lunes, 20 de mayo de 2013

TIEMPO DE CEREZAS

Tendido en el suelo, bajo un árbol, me incorporo levemente y atrapo con los dientes el fruto del árbol. Es un cerezo. No puedo situar exactamente en el tiempo esa imagen que me devuelve mi memoria, ahora diré porqué, pero no  estoy seguro de que fuera en mayo.

Fue hace mas de medio siglo. El lugar si lo recuerdo. Un huerto familiar en Soneja, un pueblo de la comarca de los Serranos. Yo estaba allí porque Miguel, amigo y compañero de trabajo, cuyo puesto de botones ocupé yo cuando el fue ascendido, me invitó.

La mente humana es tan extravagante que esa imagen ha permanecido dormida en el rincón mas remoto de mi memoria, hasta que esta mañana, de vuelta del mercado de Russafa, Encarna y yo hemos entrado a comprar el pan en el pakistaní, se lo traen de un horno de pueblo y está buenísimo, y al ir a pagar había una caja con cerezas, junto al mostrador.

Unas cerezas un tanto raras, no tenían el rabito y ya está, sino que estaban rodeadas de unas hojitas verdes que yo, cuando las comí mientras estaba tendido en el suelo debajo de aquel cerezo, nunca vi. El pakistaní, solícito como siempre, nos ha aconsejado, ¿Quiere cerezas, están muy buenas?. No gracias, preferimos la cosecha de aquí ¿Porqué?, ahora  hay fruta todo el año, y de todas partes. Gracias, no.
(...)
En algún sitio he oído, o leído, que en algunos países del norte de Europa se abstienen de importar cosas ajenas a las que ellos producen, salvo que se trate de productos necesarios para mantener en condiciones su actividad económica. 

No se trata de autarquía o proteccionismo, solo otorgan preferencia a las cosas producidas por ellos mismos, en particular en la alimentación, para favorecer a sus agricultores y ganaderos, y además nunca compran nada que se les ofrezca fuera de la temporada.

Nunca comprarán un salmón de piscina, sino que lo hacen cuando saben que es mas abundante y procede del ciclo natural de la especie. De igual modo, su régimen de verduras está estrechamente ligado a la producción propia, que en muchos casos procede de sus propios huertos domésticos.

Un comportamiento consumidor que nada tiene que ver con el que se puede observar en nuestras grandes aglomeraciones urbanas, donde los supermercados ofrecen multitud de productos cuyo origen ignoramos,del mismo modo que no sabemos si los métodos de cultivo incluyen manipulaciones genéticas, o proceden de lugares exóticos de los que ignoramos las condiciones de trabajo de quienes ayudan a su cultivo.

Yo mismo, a pesar de mi curiosidad, no he preguntado por la procedencia de esa fruta, prefiero interesarme por las cerezas de aquí, que procederán bien de los Serranos, o de la Vall de la Gallinera, que son las zonas productoras mas importantes, y me he quedado sin saber si procede de algún país exótico,  o es el resultado de algún experimento genético.

¿Es importante saber esto?. Creo que sí, sobre todo para los productores de aquí. Vas a los supermercados y no sabes lo que estás comprando. Ahora, nuestros agricultores han abierto una tienda en la calle de San Vicente donde solo se venden productos autóctonos, o sea, que si compras algo allí, sabes que beneficias a los agricultores de aquí, pero sus productos son mas caros que en el super. 

También hay algunos emprendedores que llevan las frutas y verduras a casa y en la huerta de Alboraya, frente a Portsaplaya, supongo que en algún otro sitio, puedes llevarte una caja de fruta y verdura variada cultivadas en el terreno. 

¿Tiene sentido en estos tiempos de mercados globalizados tratar de potenciar los productos autóctonos?. Lo tiene, por varias razones. En primer lugar porque la globalización en la agricultura se está decantando hacia el control de las semillas por parte de grandes grupos que las monopolizan, que están sustituyendo, por ejemplo, variedades locales, por otras producidas en Estados Unidos, resistentes a las plagas, porque han sido manipuladas mediante la genética vegetal que, si bien aumentan la producción, vuelven totalmente dependientes a los agricultores locales de esas semillas, pues cuando las variedades locales hayan desaparecido del todo, no tendrán mas remedio que pagar el precio que les exigen quienes introducen esas semillas modificadas. 

No digo yo que nos debamos negar el placer de comer frutas exóticas, que aquí no se cultivan, producidas en su entorno natural, que están disponibles gracias a una logística que ha mejorado mucho, para hacer posible un mercado global, pero, en todo caso, deberíamos ser conscientes de la necesidad de dar preferencia, primero, al consumo de productos autóctonos, que benefician a los productores de aquí, en sus fechas de temporada, y solo, cuando se terminan las cosechas, cuando ya no hay oferta de producto propio, disfrutar, también, porqué no, del ajeno. 

En cuanto a la posibilidad de comprar cerezas con aspecto un poco diferente, tengo mis reservas. Primero, no se de donde son. No se si su cultivo se ha realizado por medios naturales, o son un producto de laboratorio. De momento, me abstengo, aunque quien quiera que se las haya suministrado al paquistaní, ha estimulado mi memoria, he recobrado aquel tiempo de cerezas que tenía olvidado, aquella imagen cuando tendido en el suelo, solo tenía que incorporarme ligeramente para tomar el fruto del cerezo con los dientes. Solo por eso, estoy agradecido. 

Otra cosa es la formación de la población española, en general, en cuestiones de consumo. Sospecho que estamos muy necesitados de consejo para saber lo que compramos, de donde viene, quien lo ha producido, que efectos tiene su adquisición en los productores de aquí, y hasta que punto una decisión de consumo responsable, o no, tiene efectos en nuestra economía, en nuestro nivel de empleo, y hasta en la calidad alimentaria de lo que comemos cada día. 

En fin. Tiempo de cerezas. 

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN) 20/05/13.

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