miércoles, 23 de febrero de 2011

COLORES

Mi primer contacto con la diversidad colorista de los llamados países islámicos sucedió hace unos quince años, en una visita a Marruecos en la que pasé velozmente por cinco ciudades del país administrado como un negocio familiar por la monarquía Alahuita.

Quedaron en mi memoria visual los variados colores de las madejas de lana, en el barrio de los tintoreros, no recuerdo si en Fez o en Marraquech, porque la luminosidad de aquel tejido tratado con tintes naturales, amarillos brillantes estallando sobre la blancura encalada de las casas, azules que evocaban los colores de las ciudades marítimas, como Larache, toda la variedad colorista que es posible apreciar en las telas con las que se visten los africanos, sean sunnitas del norte o animistas del centro, contrasta con la simplificación ignorante del atributo islamistas con la que algunos escribidores despachan la rica variedad de todo un continente. También percibí que el verde es el color del Islam, ciertamente, porque está presente en las banderas de todos los países que tienen raíces culturales comunes.
(...)

Esta diversidad, Pedro de Silva la simplifica hoy en su pequeño recuadro habitual en 'Levante' afirmando que solo Turquía está libre del predominio del islamismo. Pretender que existen países islámicos, sin matizar si predominan los sunnitas, los chiítas, o el wahabismo sectario de los saudíes, es como decir que los españoles son un pueblo de bailaores o toreros, una visión simplista que llevó a muchos periódicos europeos a publicar en titulares, el 23-F, que el parlamento español había sido tomado por un matador con su cuadrilla. No distinguieron entre una montera y un tricornio, lo mismo que Silva no discrimina entre moderados y radicales y detecta una posible amenaza en los países del otro lado del estrecho, que parece no conocer.

El único modo de desmontar una supuesta amenaza de una cultura ajena, es esforzarse en conocer mejor esa cultura. Es fácil. Se puede leer a Goytisolo, o darse una vuelta por allí. Es cierto que la Medersa, la escuela coránica, está bastante alejada del concepto de escuela laica, pero en los quince días que compartí con un árabe que nos sirvió de guía, que era nacionalista y sunnita, pude comprender las diferencias culturales entre esta versión moderada de la interpretación del corán y el chiísmo, que predomina en Irán, y del que los sunnitas de Marruecos consideran que es una cosa de locos sectarios.

El origen de los actos terroristas de los mal llamados islamistas, tanto los de las Torres Gemelas como los del metro de Madrid, hay que buscarlo en el wahabismo saudí, no en el islamismo en general. El uso de esta terminología simplificadora contribuye, seguramente sin querer, por ignorancia, a teñir de un solo color la complejidad cultural de una civilización que nos resulta ajena, y ya sabemos los destrozos que puede causar, en manos oportunistas, la opción monocolor para representar la realidad en beneficio propio.

Es lo que está haciendo ahora mismo Gadaffi, quien se legitima en sus discursos como caudillo liberador de su pueblo, porque derrocó al rey Idris en un golpe revolucionario que acabó con la monarquía libia y proclamó la república, y ahora bombardea a ese mismo pueblo que liberó, y pide a sus partidarios que se pongan un brazalete verde (el color de un Islam sin matices) y exterminen a todo aquel que no lo luzca en su brazo.

Exactamente lo mismo que hicieron los nazis con la esvástica, es lo que hace ahora este personaje de ópera, que sería bufa, si no fuera trágica. También Hitler se vistió con el ropaje liberador de un pueblo hundido por una crisis infinitamente mas
dramática que la de ahora en Alemania, y se apropió de un lenguaje populista y socializante. En ambos casos, el uso del brazalete, parece un medio para identificar y masacrar a los discrepantes.

El enfoque monocolor de la realidad, sin entrar en matices, tiene esos riesgos. No solo se manifiestan a través de los brazaletes. Etiquetar a una variedad de pueblos
con la denominación de islamistas, sugiere la amenaza de una cultura monolítica, hostil, y no añade nada al conocimiento de cada uno de esos pueblos, a los que se acaba por temer en bloque, porque no se los conoce.

No comparto la sensación de amenaza que difunden algunos --no solo Silva-- en relación a las posibles consecuencias políticas de los sucesos en los países vecinos de la otra ribera mediterránea, aunque es evidente que ya se están manifestando sus consecuencias en los suministros energéticos, al ser Libia un país productor. Ese efecto no debe tener mayor alcance en el largo plazo, ya hemos sabido de otras coyunturas así, cada vez que se ha producido un conflicto en Oriente Medio,
y los niveles de precios y suministro han vuelto a la normalidad en relativamente poco tiempo.

Pero yo quería hablar de colores y, como siempre, me he dispersado. Los colores brillantes, llamativos, vuelven a ponerse de moda. Como en los años treinta, después del gran crash financiero, nuestras pasarelas de la moda reflejan el deseo de oponer a unas actitudes sombrías, el antídoto del color.

Mariscal y Trueba sacan ahora, en un año difícil para el cine y el mundo del espectáculo en general, la apoteosis de color, en su sentido cromático y musical, de Chico&Rita, un homenaje a Bebo Valdés, a la Cuba de los cabarets y el son, y Estrella Morente se suma a esa policromía con su personal aportación que tiene su origen en una cultura distinta a la cubana. Diversidad. No Monocromía.

La actividad teatral en Madrid, por lo que he leído, también se está diversificando. Surgen por doquier pequeños locales, con espectáculos mínimos, que son la respuesta a la falta de recursos públicos para financiar grandes compañías y espectáculos de mayor dimensión.

Aumenta, pues,el colorido, se hace mas variado y disperso, es el signo del momento. Del mismo modo, los regímenes políticos de nuestros vecinos musulmanes tal vez comienzan a diversificarse, se hacen menos monolíticos. No se que utilidad tiene percibir, y divulgar, esos procesos, como una amenaza. Yo prefiero verlos como una esperanza, aunque parecen un aviso para algunos de nuestros políticos, demasiado acostumbrados a la democracia televisiva, que tal vez deberían ir pensando en dar mas contenido y menos teatralidad a su modo de hacer política, y ofrecer mas oportunidades a los jóvenes de aquí, que habitan en la resignación, para que perciban algo de esperanza, y no se vean empujados a sumarse al cabreo.

En fin. Colores.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN.COM) 23-02-11.

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