jueves, 4 de diciembre de 2008

BUROCRACIA JUDICIAL

“Me causa un aburrimiento indecible volver sobre un asunto que Kafka dejó bien establecido en “El Proceso”, pero mi experiencia de esta mañana, por otra parte semejante a la de miles de ciudadanos que se enfrentan a diario con el mundo absurdo de la burocracia y no se quejan, me ha producido un malestar al que prefiero dar salida en el blog, para que no se pudra.

Todo empezó con una llamada telefónica que me informaba de un fallecimiento y de la necesidad de que me personara en un determinado lugar, en mi calidad de coheredero de una exigua herencia familiar. A partir de ahí las cosas se fueron complicando pues, al estar el otro heredero en una situación de salud que no le permite realizar gestiones activas en la calle, hube de constituirme en representante de los dos y dedicarme a dar los pateos en las oficinas públicas que un asunto como ese exige.

Debo decir que, aunque mi primer trabajo fue en una consultoría, y consistía en patear las oficinas públicas provisto de una cartera que contenía los mas variados papeles de los clientes, para gestionarlos en su nombre, y que aquello fue muy divertido porque todos los chavales con carteras semejantes nos reuníamos a diario en “Casa Batiste” para almorzar juntos, lo cierto es que cuando abandoné aquel empleo para marcharme a la empresa privada, perdí el tacto fino que había adquirido para el trato con los funcionarios en los mostradores de las mas diversas dependencias.

Ahora, cuando llevo separado de la vida laboral activa mas de tres años, me veo obligado a recuperar aquellas lejanas experiencias de juventud, y veo que las cosas no han cambiado.

Tuve que personarme el otro día en el Registro Civil, para pedir un certificado de defunción, que recibí con gran diligencia y prontitud, así como un impreso de autoliquidación para solicitar otro de Ultimas Voluntades. En el mostrador te dan ese impreso, para que pagues en el Banco, y la dirección de una Oficina del Ministerio de Justicia, donde debes solicitarlo, una vez pagada la tasa, pero no saben decirte el importe de la tasa. Esta mañana he visitado no uno, sino cuatro bancos, para poder ultimar ese sencillo trámite.

En el primer Banco, no conocían el importe de la Tasa que me tenían que cobrar. --Ha probado con el código que figura en el impreso?, me atreví a sugerir. --Oiga, ya le he dicho que no sabemos cuanto hemos de cobrarle. En el segundo, tampoco, pero el amable bancario se ha avenido a llamar a la oficina de Justicia para preguntarlo. Nadie ha cogido el teléfono. He debido personarme en la oficina de Justicia donde había un enorme cartelón con el importe de la Tasa. Se ve que son los únicos que lo saben. He ido al tercer banco pero, ay!, el servidor informático no funcionaba. Por fin, en el cuarto Banco, he podido pagar la Tasa.

Eufórico, por haber superado ese obstáculo, he vuelto a la oficina de Justicia y cuando llevaba un buen rato esperando, --hoy solo atienden diez asuntos por hora-- me he percatado de que no llevaba el certificado de defunción, imprescindible para pedir el de Ultimas Voluntades. He vuelto a casa a buscarlo y al personarme de nuevo en la oficina de Justicia he podido constatar que, efectivamente, solo habían atendido a diez personas en mi ausencia.

Era cerca de la una cuando por fin, después de que llegara mi turno, me han expedido el certificado. Desde las nueve y media hasta cerca de la una para conseguir un puñetero papel.

Lo peor ha sido cuando he leído el papel. Cuando, quienes nos llamaron para que nos hiciéramos cargo de una serie de documentos, nos entregaron un testamento de 1.973, pensamos que la existencia de ese documento simplificaba las cosas. Ahora, el papel de Ultimas Voluntades certifica que existe otro testamento, de 1.989, del que no sabíamos nada. Taaaachaaaán. Lo que parecía un simple trámite burocrático, comienza a tomar un aspecto de serie de televisión, “Dinastía”, o de Thriller policíaco. ¿Que dirá ese nuevo documento? ¿Conocían las personas que nos entregaron los demás documentos su existencia? ¿Si no conocían su existencia, porqué les fue ocultada?
¿Si conocían su existencia, porque nos la ocultaron?

Para desvelar el misterio me he dirigido a la Notaría donde se redactó el segundo testamento, pero el Notario ha muerto. Una llamada al Colegio Notarial ha desvelado que es allí donde debo dirigirme, para obtener una copia de ese documento. Pero estoy empezando a dudar si continuar los trámites, porque cada vez que tiro de un hilo, salen tres, y el asunto está comenzando a superarme.

Estaba pensando en llamar al Ministro de Justicia, Fernández Bermejo, para pedirle consejo, pero cómo vas a llamarle a un tipo que tiene la casa hecha unos zorros, con montones de legajos llenos de polvo que se mueven a una velocidad todavía mas lenta y torpe que la atención a los usuarios en la oficina territorial de Justicia en Heliópolis. Mejor espero al año que viene, a ver si, con la nueva informática, las cosas empiezan a mejorar.

En otra entrega, tal vez desvele el misterio del contenido del desconocido segundo testamento, si es que me decido a seguir adelante con el papeleo.”

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN.COM) 4-12-08.

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