miércoles, 24 de noviembre de 2010

LOS JAPONESES

El embajador de Japón es agasajado en su estancia de tres días en Heliópolis, porque, al parecer, los japoneses nos visitan poco y se cree que, con la puesta en servicio del AVE, el número de visitantes de esa nacionalidad puede crecer exponencialmente con el consiguiente beneficio para las arcas del sector turístico y de nuestra economía local.

No es del todo exacto que la llegada del AVE suponga un incentivo para unas relaciones comerciales de nueva planta, porque, hace por lo menos tres décadas, los comerciantes de Heliópolis mantenían relaciones fluídas con ese mercado, algo de lo que puedo dar testimonio directo porque, por aquel entonces, trabajé en una empresa exportadora que comerciaba con ellos.
(...)
Las grandes corporaciones japonesas llevan a menudo el nombre de sus propietarios, los barones que saltaron directamente de un sistema feudal a un capitalismo de corte occidental y han conservado el emblema de sus sagas como marca de fábrica.

Uno de esos barones, Masushita, mandaba en los ochenta a sus siervos a Requena , para que controlaran la calidad del mosto concentrado de uva blanca que se llevaban en contenedores con destino al puerto de Nagoya, donde le añadían el agua y alguna cosa mas y lo reexpedían con destino a los supermercados de París en botellas de vidrio que llevaban una gamba pintada en la etiqueta.

Vino japonés, de un país donde no hay viñedos, porque, aunque su suelo volcánico sea semejante al de Canarias, ellos vieron que era mas rentable adquirir el mosto empaquetado que molestarse en cultivar viñas en un terreno tan difícil, como hacen en Icod de los Vinos, donde obtienen unos caldos de singular personalidad.

El técnico japonés que venía a controlar la calidad, pretendía que durante el mes o mes y medio que duraba el proceso de producción, la fábrica de concentrado no se ocupara de otra cosa que de su pedido, pero el gerente se lo llevaba, ya entonces,
a Benidorm para hacer turismo, y así poder despachar los otros pedidos en su ausencia.

El turismo japonés, aunque vinculado a relaciones mercantiles, tiene una solera
de al menos treinta años en nuestra comunidad. En cierta ocasión, el barón visitó una finca vinculada al grupo exportador y se encaprichó de una tinaja gigante que vió en el jardín. Expresó su deseo de tenerla en su casa de Japón. Su deseo fue atendido, aunque el barón tuvo que pagar una pequeña fortuna para contratar el único vehículo disponible en todo el pais capaz de transportar la delicada y gigantesca pieza de alfarería al puerto sin que sufriera daño, además del flete hasta su lugar de destino.

Aquel turismo japonés, acostumbrado a grandes lujos, quedó algo averiado con la gran crisis financiera que postró a aquel país durante diez años. Se comprende que ahora se traiga al embajador para promocionar de nuevo ese turismo, aunque sea de extracción mas popular, pero, una noticia leída hoy en 'Levante', estimula una terrible duda.

Al parecer, sesudos negociadores de la OTAN han estado en conversaciones con un supuesto lider talibán, que se ha llevado un pastón y ha resultado ser un humilde comerciante paquistaní, sin mando entre los revoltosos. Sabíamos que la política es, en buena medida, espectáculo, ahora descubrimos que es, también, impostura.

Nos tranquilizaba ver a los actores representando su papel, porque los conocemos, son algo familiar, reconocible, pero mas allá de la política doméstica somos incapaces de reconocer un rostro que no hemos visto antes, y por tanto, estamos a merced de los impostores. Si hasta los de la OTAN han sido engañados, ¿como podemos estar seguros de nada los ciudadanos corrientes?.

He visto el rostro del embajador de Japón en el periódico. Un rostro que no había visto antes. El gobierno de Heliópolis ha sido su anfitrión durante tres días, una inversión con vistas a aumentar el turismo japonés cuando la llegada del AVE lo permita, pero, ¿Quien garantiza que ese caballero no sea un comerciante de esa isla de Corea del Sur bombardeada por sus vecinos, que lo ha perdido todo en ese incidente, y ahora está aquí intentando rehacer su vida y su fortuna por medio de la impostura diplomática?

Después de lo de la OTAN y el falso Talibán, ya no podemos estar seguros de nada.

Yo, al menos, no distingo a un japonés de un coreano, ni a un embajador de un vendedor de salchichas. ¿Y ustedes?.

En fin. Los Japoneses.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN.COM) 24-11-10.

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