miércoles, 17 de noviembre de 2010

EUROPA

Para quienes solo conocemos Madrid, Londres, París, Roma o Lisboa, es difícil tener una visión global de Europa como una unidad política, económica y cultural. No parecen muy pedagógicas para superar esa limitación las declaraciones alarmistas de van Rompuy, el presidente del Consejo Europeo, respecto a la crisis financiera de Irlanda.

(...)
'Estamos en una crisis de supervivencia' 'Debemos trabajar todos para que sobreviva la zona euro; porque si la zona euro no sobrevive la UE no sobrevivirá' (El País, 1ª) Este mensaje, algo catastrofista, aporta, en su brevedad, algunas claves para que quienes desconocemos la realidad europea, la entendamos un poco más.

Al parecer, el pegamento que une la diversidad europea es la moneda y el riesgo de que un ataque especulativo exterior debilite ese nexo hasta romperlo, no solo acabaría con la unión monetaria sino con la visión supranacional europea que, al menos desde Carlomagno, ha estado mas o menos presente en la historia de sus pueblos.

Sorprende que, ese cálculo de riesgos, no haya llevado antes a los políticos de Bruselas a poner mas empeño en la tarea de transformar un ente con una sola moneda, pero con veintisiete contabilidades distintas, en un Estado federal, con amplias libertades en cada uno de sus miembros, pero con una contabilidad única.

Es evidente que han sido las resistencias de las soberanías nacionales, de las clases políticas de cada país, las que, en buena medida, no han estado por la labor de renunciar a una parte de sus competencias, de sus parcelas de poder, en favor de un Estado europeo.

Lo cierto es que la Unión Europea parece estar limitada a una moneda única y a una voz no siempre única, con frecuencia discordante, que carece de una estructura a nivel de Estado como la que si tienen sus interlocutores, y tal vez sea esa una de las razones por las que cada vez se la toma menos en serio y su influencia en el juego de intereses que son las relaciones internacionales, es cada vez menor.

En mi opinión, no son las crisis puntuales que amenazan a la zona Euro, los elementos mas hostiles que hacen peligrar a la Europa política, sino la propia falta de determinación de los países que la integran para llevar hasta el final esa integración. El tratado de Roma que fué el origen de la Unión contenía el gérmen de esa ambición política, pero el medio siglo transcurrido solo ha dado para lo que tenemos. Una moneda única y veintisiete contabilidades distintas.

Ahora toca apechugar con esa realidad. Cuando se hayan desvanecido los nubarrones de la crisis financiera que no nos dejan ver con claridad, sería bueno echar una mirada a los orígenes y activar de nuevo los esfuerzos para conseguir una mayor integración, política, económica y cultural, si es que queremos, de verdad, que nos tomen en serio.

En fin. Europa.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN.COM) 17-11-10.

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