no se lo que es.
Estoy deseando que alguien invente un
indicador de esos. para conocer, de fuente objetiva, hasta donde
alcanza mi tendencia a la retranca y la mala leche. Si soy, o no,
aspirante a ese trending topic. Creo que ya están investigando sobre
la ironía en los textos. Al parecer lo están haciendo por cuenta de
las grandes empresas que se anuncian en Internet. Quieren saber,
cuantos de los que elogian sus productos o servicios se mofan de
ellos, a la vez que los elogian, por lo visto ahora no lo saben
porque los analizadores de textos son algo tontos, no saben reconocer
la retranca y la mala leche."
Mira tu, que cosas.
En fin. Retranca y Mala Leche.
LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN) 2-07-12.
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