La prudencia es, al parecer, una virtud que consiste en discernir lo que es bueno o malo (para quién?), para seguirlo o huir de ello. También se atribuye a la prudencia ser la expresión de la templanza, de la moderación, del discernimiento y buen juício.
Ya en el extremo mas conservador del término se alude a la cautela, la circunspección, la precaución. Este extremo cautelar de la prudencia es lo que, en mi opinión, revela la actitud de la diplomacia española ante el conflicto, con víctimas, aunque no sepamos cuantas, del Sáhara.
Esta preferencia por la prudencia cautelar de la antigua potencia colonial evoca políticas de no intervención que causaron un daño irreparable a diversos pueblos necesitados de ayuda, que no la recibieron porque prevaleció el principio de no ingerencia, sobre el de justicia universal
(...)
Los españoles fueron abandonados, en su momento, a una dictadura de cuarenta años, en un entorno de países democráticos, porque la greopolítica, esa puta con la que se acuestan los poderosos, deslizó en sus oídos que era mas importante un bastión anti comunista, que un país donde sus nacionales vivieran libremente.
Cuando la antigua Yugoeslavia estalló en un conflicto desigual y sangriento entre serbios y no serbios, la cautela y la prudencia de los países europeos prevaleció
sobre el impulso humanitario, y cuando se decidieron a intervenir el suelo ya estaba cubierto de cadáveres.
Ahora, no sabemos muy bien lo que está pasando en el Sáhara, pero si sabemos una cosa, cuando un Estado se dispone a seguir tácticas de terror, lo primero que hace es alejar a los periodistas, cuando no los mata directamente, como hizo el ejército de ocupación con Couso en Irak.
Si un Estado decide no intervenir, o no mostrarse al menos beligerante en la defensa de quienes necesitan su apoyo, es sin duda porque hace un balance previo de los costes y beneficios para sus intereses de la posición que adopta.
El Estado español ha pasado de una posición activa para que se cumplan los términos de las resoluciones de la ONU en relación a la descolonización del Sáhara, a una actitud de inhibición. Marruecos es un país vecino, tenemos muchos intereses económicos allí, Mohamed es un aliado directo de Estados Unidos y el Magreb es un bastión del islamismo moderado, frente a la insurgencia creciente del extremismo terrorista. Podemos imaginar otra vez, a la puta geopolítica deslizando estos argumentos en los oídos de los cautos, de los prudentes, de los circunspectos.
Podrían equivocarse. La infinita paciencia que ha mostrado el pueblo saharaui frente a una expoliación manifiesta, truncada ahora con las tácticas de terror del aparato de seguridad marroquí, --a pesar del apagón informativo, 'Levante' cita hoy 34 cadáveres aparecidos en un tanque de agua-- puede transitar hacia la radicalización de un conflicto que hasta ahora se mantenía en los límites de la no violencia, y podría ocurrir, como señala Piera hoy en su columna, que el viento del desierto nos de en plena cara.
Esperemos que el sentido común prevalezca sobre la excesiva cautela diplomática, y se presione para evitar que de nuevo, un pueblo, una minoría oprimida, se vea empujado por unos y otros a una espiral de violencia.
En fin. Prudencia.
LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN.COM) 11-11-10.
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