miércoles, 31 de diciembre de 2008

DESPUÉS DE PRAGA (7)

“(...) En su visita a las esculturas del campus, Pau vio algunas planchas de un acero especial integradas en una escultura, cuya textura erosionada por el tiempo y los agentes atmosféricos, está sujeta a un continuo cambio, y al contemplar las texturas, las deformaciones y colores de esas planchas metálicas, sometidas mas de un decenio a esa degradación, le pareció que la naturaleza, sin apenas intervención humana, es la mayor productora de arte y que la expresión abstracta de esa producción incesante en el mundo natural es anterior a la deconstrucción de la figura que, según había escuchado a dos desconocidas, hicieron las vanguardias al principio del siglo veinte, y mas antigua que los primeros homínidos que dejaron su huella en la arcilla de las cuevas que habitaron.

Esas planchas requemadas, con manchas de óxido, residuos orgánicos, huecos y volúmenes en su superficie erosionada, tal vez tuvieron un origen corriente, formando parte de algún vehículo o algún electrodoméstico, pero ahora se habían convertido en un elemento de comunicación de emociones, que Pau percibía sin intentar darle un significado, un objeto distinto que alcanza la condición de arte. Abstracto. Subjetivo, como cada uno prefiera.

Terminada la visita al campus, Pau fue andando hasta Cardenal Benlloch. Allí, en un supermercado cercano a la parada del bus, compró un pollo asado envasado al vacío, cruzó la calle, tomó el autobús, bajó donde lo había tomado por la mañana, y cuando las campanas de Santa Catalina daban las dos, cruzó el vano de la puerta del caserón de la calle Burguerins.

Puso la mesa, se comió un cuarto de pollo frío, entró en la cocina y preparó un postre caliente.
Una porción de Camembert frito, bañado en chocolate, con confitura de cerezas. Cuando terminó, guardó las sobras en la nevera, limpió la mesa, fregó los cacharros y puso la tetera al fuego.

Mientras sorbía el te, despacio, leyó el folleto de la fundación de una entidad financiera que patrocinaba un concierto, esa misma tarde, en Santa Catalina. Un Oratorio de 1.724 que, ahora, casi tres siglos después, se estrena de nuevo. Cosas de musicólogos. Decidió asistir.

En las estrechas calles de Velluters, una densa cortina de agua confirma que el temporal de Levante que la radio había anunciado, arrecia. Cuando faltan diez minutos para comenzar el concierto, hay un clareo. A pesar de la cercanía de Santa Catalina, Pau sale de casa provisto de un paraguas, pero no puede evitar mojarse los bajos del pantalón por el fuerte viento racheado que reparte porciones de agua aquí y allá. Cuando se sienta en un banco cercano a los músicos, Pau se da cuenta de que quienes asisten al concierto, los que se sientan en su proximidad, llevan sus ropas mas o menos mojadas

El musicólogo se dirige al públicao, --La obra, por su larga duración, se interpretará sin pausas, para no alargar el acto. Por favor, aplaudan solo al final.

Cinco voces y ocho instrumentistas, dirigidos por un músico que se apellida como un torero catalán. Una compañía de mucho prestigo que, al parecer, ha actuado en los mejores auditorios del circuito musical.

A Pau, el castrati le pareció lo mejor. Se habla mucho –y es justo que sea así-- de la ablación del clítoris, pero menos de la ablación testicular. Esa práctica, corriente en la época en que se compuso el Oratorio, para que los cantores objeto de esa “afinación” deleitaran los espíritus de los ancianos vestidos de púrpura que ejercían de mecenas, como ahora lo hacen las entidades financieras, obedecía a las exigencias del poder. El poder es insaciable, en todo tiempo y lugar y, cuando paga por algo, exige la autenticidad y la perfección, y si para lograrla hay que cortarle los huevos a alguien, pues se le cortan y ya está.

El castrati, púdicamente llamado alto en el programa, es seguro que no ha sido sometido a ninguna manipulación física de origen medieval, pero es probable que haya sido objeto de algún tratamiento químico hormonal, pues no parece posible que un intérprete de su edad aparente conserve un timbre de voz propio de los ocho años y personifique en la función el papel de Alma, sin mediar la acción del Espíritu Santo en forma de recetas de farmacia.

Esa práctica, está muy extendida entre quienes frecuentan los gimnasios y tienen prisa por desarrollar su masa muscular y entre los deportistas de élite. Como en los conciertos no existe, que se sepa, el control anti doping, la hipótesis de la ayuda química al castrati parece plausible.

Admirable, el castrati. La expresión de éxtasis que puso al finalizar cada fragmento y su mirada perdida en las bóvedas góticas, le parecieron a Pau fruto de una disciplina interpretativa sin ningún signo artificial. Pura interpretación naturalista.

En el otro extremo tímbrico, el varón afroamericano que interpretaba la Virtud, sobrecogía por la profundidad de su voz grave, sobre todo en la parte declamada, cuando se dirigió al público como un Júpiter tonante para recordarle que el Espíritu lo escudriña todo, sin que se le escape ninguna de nuestras flaquezas.

Las voces femeninas que cantaban la parte de los ángeles, urdían un preciosista tejido barroco, recorriendo con la aguja de sus gargantas, a veces de modo sucesivo, otras a un tiempo, las líneas de cada verso del Oratorio, subiendo y bajando por las estrofas hasta agotar todas las combinaciones posibles entre apenas media docena de frases. Un tejido musical ejecutado con una perfección artesana, que Pau seguía con dificultad, debido a la complejidad de las combinaciones elaboradas a partir del texto escrito. Una interpretación brillante, trabajada y minuciosa.

El Gozo, tal vez porque en la vida real es tan escaso, intervino menos y no dejó memoria de ninguna singularidad que recordar.

Pau no escuchó como otras veces, ocupado como estuvo en seguir el libreto para no perderse. Le pareció que el Oratorio escuchado tenía la densidad y la extensión de una ópera. Demasiado concentrado en el texto, le quedó la sensación de haberse perdido algo De todos modos, esa experiencia, casi mística, le hizo pensar que la iglesia medieval disponía de mas recursos artísticos que la actual para alcanzar el espíritu de las gentes.

Terminado el concierto, cuando regresó a casa, Pau releyó el largo texto del Oratorio, La Gloria de los Santos y le interesó un breve fragmento, que le pareció muy actual.

“Mortales perezosos/ sacudid el descuido con que, ociosos/ pasais la triste vida/ Mirad que el cielo a todos os convida/ Pero sabed que allí entra solamente/ el justo, el enmendado, el inocente.”

(Fragmento de “Después de Praga”, libro inacabado sobre fantasmas y un congreso en Nottingham, texto revisado en 2.008)


LOHENGRIN. (CIBERLOHENGRIN.COM) 31-12-08.

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