martes, 9 de noviembre de 2010

EL FIASCO

Por fin, ayer, tuve ocasión de decir en público, en el Aula de Teatro, el breve texto que había preparado para mi discurso de presentación como aprendiz de comediante, y que figura en la página 'Teatro'.

Fué una experiencia terrorífica, un fiasco indescriptible, que solo habría conseguido salvar convenciendo a los oyentes de que, en realidad, estaba representando, adrede, una situación de pánico escénico, pero mi cinismo no llega a tanto.

Mis nervios se descompusieron de tal modo, que anduve caminando todo el tiempo de un lado a otro del escenario, como un padre primerizo que espera el alumbramiento de un bebé, en lugar de permanecer inmóvil y flemático, con la mirada y los gestos dirigidos de frente al auditorio.

'Te has puesto nerviosísimo', comentó, a la salida del aula una jóven compañera. Tanto, que es de suponer que el texto dicho se perdió entre tantas idas y venidas, vacilaciones y terrores escénicos. Esta experiencia, al menos, aporta algunas enseñanzas.

Si me hubiera limitado a una presentación convencional, y hubiera leído algún fragmento de la Antología de Miguel Hernández que me tendió un amigo, el ridículo habría sido menor, pero no, tuve que despreciar la ayuda del libro que me tendieron
y empeñarme en decir, sin apoyarme en la lectura, un texto propio, solo acompañado por tres líneas de Casona, y pretender dar a todo eso un contenido demasiado personal.

Me tiré a la piscina, y no me ahogué porque se vació la alberca. Primer aviso. Uno no puede iniciar una trayectoria de aprendiz y tratar de comportarse como el maestro. El teatro, evidentemente, es un oficio además de otras cosas, tiene sus rutinas, sus etapas, su progresión, y es un error acercarse a el desde una actitud de falsa suficiencia.

Cuando comencé a conducir, hice lo mismo, me lancé al tráfico rodado de golpe, y creo recordar que la primera semana adelgacé cinco kilos, aunque a partir del octavo día conseguí integrarme sin problemas en el caos cirulatorio. Esto es distinto.

No es que tenga miedo al ridículo, he hecho tantas veces el ridículo en mi vida, que no me asusta. Es otra cosa. Creo que tengo mala conciencia por haberme saltado la disciplina pedagógica y el respeto al grupo al haber intentado un ejercicio de exhibicionismo personal fuera de lugar, y una sensación que no puedo definir por haber mostrado con tanta crudeza la fragilidad de mis nervios.

Una experiencia así, te hace consciente de tus limitaciones. La próxima vez que deba intervenir, lo haré apoyado en un texto escrito. Un poema alegre, en castellano, me han dicho. Ignoro si existe algún poeta alegre en castellano. Estoy buscando y no lo encuentro. Tengo un libro de Neruda encima de la mesa, y tal vez los últimos versos de 'Tu risa' respondan a esa demanda,

'Riete de la noche/del día, de la luna/ríete de las calles/ torcidas de la isla/ ríete de este torpe/ (anciano) que te quiere/ pero cuando yo abro/ los ojos y los cierro/cuando mis pasos van/ cuando vuelven mis pasos/niégame el pan, el aire/ la luz, la primavera/ pero tu risa nunca/ porque me moriría.'

Confieso que, cuando me apunté al Aula de Teatro, lo hice pensando en aprender a reír, porque me río poco. Es posible que, si sigo con disciplina las pautas del aprendizaje lo consiga.

De momento, la sensación que me ha dejado mi primera experiencia es que lo mío no es el teatro.

Habrá que esperar y ver lo que pasa.

En fin. El Fiasco.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN.COM) 9-11-10.

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